Perversa obsesión

Capítulo 6

Esto no tiene sentido.

La amiga de Juan Pablo dijo que hicieron una fiesta casera, una en la que no se involucraron los Diener y que se "descontroló". Si Juan Pablo estuvo en esa fiesta ¿qué hacía en casa de los Diener? La historia está en destacadas, no logro ver la hora en que se subió, pero dice que fue el viernes. Al menos me da una idea de que fue antes de las doce. Y entonces se cambia a la siguiente historia y veo que hay una hora en colores fosforescentes: Las once en punto.

Debimos haber hecho esto desde el sábado, habría resultado la mitad de complicado. Ahora nos perdimos muchas historias y las que hallemos en destacadas no nos darán información tan confiable o útil. Repito la historia y me peleo con el teléfono para sacar captura de pantalla del momento exacto en el que nos vemos los dos.

Mierda, perdí la memoria desde antes de las once, eso es malo. Lo último que recuerdo fue decirle a Raquel que nos fuéramos. ¿Desde antes de las once de la noche? Eso es excesivo, aunque lo entiendo por el tema de no poder entrar a la residencia.

Hago la anotación de la hora, el perfil y el suceso en mi cuaderno. No soy investigadora ni detective, pero hago un esfuerzo. No dudo en meterme al perfil de Juan Pablo, pero el muy inútil no tiene historias. Busco a Dalia, a Pavel y a Sebastián, no creí que sería tan sencillo encontrarlos, pero tampoco tienen historias, me da risa el nombre de Sebastián, pues no tiene su apellido, solo una carita rara: Sebastian._.

Y entonces me aventuro a buscar a los Diener.

Ventura me parece, por mucho, el más agradable de los tres, pero quien tiene más seguidores es Marlene. La chica tiene un cuerpo de ensueño, la mayoría de sus fotografías son de ella en bikini o enseñando su perfecta cabellera rubia. No pone ubicación, pero el lugar donde se tomaron la mayoría de las fotos es soleado, con mucho verde alrededor y un lago.

Ventura tiene más fotos que su hermana: Esquía en la montaña nevada, toma el sol en un cómodo camastro, está en las carreras de autos (las legales) y también tiene fotos del lago. Incluso hay una foto de los tres hermanos.

Es Tristán quien me causa problemas, pues su cuenta está privada; debido a un pequeño y estúpido descuido, pulso el botón de "seguir". Entro en pánico y estoy lista para cancelar la solicitud, pero será mucho peor porque se dará cuenta de que fue un error. Necesito que la tierra me trague y que sea lo más pronto posible. Siento el irrefrenable impulso de voltear hacia donde está Tristán, pero mantengo el control.

Continuo con mi búsqueda de pistas en las historias de los asistentes a la fiesta, muchos no tienen historias destacadas. Estoy por darme por vencida cuando llego a la historia de una chica en donde sale Dalia. Está cantando y sonriendo junto a un círculo de personas y en el centro alguien que perrea de rodillas. Dalia se ve tan tranquila, feliz y divertida, que no parece que algo malo esté por ocurrir.

Estoy por pasar a la siguiente historia cuando noto una figura acercarse a la chica de tez negra. No le alcanzo a ver el rostro, pero lo reconozco por el saco negro; debe ser la misma persona con la que me puse a platicar. Tomo captura y paso a la siguiente historia: Dalia ya no está, es la única que falta en el círculo.

Hago la anotación para no olvidar.

El profesor dibuja en el pizarrón, estamos con venas y arterias de cabeza y cuello, la clase se nota interesante, pero no logro poner atención. Navego por Instagram, pero no encuentro más respuestas, es todo. Antes de bloquear el teléfono, me llega una notificación: "Tristán Diener ha aceptado tu solicitud". Oh, por dios. No voltees, no voltees Kendra, hay que mantener la calma.

Tengo la ligera esperanza de que hoy no tengamos que hablar con nuestra pareja para el proyecto final, pero me la tumban. Los últimos diez minutos son para reunirnos. No seré yo quien se acerque a Tristán, eso es seguro. La banca a mi lado queda vacía cuando el chico que se sentaba se mueve a dos bancas de distancia. Espero.

Uno, dos, tres, cuatro, cinco... Treinta y tres. Y entonces Tristán cae pesadamente en la banca de al lado. Es estúpido, pero los nervios me carcomen y la ansiedad provoca que quiera morderme las uñas hasta que no quede nada.

Cierro mi libreta y la guardo, pero el bolígrafo lo dejo fuera.

―Por mi parte, estoy lista para ponernos a trabajar.

―Y sirve que dejas de acosar a la gente en Instagram ―dice entre dientes―. Podemos reunirnos el miércoles.

Este idiota se va a ganar una patada en los huevos, siempre tiene un maldito comentario sarcástico listo para sacarme de quicio.

―Entendí el mensaje ―saco mi teléfono y busco su perfil― Quedas eliminado.

Un segundo antes de dejar de seguirlo y mostrarle que no me importa su vida social, veo una fotografía de él en el lago junto con sus hermanos, la diferencia es que, en esa foto, se ve una casa hermosa al fondo y por una ventana, alcanzo a ver una silueta. Un timbre de alarma se activa en mi cabeza, pero lo dejo pasar, podría ser la sirvienta o el papá de ellos. Si tuvieran a alguien secuestrado no lo dejarían vagar libremente por la casa.

No vi bien la foto, no puedo sacar conclusiones, pero si fuera algo raro relacionado a algún crimen, Tristán no habría subido la fotografía, sería casi gritar que los arrestaran.

―Tampoco es como si fueras tan interesante, campeón.

Su mirada verde esmeralda se clava en la mía, su rostro es una máscara de fría apatía, si no estuviera en un salón de clases rodeada de personas, definitivamente estaría asustada. Su mandíbula se tensa al igual que su cuello, trago saliva y no aparto la mirada. Pasan cinco diez, veinte segundos y no lo soporto más, siento que me está leyendo, que ha descubierto el secreto que guardo más profundamente.

―Podemos usar un maniquí ―comento para romper la tensión―. Para el trayecto de venas, arterias y demás podemos usar hilo ―mierda, este hombre ni siquiera parpadea―. O plastilina.




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