Pesadillas de una mente perturbada

Pesadilla 1: El hombre de la flor carmesí

Despierto, un mundo descocido es mi entorno. Una pradera verde se extendía hasta donde mis ojos la podían percibir, estaba cubierta por flores pequeñas poseídas por una mágica belleza, sus pequeños pétalos se abrían y cerraban velozmente. De la tierra retoñaban capullos escarlatas, que nacían, florecían y se marchitaban para luego caer y desvanecerse en el barro; donde una triste flor marcaba su tumba, dos nacían de esta, iniciando un nuevo ciclo.

El cielo estaba resplandeciente, acompañado de nubes que paseaban libres en dirección del viento.

Inesperadamente, junto a mí, apareció un hombre alto y fornido, adornado con un traje de gala negro que, hacia juego con un sombrero de copa, como esos que se usaron a lo largo del siglo XlX; sus manos estaban enguantadas por una tela fina de color blanco y su rostro se hallaba cubierto por una flor roja carmesí gigante, que me imposibilitaba ver sus facciones. Me encontraba ensimismada, incline mi rostro, dirigiendo mi mirada a sus pies, percatándome de la inexistencia de estos, pues, el hombre se hallaba flotando en la nada. Solo pude sentir el temor apoderándose de mí y el latir de mi corazón exaltado.

—¿Quién eres tú? —Titubee

—No importa donde estas, y mucho menos, quien soy yo… solo debería importarte tu salida de este lugar —Afirmo con voz estruendosa. Levanto su mano direccionándola a algo posicionado a la distancia delante de nosotros—.

—¿Cómo salgo de aquí? —Cuestione sin vacilar, dirigiendo mi rostro a donde su dedo enguantado apuntaba. Una grata arboleda verde se alzaba en la lejanía—.

—La salida está al frente… si quieres salir, solo debes caminar y seguir adelante… Nunca devuelvas tu mirada, si lo haces, te estarás condenando —El hombre fue desapareciendo mientras decía estas últimas palabras, dejando de tras un murmullo escalofriante—.

Sigo las indicaciones, para dar inicio a la travesía que engañaba mi subconsciente, diciéndome “Sera fácil”. El primer paso fue dado y aquel día tan maravilloso, se transformó en una gran calamidad.

El cielo cambio, mostrando un color rojo llameante; las nubes se convirtieron en una masa gris, enorme y grotesca, donde rayos y relámpagos iluminaban todo. Aquella pradera repleta de vida, se transformó en un desierto de muerte donde el viento arrancaba todo a su paso.

‹‹No podré lograrlo›› Dude por un instante. Luchaba por dirigirme a mi objetivo, tarea imposible, pues con mucho esfuerzo apenas había dado dos o tres pasos.

De la nada, se formó un huracán gigantesco, que, por un momento, pensé que sería el verdugo de mi existencia. Mi mente fue envuelta por pensamientos negativos que quebraron mi ser. Pero algo inesperado sucedió: El remolino nublo mi vista cruzándose en mi camino, extrañamente, sin hacerme ningún daño y desapareciendo al instante. Aquello que había dejado atrás era increíble, un paso limpio y replantado llenaban la tierra, la calma que se percibía en el ambiente era abrigadora, los vientos torrenciales se habían detenido y el cielo se pintaba de azul otra vez. Más impresiónate aun, mi objetivo… la arboleda lejana e inalcanzable, se encontraba a unos metros de mí, como si ese tornado hubiera llegado para servir como un artefacto tele transportador.

Nada podía ser tan bueno, para ser verdad. Cuando aquel hombre señaló el bosque, se veía verde, frondoso y ahora viéndolo de cerca, parecía un cementerio de árboles, pues todos estaban marchitos.

Sin más, seguí mi camino, tenía que entrar en aquel conjunto de árboles muertos donde la oscuridad predominaba. Un aire de curiosidad paso por mi mente, sentí deseos de voltear para ver que había dejado a mis espaldas, pero las palabras del enigmático sujeto gritaron fuerte en mi cabeza, derrotando esas ideas maliciosas.

Ya inmersa en aquel mundo de pesadilla, mi corazón empezó a temblar, el ruido de mis pasos rompía el sepulcral silencio que envolvía la atmosfera. Dirigiendo una mirada nerviosa y sutil a mi alrededor, pude percatarme de lo que acechaba en las sombras, detrás de algunos árboles lejanos, rostros fantasmales me observaban fijamente, sus cuencas vacías seguían mis pasos, esperando algún desliz para atraparme y dejarme en ese inhóspito lugar.

A medida que caminaba, el terror me invadía, pues sabía que aquellos seres estaban más cerca. De mi garganta no salía ningún sonido, había un nudo que entorpecía cualquier palabra o grito que se quisiera asomar.

Después de caminar un rato, dentro de la penumbra un rostro o en realidad, una flor familiar se dejó ver mientras que un traje negro se difuminaba con el entorno.

—Es el hombre de la flor —Susurre con algo de alivio, en mi mente ya me hacia fuera de aquel lugar—.

—Parece que lo has logrado —Exclamo en tono burlón —. Creí que no llegarías… No importa, tengo retos mayores preparados para ti —Admitió dejando salir una pequeña risa—.

—Ya vez que sí y Ahora, ¿qué sigue? —Pregunte desafiante—.

—En la vida hay serpientes, que detrás de alas de mariposas, ocultan sus intenciones. Tu rostro se ilumina observando la apariencia colorida de esas alas, que, ante tus ojos, parecen inofensivas… Sin percatarte de la horrible bestia que esta lista para devorarte… Si tus ojos son capaces de observar la bestia detrás del insecto podrás continuar con tu camino —Declaro el caballero que se desvaneció al instante—.

Una luz cegadora resplandeció, iluminado el ambiente, eliminando cualquier indicio de árboles a mi alrededor. El lugar se transformó en una habitación blanca de porcelana. En medio, el piso se quebró, mostrando una abertura oscura de donde salió una enorme mariposa de alas multicolores que cambiaban de color cada vez que las movía ligeramente. Estaba extasiada ante la majestuosidad del insecto, lentamente, se acercó a mí abriendo sus alas de par en par como si quisiera darme un abrazo… En fracción de segundo, una cola rayada en tonalidades extrañas se enrollo en mi cuello y un par de ojos incandescentes me veían directo al rostro, como si quisiera estar seguro de que mis últimos alientos fueran despedidos de mi ser.




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