Perfidia

Prólogo

—Loki...

yo...—fue interrumpida por el mencionado

—No, no quiero saber nada que tenga que ver contigo—dijo más frío de lo normal

—Lo se... sólo por favor, escuchame-bajó el rostro sabiendo lo que las palabras ajenas significaban—lo siento—caminó dando pasos suaves hacia atrás, intentando que su rostro no demostrara el dolor que le causaba la separación

Finalmente se dio media vuelta, dándole la espalda, algunas lágrimas abandonaron su rostro, dejando surcos sobre sus pálidas mejillas, un viento frío cubrió el lugar mientras desaparecía de a poco con copos de nieve que el aire dispersaba a un punto lejano de él; el dios ni siquiera se inmutó por eso, a pesar de que su piel se volvía de color azul pálido por su sangre Jotün reaccionando con fuerza a la magia de hielo, prefiriendo mirar al cielo como si en el estuvieran las respuestas a todos sus problemas, finalmente el aire frío se disperso, desvió la mirada al lado contrario en el que la otra se marchó, casi podía jurar que el viento que soplaba decía el nombre de su amada, pero quizá simplemente estaba muy afectado por lo  sucedido... 

—Livet...—susurro suavemente, lágrimas amenazaban con escapar de sus ojos verdes, pero las contuvo al cerrar los ojos con fuerza—no lo merece.

Se dijo a sí mismo para convencerse e hizo aparecer su báculo en la mano derecha, abriendo sus ojos de nuevo, al momento una luz verde cubrió el lugar para dar paso al vacío de la montaña.

Apareció horas después de que se fue en el solitario palacio de los dioses, el mundo lo ignoraba y el los ignoraba a ellos, para algunas personas era común verlo deambular por el castillo con esa actitud que consideraban altiva y creída, para otros era extraña su actitud tan peculiar pues suspiros y maldiciones se escapaban de sus labios, acciones tan impropias de él y que notaban ciertas personas allegadas,  Madre de Todo miraba desde su balcón a su pequeño hijo pasar, intuyendo que algo estaba mal con él, pero no sabía que con claridad, ansiaba preguntarle pero necesitaba dejarlo estar solo, y cuando estuviera listo, él vendría a ella por consuelo o por palabras de aliento.

Al llegar la noche, este se encontraba en su cama acostado con los brazos cruzados detrás de su nuca, su cetro a un costado suyo mientras miraba como si fuera lo mas interesante de Asgard, el techo de su habitación que albergaba pequeñas luces poco brillantes que se movían de aquí para allá creando figuras, la luz de las estrellas se colaba por su balcón y llegaba hasta las patas de la cama, suspiro tras suspiro, sus ojos tristes y sus pensamientos fijos en una sola persona, una mujer que le había traicionado, o eso creía, incluso pensarlo hacía que le doliera el pecho, recordaba lo que vio

~Livet le daba la espalda, sin embargo, no estaba sola, un hombre que no podía identificar sostenía su rostro, acercándose hasta besarla sin que ella se opusiera a nada,(o al menos eso parecía), odio y frustración lo invadieron, aquel hombre se separó de ella, acariciando su mejilla, no estaba seguro, pero creyó que le miraba y le dedicaba una sonrisa cínica y maliciosa antes de volverla a besar, ella no hizo nada al respecto, como negarse al tacto o algo así, por lo que él se la imaginaba con una sonrisa en su rostro, finalmente el otro hombre de cabello blanco y piel oscura se desvaneció dejándolos solos a los dos, con pasos presurosos y la mirada llena de odio, se acerco, tomándola con brusquedad del brazo para girarla y hacer que le viera, un tanto sorprendida lo miró, la piel perdiendo todo el color, pero luego se puso seria, intento explicarle lo que estaba sucediendo, pero el no la escuchaba, después, todo quedo en silencio.~

Solo eso recordaba y no le importaba saber más, con eso era suficiente, el engaño que esa mujer cometió contra él estaba hecho y era muy claro, cerró los ojos para intentar dormir, haciendo que su ropa cambiara por una pijama de seda verde, la consciencia le abandonó después de una hora intentando conciliar el sueño, sin embargo, recuerdos de los momentos felices invadían esos sueños, no pudo dormir bien esa noche ni las siguientes... 
 

Una mujer de cabellos largos y blancos, se encontraba encerrada en una torre que le impedía usar su magia, su rostro denotaba indicios de haber llorado horas continuas hasta quedarse sin lágrimas, sus ojos lucían hinchados con ojeras y sin brillo... Dio un sonoro suspiro y se recostó de lado en la mullida cama, abrazando sus piernas con fuerza en un intento de consuelo que nadie más que una sola persona podría darle, el hermoso vestido azul de manga larga y cuello en V que había estado usando desde hace un tiempo, estaba rasgado dejando ver parte de su piel cremosa con marcas de rasguños y moretones, indicio de una lucha perdida contra un ser más fuerte o que había usado alguna restricción para someterla, cada vez que intentaba escapar la atrapaban, antes o después de hacerlo y recibía un penoso castigo por parte de aquel hechicero por eso; odiaba con su alma aquel destino cruel que las nornas habían tejido para ella ¿ese era su castigo por simplemente nacer? Ella no lo escogió, no decidió que su madre fuera mancillada por un hechiero vanir obsesionado, no era culpa de nadie, las leyes arcaícas de aquellos tiempos le obligaron a tenerla y pertenecerle a ese sujeto. Quería llorar de nuevo ante su cruel destino, pero ya no le quedaban más lágrimas.

—Deberías estar descansando, ¿que haces despierta? —dijo una voz masculina y familiar que la hizo temblar en contra de su voluntad

—No podía dormir, lo siento—dijo, abrazándose más a sí misma

—Sabes que me gusta que me miren a los ojos cuando hablo—se sentó en la cama junto a ella e hizo que lo mirara como decía al tomarla por la mandíbula y apretando esa zona—¿que decías? 

—Lo... siento—dijo con cierta dificultad pues dolía

—Mirame—ordeno con voz firme

—Ya hice lo que me ordenaste...




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