El sol se ocultaba tras la silueta de una estructura sombría y descuidada. Eran los escombros de lo que alguna vez pudo haber sido una escuela. Detrás de todos esos cimientos, Peter agarraba del cabello a Richard, un chico al que le fascinaba molestar, hundiéndolo en un charco de lodo.
Hojas secas se arrastraban por el suelo. Para Peter, la desesperación que le mostraba Richard le parecía un espectáculo fascinante, una fuente de diversión que pocas veces encontraba.
—¿P-por qué me h-haces esto, Peter? —dijo Richard en la primera oportunidad que tuvo de tomar una bocanada de aire. Su voz era débil; se sentía el esfuerzo que debía hacer para pronunciarlas. —Yo… yo solo… quería ser tu amigo.
Peter dejó escapar una pequeña risa.
—Richard, Richard —ladeó la cabeza—, no te lo tomes personal, amigo. Solo quería divertirme un poco.
El chico agarró la basta del pantalón de Peter y le suplicó que se detuvieran, que lo dejaran ir a casa. Peter colocó una mano en su cara. Jugando con sus expresiones, le resultaba entretenido. Observaba cada movimiento con satisfacción.
Peter, algo cansado de tanto forcejeo y bastante satisfecho con el espectáculo que se había regalado, se sentó a disfrutar de la brisa. Ricard no dudó en aprovechar el momento; tomó una piedra y se la lanzó apuntando a la cabeza de su agresor. Richard empezó a correr, sin mirar atrás. Corría para salvarse.
Un pequeño hilo de sangre corrió por la cara de Peter, se cubrió la herida con su mano y esbozó una sonrisa.
—Richard, Richard, debiste ser paciente, aún no acabo contigo. —La furia lo cegó y fue tras él.
Peter, con los puños aún crispados y la respiración agitada, observaba el cuerpo inerte tendido en el suelo. Su traje de pirata está cubierto de lodo y sangre. La adrenalina, que lo había impulsado a golpear con brutalidad al muchacho, ahora se desvanecía, dejando paso a un profundo vacío y terror paralizante.
Peter tomó del brazo a Richard y lo llevó por donde imagino que ya nadie pasaba. En medio de su desesperación y cansancio se encontró con una cueva oscura cuya entrada parecía una boca abierta hacia las profundidades de la tierra. Se acercó un poco. Las paredes rocosas y musgosas se adentraban en una profunda oscuridad. Peter dejó caer a Richard en la cueva donde pensaba que ya nadie podría encontrarlo.
Entonces él corrió. Hacia su casa. Hacia su cama. Para protegerse de lo que había sucedido. Para despertar de lo que seguramente sería una pesadilla.