Perfectos Extraños

Capítulo 2

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América Baker
No significa que me detenga

El timbre sonó.

— ¡Vamos! Anímate— canturreó Annie— la pasaremos bomba.

Rodé los ojos, una vieja costumbre.

— Estoy exhausta Annie— hice puchero. Ella era indiscutible, algo me decía que se pondría intensa. Así que use mis armas como excusas— mira cómo estoy golpeada, no podré usar nada corto ni siquiera descotado.

—¡Pues tienes mil cosas más para ponerte! Levanta tu culo, ahora— se cruzó de brazos desafiantes.

Si alguien era más insufrible que Megan por supuesto que lo era Annie.

Oh no, esta no la ganaría. Tenía dos moretones en mi muslo izquierdo y uno que se extendía varios milímetros en el derecho, un cardenal en el hombro casi llegando al cuello, y varios puntos amarillos en los brazos demostrando que estaban a punto de tornarse del color de una mora.

No iría, claro que no.

— ¿Crees que tengo por lo menos fuerzas para moverlo?— Pregunté haciéndome la víctima, aunque no me sentía tan mal como lo decía.

— Para moverlo y mucho más, anda levanta el culo. — Dijo con reproche y los ojos expresivos. Tomó mi mano e intentó jalarme.— Será divertido, lo prometo.

El timbre volvió a sonar.

»Pero que impasibles— Arrugó la frente. Se levantó de la cama y me señaló amenazante— Arréglate, salimos en diez.

Bufé.

— Jamás estarías arreglada en diez minutos— rodé los ojos, rindiéndome— me arreglaré. ¿Sabes al menos donde es?

Dudó por un segundo.— Nunca he ido al norte de Memphis, supongo por todos los delitos que se cometen a diario— río como si fuera un tema divertido, le lancé una almohada— estaremos bien, vístete. Será divertido.

Y con eso salió de mi habitación a paso veloz.

Comencé a masajearme las sienes. Annie era un dolor en trasero, iba a insistir hasta que cediera y sabía muy bien que me iba a convencer. Ademas quería ir a una fiesta donde: a)No conocíamos a nadie y b)Era una parte peligrosa de la ciudad.

¿Con qué fin? Realmente no lo entendí. Annie era directa pero también muy orgullosa, ese tío la había rechazado en nuestras propias narices. Entonces, ¿por qué quería ir a una fiesta solo para encontrarlo? Pues, ella amaba los retos, él se había convertido en uno.

Tomé la base, él corrector y todo mi maquillaje en si. Yo no era sencilla, me gustaba arreglarme, verme bien me encantaba. Sabía que tenía lo mío, en realidad era muy confiada de mi aspecto: era guapa, de eso no tenía duda, ojos avellanas, nariz respingona, más mejillas que ganas de vivir, cejas pronunciadas y cabello negro muy largo, tez pálida, era delgada, mis pechos eran normales y mi cintura no enmarcada, mi trasero no era el más grande y redondo pero si tenía las proporciones adecuadas. Me gustaba quien era, me gustaba como era.

Hace mucho tiempo me había odiado, ya no más.

Me maquillé rápidamente, me había realizado un sombreado sencillo en los párpados con colores mate. Rímel, lápiz de ojo y pinta labio.

Tenía esa costumbre: primero maquillarme después vestirme.

Opté por un pantalón holgado con cadenitas y piedritas a los costados de la cintura, un cinturón color blanco y un suéter crop negro que tapaba hasta mi ombligo, por calzado tomé unas sandalias de tacón muy bajo, tomé una cartera de mano con textura de serpiente. Me miré al espejo, me gustó lo que vi. Por último peine mi cabello, no era necesario plancharlo u ondularlo, me gustaba mi liso natural y cómo caía en cascada al rededor de mi.

Una vez lista me lancé un último ojo antes de caer en cuenta de que estaría Derek y no pude evitar sentir una espinita de hastío en mi interior.

La sensación de sentirte bella y satisfecha contigo para que después un cínico solo te adule para llevarte a la cama para mi era odiosa. No era por tirarmela demás, pero odiaba la excesiva atención o como intentaba marcar territorio: me ponía incómoda y me molestaba. No era su novia, no era nada suyo.

Salí de mi alcoba y ahí estaban, sentados en el sofá de la sala de estar, Megan y Derek.

— Ya era raro no tenerte por aquí Meg— saludé en tono dulce mientras me acercaba a depositar un beso en su mejilla. Ella sonrió, me acerqué a Derek con una sonrisa incómoda— y a ti también— musité.

¿Cómo lograba ponerme tan incomoda?

De inmediato sus ojos me inspeccionaron de arriba a bajo, sonrió orgulloso y con un brillo de lujuria palpable.

— Ya era raro para mí no fastidiar al par de mojigatas— se burló Meg, claramente dirigiendo su comentario hacía mi ya que Annie no tenía nada de "mojigata" — La fogata andante me dijo que iríamos a una fiesta, pero no me aviso a tiempo para ponerme algo adecuado así que...

Se señaló completa. Era claro, quería que le prestara algo de ropa.

— Oh si, puedes tomar lo que quieras de mi armario.

Me encogí de hombros sentándome en el pequeño sofá de cuero que les quedaba al frente. Suponía que Annie se encontraba vistiéndose ya que no la había visto por ningún lado.  Megan cruzó las palmas sonriendo— Perfecto, ya era hora.

— Desde que te conozco haz querido tumbarle el closet— dijo Dereck negando con la cabeza— ¿Por tener maravillas ahí es que siempre luces tan preciosa?— se dirigió a mi, sonriendo socarrón.

Rodé los ojos internamente. ¿De qué otra manera le tengo que explicar que no levanta ni un poco de interés en mi?

Reí por educación— Ponte lo que quieras.— le di pase libre a Megan que sonrió contenta, ignorando olímpicamente el comentario de Derek.

— No me lo digas dos veces.

Se levantó y se dirigió a mi alcoba para cambiarse, mientras el silencio se extendió entre Derek y yo. Mire mis uñas dudosa, no entendía por qué me incomodaba pero era así. Y no estaba feo, al contrario, Derek  era bastante guapo: ojos aceitunas, sonrisa perfecta, el tabique un poco desviado pero no le quitaba mérito, tez bronceada y cuerpo fornido.




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