Perfectos Mentirosos

Capítulo 9

El portazo de Valentine todavía vibra en mis oídos.
Me quedo quieto en el pasillo, como un idiota que no sabe si perseguirla o dejarla huir.

Mis puños tiemblan a los costados. No de rabia.
De impotencia.

Sus ojos café, esos malditos ojos que hace años eran mi refugio, ahora me atraviesan como dagas. Me odia. Lo sé. Lo siento en cada palabra que me escupe. Y lo peor… es que cree tener razones.

La pared helada se convierte en mi apoyo mientras cierro los ojos.
El recuerdo me golpea.

Ella, hace ocho años, llorando.
Ella, acusándome de infiel.
Ella, destrozada porque yo no estaba cuando más me necesitaba.

Pero no sabe la verdad.
No sabe que estuve atrapado, que me arrancaron la oportunidad de estar a su lado cuando su hermano murió, cuando el mundo se le vino abajo.
No sabe que si la dejé sola, no fue por elección. Fue por culpa de quienes querían vernos rotos.

Y lo lograron.

Abro los ojos. Azul hielo. La gente siempre dice que son intimidantes, pero no tienen idea de lo mucho que se quiebran cuando pienso en ella.
Mi mirada refleja frialdad, pero por dentro estoy ardiendo.

La veo en mi mente. Valentine.
Mi farfallina.
Mi mariposa que ahora vuela lejos, convencida de que soy el cazador que la hirió.

—Val… —susurro para mí mismo, como si al decir su nombre pudiera traerla de vuelta.

Me obligo a recomponerme.
La gala sigue. La gente espera ver al magnate seguro de sí mismo, al hombre que no duda ni vacila.
No pueden ver la grieta. No pueden saber que detrás de cada sonrisa arrogante late un corazón que todavía pertenece a una mujer que no me perdona.

Camino por el pasillo, ajustándome la chaqueta, tratando de recuperar el aire que ella me robó con una sola mirada.
Y pienso en esa sonrisa ladeada que forcé frente a ella hace minutos… esa que tanto la irrita. Si tan solo supiera que detrás de esa sonrisa hay un grito desesperado: mírame, escúchame, aún te amo.

Pero no lo entiende.
O no quiere entenderlo.

Las luces del salón me envuelven cuando entro de nuevo. Música suave, copas tintineando, la élite del mundo de los negocios reunida bajo lámparas de cristal.
Yo camino entre ellos como un rey caído que finge que aún tiene la corona.

La veo.
Está rodeada de inversores, pretendientes, aduladores. Brilla como un planeta con su propio sistema orbitando alrededor.
Saturno y sus anillos.
Pero yo sé que en su centro hay un dolor que oculta mejor que nadie.

Me detengo con la copa en la mano.
No bebo.
Solo observo.

Y me prometo, una vez más, que algún día sabrá la verdad.
Algún día, Valentine sabrá que nunca la traicioné.
Que nunca hubo otra.
Que incluso en la distancia, incluso en el silencio, incluso en el odio… nunca dejé de ser suyo.

Mi mariposa.
Mi farfallina.

Y aunque ahora me vea como el villano de su historia, aunque me maldiga con cada respiración… tarde o temprano descubrirá que el verdadero enemigo no fui yo.




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