Pesadillas de una mente perturbada

Pesadilla 2: Terror Nocturno - Directo al enemigo

Un lugar exento de vida era mi entorno, la soledad era inminente, aquel sitio parecía un viejo estacionamiento abandonado que estaba cercado por una alta verja de alambre, en su extensión se apreciaban tres puertas abiertas que incitaban a ser atravesadas. Mi objetivo era la abertura más cercana, con energía me dirijo a esta, solo para sentir como una ráfaga de aire la estremece cerrándola de golpe en mi rostro, con vivacidad corrí a la segunda salida, esfuerzo en vano, ya que, también fue cerrada por completo. ‹‹La tercera será la vencida›› Pensé, dirigiéndome a aquella última opción, que decepcionantemente también atajó mi camino. La sensación que despedía aquel lugar era claustrofóbica, parecía hacerse más y más pequeño mientras los minutos seguían su curso…

Un ladrido resonó, haciendo eco en el ambiente, giro mi rostro para observar el lugar de donde provenía el inesperado sonido. A mis espaldas, se hallaba una estructura grande y deforme, ante esta un Labrador Dorado inclinaba su cabeza y rascaba el piso en un gesto desesperado. Sin más, se gira para entrar en el viejo edificio…

—Qué extraño —Susurre mientras aquella escena continuaba.

El Can asomo su rustro, dirigiéndome una mirada fugaz y esbozando un ladrido que parecía llamarme, para luego, desaparecer en las sombras.

La curiosidad se apodero de mí, decidí seguirlo, quizás él sabía cuál era la salida.

Aquel lugar, estaba repleto de múltiples corredores enredados como un laberinto, el olor a moho era empalagoso y las altas paredes se entremezclaban resaltando tonalidades frías en forma de manchas, como si un artista de 2 años las hubiera hecho.

El perro corría como una flecha dirigiendo la ruta de un lado a otro, deteniéndose alguna vez para corroborar que lo estuviera siguiendo.

Al final de un corredor había una puerta abierta donde una luz cegadora resplandecía, el animal la atravesó y yo lo seguí. Aquel sitio estaba casi vacío, solo una cama de hospital se posicionaba en el centro y encima de esta, una mujer de contextura exagerada se hallaba acostada, su rostro me parecía familiar, si era ella, aquella que había dejado el mundo hacia poco menos de un mes, una mujer de cabello negro y piel pálida carente de vida estaba ahí.

—¿Dónde está? —Pregunto, buscando con la mirada al perro que no había dejado ningún rastro, había desaparecido

—¿Quién? — Dijo la mujer

—Ya sabes quién, el animal que venía delante de mí

—No sé de qué hablas —Sonrío inclinándose en la pequeña camilla

‹‹Esta mujer está muerta, ¿Qué hace aquí? No lo entiendo›› Pensé

Ella clavo su mirada en mí, sus labios quisieron decir algo que se desvaneció en el viento, pues, una luz amarilla envolvió mi alma para regresarme al punto de partida. El estacionamiento desolado.

Un ladrido resonó en el ambiente y una sensación de déjà vu recorrió mi ser, otra vez se repetía la historia. El perro me llamaba y yo no tuve más opción que seguirlo, algo extraño me impulsaba.

El lugar de la cama de hospital se hallaba de nuevo delante de mí, solo que, la mujer regordeta no estaba. Una nube negra se esparce en el ambiente, y pronto, todo cambiaria…

Un pasillo negro se extiende, a cierta distancia una lámpara diminuta que titilaba arrojaba algo de luz al lugar oscuro. En medio de la penumbra la silueta de una joven se hace notar, acaricia su cabello lacio y caminando lentamente dejó percibir su rostro.

—Hola ¿Cómo estás? —Quiso saber con gesto agradable.

—Hola

—¿Ya saludaste a la mujer gorda? —Levanta su mano señalando una puerta de madera vieja y desteñida a unos cuantos pasos—­.

—La vi hace un momento, pero yo busco la salida, no creo que ella sea de mucha ayuda

La joven no puedo evitar reír, tapo su boca deteniendo unas cuantas risillas —Ella es la única que te puede ayudar, pasa y le preguntas sobre la salida —Caminó hacia la puerta, abriéndola mientras esta emitía un sonido rechinante—.

Sin decir más, continuo, atravesé aquella puerta que me llevaba a una habitación abarrotada de objetos polvorientos, en medio de esta, una cama grande sostenía a la mujer.

—Hola cariño —Dijo en tono afable, atenta a cada movimiento.

—Me dijo tu hija que tú me ayudarías a salir —Afirme aun de pie detrás de la puerta.

—Ven recuéstate a mi lado, juntas la encontraremos —Dijo Propinándole unas cuantas palmadas al colchón, señalando un espacio vacío a su lado.

Un impulso involuntario provocó que me recostara en ese lugar, aquella persona, había sido en vida alguien de confianza, pero eso que estaba ahí, no era ella… De “lo que sea que fuera”, emanaba un aura oscura y maligna.

Dirijo mis ojos al techo, un espejo que se adornaba con algunos colgantes de tela esta incrustado ahí, sobre la cama. Solo que, lo que se hallaba acompañando a mi reflejo en ese espejo, no era la mujer gorda: Una criatura deforme que despedía un olor a podredumbre me abrazaba, era un esqueleto con piel muerta que colgaba de los huesos, emitía susurros incompresibles en mi oído y algo era seguro, sus brazos muertos se hallaban sobre mi sin intenciones de soltarme.

—Te quiero para mí —Murmullo con voz macabra.




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