Piedras Preciosas - Volumen I

Capítulo XIV: Un Pequeño Accidente

Iker Denaro

Había bebido toda la tarde. Estaba en mi oficina y de allí no me quería mover. Repasaba en mi cabeza el beso de esta mañana, el rechazo que me había dolido tanto. Suelto un suspiro y nuevamente bebo de mi vaso al seco. Camino hasta el bar y ya no queda nada para beber. Mi móvil no para de sonar, así ha pasado desde temprano, pero no quiero hablar con nadie.

Abro la puerta de mi despacho y no hay nadie. Busco en la oficina de insumos y no encuentro más licor. Camino de vuelta a mi oficina y me dejo caer en el sillón. Allí trato de descansar, pero quiero seguir bebiendo. Mi mente no me deja tranquilo; las ganas de callar mis pensamientos hacia Esmeralda no me permiten descansar.

— ¡Maldita mierda! — rezongo y escucho cómo el elevador se abre. Debe ser o mi primo o Verona, pero para mi sorpresa es mi padre. Se me queda viendo y se acerca a mí. Se sienta frente a mí y esboza una sonrisa.

— ¿Cómo te fue anoche? — pregunta como burlándose, luego suelta una carcajada y yo volteo los ojos. — ¿Creías que sería fácil? — pregunta y él mismo niega con la cabeza. — Esa mujer te hará ver las estrellas, pero será tu infierno en la tierra. La he visto, y de hecho, una mujer muy buena, trabajadora… — cierra los ojos y veo en su rostro la aprobación, no la necesito, pero eso me enorgullece. — Tiene cualidades muy buenas, pero también es orgullosa, con carácter y nada sumisa. Eso te costará. Una mujer que ha llegado a tal punto de independencia en su vida que le costará mucho dejar entrar a un extraño en ella. — Tiene razón, gruñó, pero eso no sirve de nada.

— Lo sé, creo que me lo dejó claro. — Tomo el puente de mi nariz y me estiro en el sillón. — ¿Cómo la conoces? — pregunto, se me vienen a la mente muchas teorías, pero la sinceridad de mi padre no me sorprende.

— Hace unos meses inscribió un bien a su nombre, la camioneta, y entonces la encontré, y también la escondí de ti. — No puedo decir que esto no se me había pasado por la mente. — Sabía que llegaría el momento en el que ella te buscara, y preferí esperar a que fuera de esa forma. — Solo asentí.

Nos quedamos en silencio. Yo quería relajarme y pedí que me dejara solo. Él solo se fue, no dijo nada más, solo se retiró. — Verona organizó una cena, no puedes faltar — advirtió antes de cerrar la puerta. No podía faltar, ella me mataría antes de que le hiciera este tipo de desaire, por ello decidí dormir un rato.

Cuando desperté tenía más de 10 llamadas perdidas. Estaba oscureciendo y no tenía ánimos de nada, ni de ver a nadie. Me senté en el sofá y me quedé viendo a la nada, pensando en cómo había cambiado todo. Por la mañana había amanecido abrazado a ella y se había sentido tan bonito, tan bien, tan tranquilo todo, pero ahora todo volvió a la realidad. La soledad me abrumaba cada día más, la culpa y la impotencia de no poder hacer nada.

Finalmente, me sentía peor que cuando no sabía dónde estaba. Siempre pensé que Esmeralda sería mi punto de partida hacia una nueva realidad. Ahora me doy cuenta de que pude haber estado equivocado todo este tiempo. Puede que ni ella ni yo estemos listos para este tipo de relación. Como ella había dicho, y me había repetido, este es un matrimonio sin consentimiento. Ella no lo sabía y fue en contra de su voluntad, mientras que yo me ilusioné y viví en mi propia mentira.

Restriego mis ojos con mis manos y decido darme un baño. Paso seguro a la puerta de mi despacho y busco en mi escritorio el traje que tengo en caso de necesitar un cambio de ropa. Me meto al baño y rápidamente me doy una ducha y me cambio con la ropa limpia. En mi móvil reviso si algún lugar está abierto. Quiero despejarme y puede que otra copa. Ya no llegaré a la cena junto a mi familia, tampoco quiero irme a casa. Por lo que bajo al estacionamiento y una vez dentro del carro, manejo hasta encontrar un bar abierto.

Algo alejado de la quinta avenida, encontré un lugar que se veía más como una discoteca que un bar. La música resonaba, pero era algo exclusivo. Pagué un par de billetes para entrar y me senté en la barra. Allí pedí una botella, la bebí mientras veía bailar a las mujeres. Algunas parejas, otras coquetas, y no faltaba la que se me acercaba para hablar, pero ante mi silencio se iban de mi lado.

— ¿Te molesta si te acompaño? — una voz familiar me hizo girar para comprobar su identidad y cuando la vi le sonreí. — Hola, Iker. No esperaba encontrarte en un lugar como este — se sentó a mi lado.

— Milenka, ¿cómo estás? Tampoco esperaba verte en un lugar como este — recordé que debía disculparme con ella. No había sido muy amable la última vez que la vi. — ¿Te sirves algo? — ella asintió y pidió un vaso, compartiendo la botella de whisky conmigo.

— Es uno de los locales de mi primo, pensé que sabías — negué con la cabeza. — ¿Te pasa algo? — preguntó y yo solo me quedé en silencio.

Si bien nuestra relación terminó hace años atrás, y no fue de la mejor forma, con el paso del tiempo hemos entablado una relación de respeto, una que otra recaída. Suelto un suspiro y la escucho. Me cuenta sobre su carrera como modelo y cómo eso podría ayudar a mi marca a subir en el Ranking de reputación.

Las horas y copas fueron pasando, y llegó un momento en el que perdí la noción de todo. Uno en el que dejé de pensar en esos ojos hechiceros que provocan que ni siquiera les prestara atención a las insinuaciones de la rubia que tenía enfrente.

— Te molesta si te acompaño — una voz familiar me hizo girar para comprobar su identidad, y cuando la vi, le sonreí. — Hola, Iker. No esperaba encontrarte en un lugar como este — se sentó a mi lado.

— Milenka, ¿cómo estás? Tampoco esperaba verte en un lugar como este — recordé que debía disculparme con ella. No había sido muy amable la última vez que la vi. — ¿Te sirves algo? — ella asintió y pidió un vaso, compartiendo la botella de whisky conmigo.

— Es uno de los locales de mi primo, pensé que sabías — negué con la cabeza. — ¿Te pasa algo? — preguntó y yo solo me quedé en silencio.



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En el texto hay: mafia, matrimonio, diferenciadeedad

Editado: 05.03.2024

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