Perfidia

VII

 

***

Los Elfos aparecieron de nueva cuenta en su preciado reino de oscuridad, a la entrada del castillo de piedra, la sonrisa que tuvo el Rey Svartalfár se había borrado tan pronto como llegaron, miró hacia abajo, donde su mano mantenía el cuerpo erguido de la muchacha, hacia donde la elemental yacía de rodillas, los ojos de su color natural, su piel agrietada con cortes que sangraban,  era más que evidente que quería dejarse vencer por el cansancio de usar todo ese poder, manejar el Aether y la energía oscura de un sólo tajo requería mucha fuerza tanto física como mental, pero dejarla ceder sería una misericordia que Malekith, con lo iracundo que estaba, no le iba a otorgar.

— ¡Prepárense para la guerra!  Atacaremos al amanecer.

Tomó un buen puñado de pelo blanco en su mano y la llevó arrastrando por el largo pasillo para entrar al castillo. En su mayoría, los svartalfár eran un pueblo guerrero, incluidas las pocas mujeres que vivían ahí, los elfos se reproducían en determinada época del año y respetaban bastante a las féminas por el don de procrear, las mujeres servían en táctica e inteligencia mientras los varones tomaban las armas para pelear, en ambos casos había sus excepciones. Al ser un número limitado de mujeres, las que nacían, eran muy bien educadas, ningún hijo crecía a lado de sus padres puesto que eran llevados a un "orfanato" para ser criados. Entre ellos no había afecto, sólo simple necesidad biológica por satisfacer en ese periodo de tiempo, lo único que sentían eran lealtad por su rey y respeto, camaradería entre ellos y sentido de supervivencia, por esa razón, a nadie le importó la sucia mascota del Rey.

— ¡Suéltame!

La albina gimió dolorida, recibiendo por respuesta que el agarre se volviera más fuerte así como un ligero zangoloteo, intentaba oponerse a la fuerza de arrastre con los pies, pero sólo consiguió lastimarse más, que sus zapatos se rompieran y sus pies sintieran todo  el dolor de las piedras del camino, su único consuelo, entre comillas, fue cuando pasaron de la terracería a los bloques lisos del piso, en todo momento dejando un rastro de sangre, la fricción hacía que su carne ardiera, como si le prendieran fuego en las extremidades, las lágrimas caían de sus ojos.

Las puertas se cerraron y fue lanzada con fuerza (y sin esfuerzo) del otro lado de la habitación, yendo a parar directo a la pared y provocando un grito agudo. Livet intentó ponerse de pie, su espalda había recibido gran parte del impacto, al igual que su cabeza que ahora sangraba y provocaba una mirada desenfocada, así como un punzante dolor en la zona.

—Sí creías que tu traición no tendría castigo, estás muy equivocada.

El elfo oscuro se acercaba casi impasible, pero se podía notar con facilidad el odio reflejado en sus pequeños ojos, la albina intentó arrastrarse lejos sabiendo que esto acabaría mal, aun cuando sabía que era imposible huir de él, pero no pudo moverse demasiado por lo anteriormente dicho de todas formas, recibiendo así un fuerte puntapié en el costado, haciendo que jadeara y un poco de sangre saliera de su boca, estaba segura de que le había roto una costilla, sin embargo, el elfo no se quedó así, continuando con una serie de patadas en el abdomen, piernas y una última el rostro, el líquido carmesí goteando de su nariz rota, se le dificultaba respirar.

El elfo se puso en cuclillas, alzando su cabeza con una mano para hacer que lo mirara, hizo una mueca de burla.

—Oh Livet querida… ¿por qué lo hiciste? Tu vida habría sido más cómoda si tan sólo me hubieras escuchado.

Dejó caer su cabeza al piso en un pequeño golpe seguido de un gemido dolorido.

—Fuiste débil y estúpida al enamorarte…—se rió mirando el cuerpo maltrecho

—Lo fui…—murmuró con dificultad, el Rey alzó una ceja no esperando que tuviera fuerza para hablar—pero no… no me arrepiento.

—Espero que tu castigo por tremenda falta de respeto en Jötunheim sirva de algo.

El elfo se alejó de su campo de visión y casi pudo haber suspirado de alivio, pero le costaba respirar y el elfo volvió, colocando grilletes en sus muñecas, la puso en pie y la llevó a la cama.

La lanzó sin cuidado, empeorando su condición física, con manos ágiles la despojó de su ropa. Fue la peor sesión de su vida. Hubo golpes, varias veces intentó asfixiarla, la mordió hasta hacerla sangrar, arañó hasta arrancar la piel y cortó sin importarle nada más.

Cuando terminó, la joven yacía en la cama, rota como una muñeca de porcelana, sangre y semen mezclado sobre la ropa hecha jirones y sobre su piel. Estaba tan sucia… Malekith estaba sobre ella todavía, riendo por lo bajo mientras extraía el Aether de su cuerpo, sí antes creía que iba a morir de dolor, ahora podía asegurarlo, la experiencia vivida multiplicada diez veces, tanta agonía, se desmayó mientras Algrim entraba la habitación.

No sería ni la primera y probablemente no la última vez en la que esto sucedería. Al elfo le gustaba mucho su juguete como para soltarlo tan fácilmente.

A veces se decía que morir era una buena opción. Mejor aún, cometer suicidio, total ¿qué más podría sufrir en el Helheim que no hubiera sufrido ya?

***

Les dio tiempo a sus tropas de reponerse del reciente ataque, ofreció comida y bebida, así como refugio temporal a los aldeanos que perdieron sus hogares a causa del conflicto y ofreció su hogar semi destruido a los vanir también.




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