Uso cada gota de autocontrol disponible en mi organismo para evitar ponerme a gritar como si la vida se me fuera en ello, porque sí, esto se está poniendo peor de lo que imaginé. Ventura Diener está frente a mí, él sexy hombre está viéndome y yo ni siquiera puedo pensar bien.
A ver, en total fueron siete: Los dos de la cocina que estaban muertos, Raquel y el otro del baño también murieron, es seguro. Neli Torres estaba sentada en la silla del comedor, Pavel la revisó y dijo que estaba muerta. Por último, tenemos a los de la sala, éramos tres, pero fui la única que se despertó. No revisé al del otro sofá ni al del suelo porque creí que estaban dormidos, pero Pavel dijo que estaban muertos. ¿Revisó a ambos? Tal vez solo vio a uno muerto y pasó del otro. La única forma de averiguarlo es preguntándole.
―Es terrible ―me lamento lo mejor que puedo―. Pobres chicos y pobre de sus familias.
Ventura vuelve la vista a su teléfono mientras no hago más que imaginar lo mucho que se estarán esmerando los policías para resolver el caso. No dejo de pensar en el maldito vidrio que olvidé recoger y en lo mucho que nos va a afectar. No hay de otra, tengo que buscar a los otros y confesarles mi tontería, decirles que desapareció un muerto (o que tal vez nunca estuvo muerto) y que alguien me está acosando.
―No pusieron los nombres de los compañeros ―uh, oh, si supiera que una de ellas es la novia de su hermana, no estaría tan tranquilo, creo―. Tal vez salga en otra noticia. Es una tragedia, se pondrá feo.
No conozco al padre de Raquel, apenas lo mencionó un par de veces y me mostró una foto, ahora el señor se ha quedado sin hija porque un loco la colgó en el baño; además por acción del peso, su cuerpo cayó sobre el lavabo. Oh, puta madre, concuerdo con Ventura, las cosas se pondrán horribles.
―Scheiße! ―exclama Ventura y hace que pegue un brinco―. Neli es una de las víctimas... Tengo que ir con mi hermana, lo siento.
¿Lo siente? ¿Por qué? Que vaya con Marlene, yo aquí tengo otras cuestiones por resolver y su presencia lo que provoca es que quiera mirarlo hasta perderme en su mirada color esmeralda. Antes de que se aleje, un foco imaginario se prende en mi mente.
―Espera ―se detiene y me mira de nuevo―. ¿Conoces a Pavel? Es jugador de soccer.
―¿Pavel Navarro? ―pregunta extrañado―. Es delantero, muy bueno, por cierto. Creí que todos lo conocíamos.
Ahí se equivoca, todos conocen a los Diener, o sea a él y sus hermanos. O sea, los conocí el primer día que pisé este endemoniado lugar. A Pavel lo conocí la fatídica noche del asesinato.
―No soy quién para decirlo, pero no es el mejor partido ―Ajá, ¿y quién se supone es buen partido?
¿Él?―. Pero estará en las canchas.
Me lanza una última mirada indescifrable antes de irse. Inconscientemente, lo observo hasta que dobla en la esquina y desaparece de mi vista. Bien, ya fue demasiado, debo concentrarme, no es momento de admirar hombres.
Primero tengo que limpiarme estas horribles heridas pues no son aparatosas, pero tampoco son hermosas y aunque Ventura limpió la sangre, las cortadas no están cerradas. Me lavo con agua y jabón, lo que menos quiero es tener una infección. Por suerte para mí, la herida de la mejilla es una fina línea que se verá mal por una semana o dos cuando mucho y después quedará como si nada. Si me queda una cicatriz, me voy a enojar mucho, ¿en la cara? ¿Enserio acosador? Como si tomarme fotos dormida no fuera suficiente.
Para cubrir la de la clavícula uso una gasa, pero se verá muy extraño que lleve un trozo de tela blanca en la cara además ya no está sangrando, creo que sobreviviré.
Camino con la cara en alto y una seguridad que estoy infinitamente lejos de sentir. Voy a portar mi herida con orgullo, si finjo que todo está bien, que los problemas no existen y que estoy en perfecto estado de ánimo, podré terminar por creérmelo. Lo que menos necesito es perder la cabeza cuando más requiero de mi cordura.
El sol pega fuerte, maldita sea, debí ponerme una gorra. Ahora que es más tarde, encuentro el patio principal concurrido, están los deportistas, los estudiosos, los que irán por un buen desayuno para contrarrestar la cruda y algunos solitarios cuyos objetivos desconozco. Creo que pocos se han enterado de la noticia porque todo parece tan en calma que...
―¡No te pases de verga!
...no parece que se avecine una tormenta.
―¡Mataron a seis! ―informa una chica que se reúne con dos amigos―. Qué pitos con esto...No inventes, ve las fotos.
Si no estuviera apurada y asustada, les haría frente. ¿Ya no hay respeto? Es impactante la noticia de la masacre por sí sola, ver las fotos ya es morbo. Como no lo vivieron en carne propia no tienen la más mínima idea del horror que se vivió, de lo terrible que es despertar con un espectáculo carmesí frente a ti.
Llego a las canchas para enterarme de la increíble noticia de que uno de los jugadores de americano fue una de las víctimas de la masacre. Veo a varios charlando en grupos, las porristas parecen escandalizadas, incluso unas lloran. Hay una chica cuya actitud parece indicar que está sufriendo un ataque de pánico o al menos está histérica. Llora, grita, se lamenta, dos chicas la intentan tranquilizar, pero sus intentos son fallidos. Veo como se acerca un jugador y le dice algo, pero la porrista cae al suelo duramente mientras suelta un grito desgarrador.
Algo se remueve en mi interior, los ojos me escocen y trago saliva. Imaginar cómo será la vida sin ellos no se acerca ni remotamente a lo que realmente es. Y esto solo es una probada. Me pregunto si a Pavel también lo habrá acosado el misterioso personaje; de todos, él es el más fuerte, quiero pensar que puede hacerle frente a... ¿Los malos? En caso de que se diera la situación.
Y entonces ocurre lo que menos necesito en este momento.
―Sigue caminando, finge que no estoy a tres pasos de ti.
Dalia, quien se cubre con una sudadera color amarillo fosforescente, mira hacia el suelo. Si su objetivo era pasar desapercibida, me temo que no lo está cumpliendo. ¿Con sudadera bajo este sol infernal? ¿Y color amarillo fosforescente? Creo que hace todo lo contrario. Camina a dos metros de mí, justo a mi lado, cualquiera pensaría que venimos juntas. Por el puto infierno, esto va de peor en jodido.
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Editado: 01.11.2024