Piedras Preciosas - Volumen I

Capítulo XVII: Oro amarillo y Esmeraldas.

Esmeralda

Envié el mensaje y luego dejé el móvil sobre la mesa. Habíamos terminado de atender y luego habíamos comido en el mismo restaurante. Las chicas se habían bebido casi toda una botella de tequila, y Vodka las estaba subiendo al carro. Por mi lado, me iría en mi carro, ya que llevaba algunas cosas para comer al otro día. Me rehusaba a cocinar el primer día del año, por lo que esa noche había cocinado para dos días.

Terminé de cargar todo al carro y partí tras el carro de Vodka. Rápidamente, llegamos a nuestro edificio, y luego de aparcar y bajar a las chicas, grande fue mi sorpresa cuando de la recepción me llamaron e informaron que tenía una visita.

— Es tu esposo —, advirtió Vodka. – Estuvo en la pastelería más temprano, poco antes de que cerráramos. Creo que es necesario que hablen.--- Se me quedó viendo. – Yo me hago cargo de todo, pero en este caso hablen en serio, no discutan.– Asentí. – Lo haré –, presioné el botón con el número uno en el ascensor. – Te llamo cualquier cosa.– Le entregué las llaves de mi carro. – Solo llevo el móvil.–

— Está bien —, lo escuché suspirar. – Él te gusta, y es más que obvio que él siente algo por ti. Lo que hizo estuvo mal, pero ¿quién no comete errores? Hablen de ello, lleguen a una solución.– Lo abracé; era de los pocos a quienes les demostraba cariño. – Cabe la posibilidad de que sí sean el uno para el otro.–

Me carcajeé, y justo el timbre del ascensor sonó. Se abrió, y vi a Iker de pie cerca de la puerta. Salí de allí y saludé al recepcionista; él me agradeció la comida que temprano le habíamos enviado, y yo solo le sonreí. Me apresuré a llegar al trajeado que me esperaba. Toqué su hombro, y se giró en el acto, atrapándome entre sus brazos, lo cual me pareció raro, pero lo acepté. Después de todo, ya nos conocíamos.

En vez de molestarme, le sonreí, y salimos caminando del edificio. Me ayudó a subirme a su carro, y en silencio manejó por algunas calles. Extrañamente, esa noche no hacía tanto frío como en otras ocasiones, y yo quería caminar. Había estado todo el día de pie en la cocina, y ahora quería moverme un poco.

Le indiqué que se detuviera un par de calles antes de Times Square, y salí del carro. Comenzamos a caminar en un cómodo silencio. Se notaba que mucha gente había estado allí viendo cómo bajaba la bola de luces y luego subía a la medianoche; era una tradición en Nueva York.

— ¿Qué hiciste hoy? —, pregunté. Necesitaba romper el hielo y qué mejor que hablar de nuestro día. – Debes tener alguna tradición en tu familia para esta fecha. – Él negó con la cabeza.

— Hace algunos años, la matriarca de la familia falleció y, con ello, dejamos, bueno, nos alejamos más bien, de algunas tradiciones —, le sonreí. – Entonces, desde allí, en cada festividad, hacemos algo nuevo. El año pasado nos fuimos de vacaciones a Dubái, este año lo pasamos aquí, en la casa familiar de mi tía.–

— Verona, ¿verdad? —, asintió. – Sí, escuché de ella. Se comportó como toda una madre el día de mi accidente.– Diamante me había dicho que exigió los mejores cuidados.

— Perdóname, ese día me había emborrachado, — me confesó, y yo solo pude reír. – Tu rechazo por la mañana me afectó; fue como un golpe de agua fría, no lo podía aceptar. Cuando mi tía llamó, yo estaba durmiendo, o más bien no lo recuerdo bien, solo sé que temprano volvió a llamar y apenas supe, salí corriendo hasta el hospital.– Lo entendía.

— No te preocupes, creo que no era el momento para estar juntos o siquiera vernos —, él asintió, los dos caminábamos; esto se sentía cómodo. – Las fechas no cayeron bien, me refiero a que todo pasó muy rápido. Yo me enteré del matrimonio, y tú de mi paradero; fueron como bombas, sumadas a las fiestas de fin de año.–

— Tienes razón, y lo sé —, admitió. – Pero también me hubiese gustado que me escucharas.–

— ¿Aquí o en Las Vegas? —, pregunté, y se hizo el silencio nuevamente.

— Me equivoqué, lo acepto. Siempre, las dos veces, debí hablar contigo, pedirte tu opinión y explicarte mis circunstancias. — Como estaba hablando, ahora me estaba gustando más. – En Las Vegas fui un egoísta, y aquí fui muy racional. No entendí que todo se podía evitar, pero ahora que lo pienso y que lo he podido meditar, me doy cuenta de lo estúpido que fui.–

— Me gustas más cuando eres así —, vi cómo sonrió y luego se sonrojó tratando de disimular que le habían gustado mis palabras. – De todas formas, te pido disculpas, por esta vez, porque no me arrepiento de haberme escapado en Las Vegas, fue maravilloso.– Los dos nos carcajeamos.

Caminamos un par de calles, conversando de muchas cosas. Él me contó un poco de su vida y me aclaró su relación con la rubia oxidada que decía ser su novia, mientras que yo le conté con quién vivía y cómo era nuestra relación.

Iker no era tan serio como parecía; cuando lo comenzabas a conocer, caía bien. Estaba preocupado y algo sobre protector. Me di cuenta de que cuidaba de mí cuando preguntó si me sentía bien, haciendo referencia a lo que me había sucedido días atrás en la cocina.

Entonces, tuve que contarles a grandes rasgos que padecía problemas con la temperatura y, de paso, con mi presión arterial. El frío me hacía mal y tendía a resfriarme con facilidad. Pero desde hace un invierno que no me sucedía eso, ya que sostenía un tratamiento y eso evitaba los ataques a mi sistema respiratorio.

De todas formas, él se preocupó y me invitó a que fuéramos a un lugar algo más cerrado. Había vuelto a nevar, y la temperatura había bajado. Acepté, y así fue como volvimos al carro y llegamos hasta una casa totalmente a oscuras. Me explicó que era una de las opciones que tenían para casa familiar, pero él se había decidido a comprarla para hacer un regalo.

— Es muy grande; nosotras también habíamos visto este tipo de casa hace un tiempo —, entramos por la cocina. – Pero se nos hacía muy grande, y no queríamos contratar más personal. Una casa así debe tener algo de personal para su mantenimiento.–



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En el texto hay: mafia, matrimonio, diferenciadeedad

Editado: 05.03.2024

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