Mattheo
El éxito tiene un sabor extraño cuando lo pierdes.
No es amargo, ni dulce. Es como un vacío que se queda pegado en la lengua, recordándote lo que fue tuyo... y ahora no lo es.
Hace apenas una semana, Stonegate Hotels era la cadena número uno en el mercado. Mi imperio. Mi victoria personal después de años de trabajo, sacrificios y noches interminables. Y ahora...
"Oasis Inn sube al primer lugar".
El titular me persiguió durante cuatro días. Cuatro malditos días en los que lo único que veía en los noticieros, en los periódicos, en los informes financieros, era el mismo nombre: Valentine Forx.
Ella.
La única mujer que alguna vez quise.
La misma que me odia desde hace ocho años.
Podría fingir que no me importa. Que solo es un asunto de negocios. Pero estaría mintiéndome. Porque sé que no es coincidencia que sea ella quien esté en la cima justo ahora. No es casualidad, es una guerra declarada.
Y yo no pienso quedarme quieto.
Camino por el pasillo de mármol hacia su oficina. Las secretarias intentan detenerme, pero no estoy de humor para formalidades. Entro sin anunciarme, y ahí está: Valentine, detrás de ese escritorio que parece un trono. Su cabello castaño cae sobre los hombros, sus ojos café se clavan en mí con esa mezcla de furia y orgullo que conozco demasiado bien.
No ha cambiado.
Y al mismo tiempo, ya no es la chica que dejé atrás.
—Perdóneme, intenté detenerlo pero... —empieza su asistente.
—Retírese. —Valentine la interrumpe con esa voz fría, cortante, que podría congelar a cualquiera.
Nos quedamos solos.
Por un instante, la observo en silencio. Ocho años. Ocho malditos años y aún me revuelve el pecho verla. No porque la quiera. Eso murió hace mucho. O al menos eso intento repetirme.
—No tengo tiempo para nada de lo que tú necesites —dice, cruzando los brazos—, así que hazme el grandioso favor de irte.
La ironía me arranca una sonrisa.
Val siempre fue fuego puro, incluso cuando trataba de disfrazarlo con seriedad.
—Buenas tardes para ti también —respondo, apoyándome con calma en su escritorio—. Yo muy bien, gracias por preguntar.
Su expresión se endurece. Me odia, lo sé. Y ese odio me alimenta. Porque si todavía me odia, es porque aún le importo.
—Val, no seas tan seria... vine a hablar sobre nuestras empresas. Quiero proponerte...
—No. —me corta, sin dejarme terminar.
Ese "no" seco me golpea más fuerte de lo que esperaba.
No porque quiera su aprobación, sino porque siempre fue así: tajante, impulsiva, llevándome la contraria solo por no darme el gusto.
—Ni siquiera me has escuchado.
—Porque no quiero. Vete ya.
Su tono es definitivo. Se levanta un poco de la silla, desafiante. Por un segundo, el recuerdo de la adolescente que me dio la espalda en aquel pasillo del instituto vuelve como un golpe bajo. Ocho años y todavía siento esa herida abierta.
Respiro hondo.
No voy a dejar que gane esta partida.
Me acerco un poco más, inclinándome hacia ella. No la toco, pero la tensión se clava en el aire.
—Tu Oasis Inn podrá estar en el primer lugar ahora... —mi voz baja, como si cada palabra fuera un arma—, pero esto no ha terminado.
Ella me mira, desafiante, con esos ojos café que un día fueron ternura y ahora son cuchillas.
—Ya veremos quién cae primero.
Su frialdad es un muro, pero sé leer más allá de lo que muestra. Su respiración acelerada la delata, la forma en que aprieta el bolígrafo también.
Sonrío, esa sonrisa que siempre la irritaba.
—No olvides, Val... yo siempre consigo lo que quiero.
Y me voy.
Cierro la puerta detrás de mí, pero el eco de sus ojos aún me persigue.
Porque aunque diga que esto es una guerra de empresas... en el fondo, sé que es mucho más que eso.
Esto es personal.
Muy personal.
Editado: 13.09.2025