Pesadillas

Maldito

En una noche tormentosa. Nació el primer hijo de un matrimonio inestable casi parecía que el bebé llegaba para reavivar lazos y sentimientos olvidados  ¿cómo no pensarlo? Después de todo ninguno de los dos creía ni en las casualidades ni en los milagros, las cosas pasan porque así deben ser, sino como explicar que después de años de intentar e intentar, por fin en un punto donde las cosas solo iban para peor llagase este regalo en forma de salvación, que por suerte no fue el único. Cuatro años después vendría el segundo bebé, esta vez era niña y muchos pensarían que para cualquier familia esto sería suficiente  pero para este matrimonio no había dos sin tres por eso el tercer bebé no tardó en llegar y dos años nació. 


Mientras los años pasan. El mismo ángel observa de cerca al primer hijo crecer, como si esperase algo, paciente e impasible por días que convierten en semanas y semanas que se tornan años. Años que no dejan de avanzar cada vez más y más rápido. Llegando a este momento. Casi dieciocho años, de experiencia en la escuela de la vida, con más de una historia que contar, con más experiencias de lo normal, pero la palabra normal es la que mejor define su vida, aunque siempre fue bastante sobresaliente para su edad en cualquier cosa que se propusiera, para él era normal. Por eso siempre fue difícil de impresionar y fácil de entretener, no necesitaba mucho y siempre disfruto las compañías aunque prefiriese estar solo. Como de costumbre la noche antes de cumplir  años, mirando por la ventana las estrellas. Un sentimiento que no entiende lo llena, nostalgia quizá o algo parecido. Las nubes negras cubre el cielo estrellado de un tono lúgubre. Las primeras gotas comienzan a caer y eso produce que solo le dan ganas de dormir. 


Alrededor de veinte minutos después, a punto de concretar el sueño, escalofríos y una sensación de malestar lo invaden. Algo le dice que no duerma, pero los ojos le pesan y su cama se ve más cómoda nunca. Además de que el sonido de la lluvia cayendo sobre su techo siempre le trajo una paz reconfortante que hace que sus párpados se cierren. Extrañamente la sensación de paz de un segundo a otro desaparece. De nuevo la sensación de malestar se hace presente. El reloj marca las 12.00am. Su casa totalmente en silencio. Los relámpagos iluminan sus ventanas, los vientos huracanados se asemejan a gritos de sufrimiento, casi como si fueran conscientes de lo que se avecinaba. La inquietud ahora es más grande que el sueño. Sus ojos abiertos miran al techo hace un tiempo ya. Mientras se concentra en la oscuridad. Una voz que jura conocer, llama su atención y por fin mira alrededor. La voz familiar viene de una puerta que antes no estaba ahí. 

—¿Será un sueño?  piensa mientras por inercia camina hacia ella, como si estuviera fuera de sí. 

La puerta,  lleva a una habitación oscura. Espaciosa, aunque vacía. Con otras dos puertas cerradas al fondo de la habitación y de un marco con una foto suya en una de las esquinas. La voz casi hipnótica vuelve a llamar su atención, mientras avanza no deja de pensar en la dueña de esa voz tan familiar. Al cruzar la puerta la ve una mujer que no termina de reconocer. Tardó un tiempo en darse cuenta de que la mujer parece estar flotando, pero no lo sorprende. Prefiere darle más importancia a que tiene puesta una túnica negra, que cubre todo su cuerpo. 


— Hoy no tenía cita con muerte. Comentó entre sonrisas casi seguro de estar soñando. 

 


La mujer con mirada fija hacia los ojos de quien se encuentra delante de ella, cambia su gesto inexpresivo a sorpresa.  


— Tu calma me intriga. No veo miedo en tus ojos por primera vez desde hace mucho  tiempo. Mientras susurra toda la habitación se cubre con voz.



—¿Entonces ya nos conocíamos? Pregunta dudoso.


La mujer asiente con la cabeza terminando de responder la pregunta, deja ver un indicio de sonrisa mientras cierra los ojos. Parece no molestarle el silencio, ni la presencia de su visitante que con intriga pero callado se limita solo a mirar por el momento porque todavía está lejos de estar asustado. 



