Perversa obsesión

Capítulo 6 bis

Pero el acosador demostró que va un paso por delante de nosotros, no me voy a arriesgar.

"No creerás que te librarás tan fácil, ¿cierto?" Adjunto al mensaje, viene una imagen de mí saliendo de una casa en llamas. No se me ve bien el rostro porque estoy cubierta por una capucha roja, pero sé que soy yo porque recuerdo a la perfección ese momento ¿Cómo consiguió esa imagen? Ese suceso ocurrió hace años, es algo enterrado que se supone jamás vería la luz. No es posible que el acosador lo tenga. "¿Qué quieres?" Envío el texto y espero la respuesta. "Te vas y esto sale a la luz".

Hijo de puta, nos tiene bien agarrados; al menos a mí. ¿Qué hizo para dar con esa foto? ¿No pudieron simplemente matarme y ya? Agradezco el estar viva, pero esto es desesperante. "¿Por qué me dejaste viva?" No recibo respuesta.

Giuliana me encuentra cuando estoy desempacando mis cosas, llega en compañía de Joan quien, como siempre, saca sus chistes malos y comentarios idiotas.

―¿Se te acabó antes el semestre? ―pregunta el tipo de lentes quien se sienta sobre mi cama, voy a explotar―. Si te vas de vacaciones, me apunto.

Volteo los ojos con irritación mientras doblo la ropa, me impresiona lo mucho que me irrita que las personas sigan con su vida normal. Hubo muertos, sí, pero no lo vivieron, pueden seguir adelante sin problemas; nadie está tras ellos, nadie los amenaza, nadie los dejó vivir por alguna razón desconocida.

―Me hablaron por una emergencia, pero fue falsa alarma.

Y con eso me dejan en paz. Siguen hablando de sus materias, de chismes de los de tronco común de Economía y de los planes de Joan para publicar su novela. Una vez que termino de acomodar mis cosas, checo la hora, las dos de la tarde. Según las redes sociales, el funeral será hoy a las cuatro. La ubicación es alejada; calculo unos cuarenta minutos si me voy en transporte público.

―Kendra, ¿comerás con nosotros?

Volteo para ver a Giuli y por un momento no sé qué decir. Es como si todo me fuera ajeno e irreal, como si fuera una película y en cualquier momento darían el corte y podría suspirar de alivio porque todo está bien. Pero nada va a estar bien.

―Sí, claro ―sacudo la cabeza―. Vamos.

Me pongo ropa negra y comemos en nuestra cocina compartida, trato de parecer normal, tranquila, pero no puedo sacarme de la cabeza el misterio de mi pasado. El maldito acosador está en todo, eso me hace pensar que no se trata de uno solo, si no de dos... O tres. No, es ilógico, no encuentro razón alguna para que los Diener maten a siete o seis en una casa alejada de su mansión, dejen vivos a cuatro y los acosen. Además ¿Por qué matarían a Neli? Muchas cosas no encajan.

Al terminar, me despido con la excusa de ir a la biblioteca, no quiero levantar sospechas.

Tomo camino a la ubicación del funeral, al llegar, veo a mucha gente reunida. Llego a la masa de gente y busco con la mirada a cualquiera de mis compañeros, mi baja estatura no es mi aliada en este momento.

A quien alcanzo a ver, es a Juan Pablo, viene solo y también parece buscar a alguien. La oportunidad de obtener respuestas es única. Me lanzo hacia él. No digo su nombre, me paro enfrente de él en lo que imagino es una pose intimidante. Me mira confuso, después ve algo o a alguien más allá de mí y vuelve su atención a mí.

―Kendra, no esperaba verte aquí.

Me cruzo de brazos y admiro el brillo de su cabello, el tatuaje en su cuello. De pronto, una ira hirviente se apodera de mí, me invaden unas ganas inmensas de golpearlo, de escuchar un gruñido de dolor, de hacerle sentir lo mucho que me dolió que...

―Dana me habló ―sus palabras me devuelven de golpe a la realidad―. Está preocupada porque no le contestas los mensajes ni las llamadas.

Tardo un par de segundos en captar que se refiere a Dana, mi mejor amiga, la que se quedó en Sores.

―He estado ocupada.

―Es lo que le dije ―nuestras miradas se conectan durante un instante―. ¿Qué haces aquí?

―No te incumbe, pero...

―Madura, Kendra ―bufa y se cruza de brazos también―. Pensé que tomarías la ruptura con madurez, pero me equivoqué. Debes alejarte de mí, encuentra amigos, no sé. Deja de buscarme por todas partes.

Este pendejo. A ver, el sábado en las canchas lo encontré por casualidad y no quería hablar con él, estaba hablando con Dalia y ahora... Ahora...

―Me mentiste ―digo segura―. Fuiste a la fiesta de los Diener, ¿por qué ocultarías eso?

La expresión de Juan Pablo cambia en menos de medio segundo. De irritación y desagrado, cambia a estupefacción. Frunce el ceño mientras una mueca se forma para adornar su rostro. Descruza los brazos y abre la boca para decir algo. Y entonces alguien no requerido aparece en nuestro panorama.

Marlene se acerca y saluda con la mano a Juan Pablo, la sonrisa de Marlene es tan bella como una margarita. Espera, ¿qué? No acabo de pensar eso.

En cuanto ve a la chica, Juan Pablo se olvida de mí y de lo que le acabo de decir. Me deja plantada sin decir palabra y camina hacia Marlene. Estoy asombrada, maldito sea mi ex, le pregunté algo, me debe respuestas.

¿Será que tampoco lo recuerda? Lo dudo, algo me dice que Juan Pablo esconde algo. Tal vez nos encontramos en la fiesta, discutimos, me enojé y por eso le dije a Raquel que nos fuéramos, pero no quiso y nos quedamos más tiempo. Quiero pensar que me fui de la fiesta porque salió un mejor en plan en casa del chico muerto, Silvio y entonces ahí ocurrió lo malo.

Pero lo de Juan Pablo sigue siendo sospechoso y que ande tan pegado a Marlene, prende una alarma en mi cabeza. Si está fingiendo demencia, es malo, pero si verdaderamente no recuerda que estuvo en la fiesta; es mucho peor.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.