Piedras Preciosas - Volumen I

Capítulo XVIII: Las vegas y sus secretos.

Iker Denaro

Manejé directo a casa una vez que la dejé en la puerta de su edificio y la vi entrar. Habíamos tenido una salida, realmente fue agradable. No peleamos, no discutimos, e incluso pude pedirle lo de los anillos. Pensé que se negaría, que me los lanzaría por la cabeza, que se enojaría. Me había planteado un sin número de probabilidades, pero jamás había considerado una en la que Esmeralda fuera tan comprensiva y se diera cuenta de que yo llevaba los anillos.

Aparqué mi carro y entré a la casa. Fui directamente hasta mi habitación, allí entré y lancé mi abrigo al sillón que tenía al lado de mi cama. Sin embargo, me di cuenta de que alguien estaba acostado en mi cama. No me acerqué más, simplemente retrocedí y fui directamente hasta la habitación de mi padre. Allí estaban él y tía Verona tomando el té, ya estaban despiertos, lo que me sorprendió.

– Llegó el señorito – dijo mi padre, animado, bastante animado. – Buenos días. ¿Cómo está mi nuera? – Ni siquiera preguntó por mí, lo que provocó mi risa inmediata.

– Es que no lo puede esconder – se carcajeó Verona. – Es tan evidente que fuiste a verla. Ni aunque él quisiera lo podría ocultar. Los dos se dedicaron a molestarme.

– Me fue bien, estuvo bien, y pudimos hablar como dos personas civilizadas – me senté a su lado y tomé un pedazo de tarta. – ¿Quién duerme en mi habitación? – Los dos se pusieron serios.

– Es Milenka – dijo mi padre. – Nadie la pudo sacar de allí. La celebración de anoche no terminó muy bien. De hecho, después de que te fuiste, todo se fue en picada. Solté un suspiro.

– Cuando ella volvió, se echó a llorar, dijo que tú la habías tratado mal, luego dijo que te habías ido con otra – quise interrumpir, pero tía Verona no me dejó y siguió hablando. – Víctor estaba furioso, estaba a punto de enviar a sus hombres y bueno, yo hice lo que debía hacer. Me quedé viéndola mientras mi padre me pasaba su Tablet.

En las imágenes se veía cuando Verona había sacado un arma y le había apuntado directamente, sin un pelo de arrepentimiento lo amenazó y luego le dio una solución. Lo llevó hasta donde estaban las cámaras de seguridad y le mostró que en ningún momento yo había tratado mal a su hija. Solté un suspiro y agradecí a mi tía. Ella solo asintió, y se quedaron contándome el resto de su velada, que estuvo algo turbia, porque después de mostrarle el video y audio de mi salida, en donde desmentí las cosas que había dicho su hija, este se quiso ir, pero la rubia se había encerrado en mi habitación.

Pasaron media noche tratando de abrir la puerta, pero esta estaba con llave y luego de que pudieron sacarla, ella estaba durmiendo en mi cama.

– Tengo que hablar con Víctor – me lamenté.

– Hijo, sí, lo debes hacer, pero primero debes dejarle las cosas claras a Milenka. Ella aún está ilusionada contigo – asentí. – Y tú estás tratando de sacar adelante tu matrimonio – Verona tenía razón.

– ¿Hace cuánto terminaron? – preguntó mi padre.

– Hace poco más de cuatro años terminamos, pero hasta hace unas semanas, ella se estaba presentando como mi novia – me les quedé viendo. – El día en que Esmeralda fue a mi oficina, Milenka se presentó como mi novia y lo primero que le dijo mi esposa fue: "No sabía que mi esposo tenía novia". Se carcajearon, era imposible no hacerlo. Hasta yo me tenté por la risa.

Salí de allí antes de que algo más se dijera y para que no se siguieran riendo de mí. Volví a mi habitación y me encontré con que estaba vacía. Cuando salí en busca de la rubia, una de las chicas del servicio me dijo que se había marchado. Eso me calmó, pero aun así debía hablar con ella, con su padre y con Vitali. A la larga, él había sido mi amigo antes que cualquier otra cosa.

Volví a mi habitación y me dejé caer en mi cama. Estaba cansado, solo quería dormir, pero no en esas sábanas. Pedí que las cambiaran mientras yo me daba un baño, aprovechando para enviar un mensaje a Esmeralda, quien me respondió de inmediato.

Así pasamos algunos días, nos llamábamos, nos enviábamos mensajes, habíamos tomado algo de confianza e incluso nos hablábamos de cómo iban nuestros días. Sin mencionar que cada día aprendía más de ella, sus gustos y un poco de su vida antes de Las Vegas.

– Me gusta esa expresión en tu rostro – mi hermano, como siempre, llega y entra a mi oficina. – Creo que se llama felicidad, pero viniendo de ti... – hizo un gesto de gracia y volví los ojos. – ¿Sucedió algo, hermano?

– Voy bien, demasiado bien – respondí.

– ¿Tu esposa? – Volví a asentir – Te felicito. Me gusta verte así. Espero que sea correspondido. No quiero ver esa felicidad convertirse en tristeza, rabia u otro tipo de sentimiento amargo.

– Yo también te quiero, hermano mío – eso no le hizo más que gracia.

– ¿Qué tienes que hacer hoy? – preguntó, y yo levanté los hombros.

– Tengo una junta en unos minutos, pero luego quedo libre. ¿Quieres algo? – pregunté.

– Podríamos salir. Quiero desestresarme un poco. Los primeros días de clases han sido agotadores – lo vi algo confundido y con ganas de hablar, así que le pedí que me esperara.

Mi junta duró más de lo que esperaba, por lo que decidimos pedir algo y comer en la oficina. Lo que realmente quería Massimo era conversar sin que nadie lo escuchara. Lo veía nervioso, ansioso, más de lo normal. Aprovechó para revisar algunos documentos de la empresa, y luego comimos tranquilos, viendo algo de televisión.

El fútbol nos gustaba, después de todo, habíamos crecido en Europa, y siempre habíamos seguido la Premier League. Nos entretuvimos con eso mientras yo esperaba a que él se convenciera de contarme lo que le molestaba. Finalmente, lo tranquilicé. Si no hacía nada indebido mientras ella fuera su alumna, no tenía nada que temer.

Terminamos por irnos a casa, en donde cenamos con la familia. El asunto me daba vueltas en la cabeza y quería hablarlo con alguien. Cuando llamé a Esmeralda, casi se lo comenté, pero no sabía si su amiga ya lo había hecho. Bien sabía que las cuatro chicas seguían juntas hasta hoy en día.



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En el texto hay: mafia, matrimonio, diferenciadeedad

Editado: 05.03.2024

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