Después del largo silencio y respetando el mutismo,  dudoso de toda lógica avanza en la habitación. Una de las dos puertas se abrió e inevitablemente la curiosidad lo invade, a tal punto que cuando se da cuenta, ya está caminando por los distintos pasillos que parecen no tener fin a los que lleva la puerta. 



Mientras avanza se siente que lo observan, el aire se siente pesado y el calor lo asfixia. Pero a pesar de todo camina en todas direcciones, de izquierda a derecha. Solo con la duda de cuántas veces ya ha pasado por el mismo pasillo. Intentando recordar donde estaba la salida. 


—Es un sueño muy real.  Se dice a sí mismo. 


Hasta llego sentir la sensación de estar cansado, pero lo más extraño de todo es el tiempo que lleva caminando, habían pasado varias horas desde que entró por la primera puerta.

Se pregunta
—¿Por qué sigo dormido?


Decide dejar caminar. 

Ahora en el piso sentado y espera poder despertar.


Las horas siguen pasando.

Cabizbajo y resignado. En medio del silencio suspira.


La voz  familiar vuelve a hacerse presente. Guiado por su sonido por fin vuelve a la primera habitación. Aunque la primera puerta, ya no estaba. 


—Quiero salir. Dice, en tono agobiado. 


La mujer, Sonríe mientras abre lentamente sus ojos. A diferencia de antes, ahora brillan  como el mismo día. Pero dando la sensación no tener de vida en ellos. Las miradas se cruzan. 

Él despierta en un auto, en lo que parece un viaje familiar. 


—Tuve un sueño muy raro. Dice, mientras mira a un punto fijo por un instante. 


El habitual silencio al que está acostumbrado, se vuelve apoderar de la escena. 


Después de pasar la etapa de fatiga pos-sueño. Mira a su alrededor, su madre y sus hermanos también duermen.


Su padre, serio como siempre. 

Todo parece volver a la normalidad. 

Aunque la sensación de estar siendo observado, prevalece.


—Algo no termina de estar bien. Piensa. 


La seriedad su padre se rompe, en un intento fallido de frenar el auto. El primer grito de desesperación despertó  toda la familia. Que en plena cercanía ve un semáforo en rojo. Al cruzarlo una camioneta impacta en la esquina derecha del vehículo, con la fuerza suficiente para voltearlo. Pero éste accidente fue solo el inicio de la una cadena larga de choques. 


Ahora en el suelo se retuerce de dolor sin poder escuchar nada más que un pitido por el aturdimiento. Con visión casi por completo reducida por la inoportuna sangre, logra enfocarse en un punto quizás el peor posible los ojos sin vida  de uno de sus hermanos. 


El escenario se tiñe de rojo. 

La sensación de dolor es insoportable en sus piernas y en su brazo izquierdo que no logra mover pero son casi la última cosa en la que puede pensar mientras se arrastra entre vidrios rotos hacia la primera salida que visualiza, una de las ventanas. 

Logra salir solo para ver a otro auto acercarse muy rápido, tanto que no le dio tiempo a gritar y vuelve a despierta.


Una lágrima, recorre todo su rostro y al llegar al suelo. Casi como sonido de un Gong, lo hace entrar en razón.  

Enfrente de la mujer que no deja de sonreír. Solo puede pensar que acababa de morir. 



—Quién no conoce su historia está condenado a repetirla. Pero tranquilo, no vine a hacerte daño. Murmuró la sonriente mujer. 


—¿Entonces a qué viniste? Preguntó él. 


—Vine a cobrar una deuda. Contestó ella. 


Las dudas son cada vez más grandes y el gesto de sorpresa del visitante al escuchar esas palabras  fue muy notorio.


— ¿Qué deuda?  Pregunto él.


Pero la respuesta no llega y en un abrir y cerrar de ojos todo se tornó oscuro, ahora es el quien flota en una habitación sin luz. Solo se podía distinguir el sonido de la lluvia que estaba amainando de poco hasta que solo quedo el silencio.  



Ahora se escucha una voz, la voz de su madre que lo calma y cariño especial, termina de despertarlo para terminar de decirle.


— Feliz cumpleaños Eliot— 


 



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En el texto hay: almas, angel, pesadillas

Editado: 03.06.2020

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