Piedras Preciosas - Volumen I

Capítulo XXV: Nuestra Casa.

Esmeralda

No quería hablar, no lo necesitaba, pero quería algo que se me había negado todo el día: leer las malditas revistas. Quería ver qué opinaban esas personas tan amarillistas de mí, de nuestra relación. Iker me había tratado de calmar todo el día, sí, le creía, pero la verdad es que necesitaba saber qué decían los periodistas y la sociedad de nosotros.

Salí del restaurante y pasé por un quiosco. Comencé a leer dentro de mi carro, pero no, es que no era verdad. Allí decían cosas que no tenían nada que ver. Traté de calmarme, traté de pensar como lo hacía Rubí. Ella me había dicho que eso es solo chisme, gente que inventa cosas para poder vender, pero ¡Dios! Yo no sabía que era tanto lo que estaban diciendo.

Me sentí como la tercera persona en mi relación; eso fue lo que todo esto me hizo sentir. Respiré profundamente y fui consciente de que no podría manejar. Tomé un taxi y di la dirección de la casa. Quería estar sola. Si me iba al apartamento, las chicas llegarían en cosa de minutos, pero esta vez no. Di la dirección de la casa, esa que albergaba mis mejores noches en los últimos meses, y fui directo hasta allí.

Pagué el taxi y luego entré por el jardín a la casa. No estaba tan oscuro cuando llegué y terminé de leer algunas notas en donde yo, supuestamente, había roto una relación de años entre mi esposo y una modelo rusa. Solté el aire y quise ponerme de pie, pero algo me mantenía allí. Dejé los periódicos y revistas a un lado y mi cartera en el otro. Mi móvil vibraba, lo podía sentir, pero no hice caso, solo quería estar allí.

No fui capaz de levantarme, ni siquiera cuando uno de los guardias de seguridad del restaurante dejó mi carro dentro de la propiedad. Sé que había dejado las llaves por un mensaje de Vodka, pero solo no quise salir y con eso me conformé.

Dormí por algunos momentos; mi día no había tenido nada de perfecto, pero un sonido en la cocina me distrajo por un momento. Luego recordé que solo dos personas podían entrar aquí y me quedé igual a como estaba, con la cabeza entre mis piernas. Lo siguiente fue rápido; me acurruqué a él y mi mente se fue a blanco. Estaba tan cansada mentalmente que su aroma me dio tranquilidad, y poco a poco me fui quedando dormida.

Únicamente desperté cuando sentí que me cargaba, pero al tocar la cama me volví a acomodar. Luego de escuchar que quería hablar, negué con la cabeza. No estaba preparada para tener alguna conversación. Sabía que si en estos momentos nos sentábamos a hablar, terminaría haciéndolo sentir mal o me sentiría mal y me querría ir. Porque ese era mi mejor movimiento: irme, desaparecer.

Agradecí internamente que respetara mi silencio, dejándome querer. Lo sentí acomodarse junto a mí y mientras me volvía a sentir segura, me dormí.

**********

El frío en mi espalda me despertó. Me removí buscando a Iker, pero no había rastro de él. La calefacción estaba encendida, mi cartera y parte de mi ropa estaban sobre el sofá, y la televisión estaba encendida. De pronto escuché su voz y me di cuenta de que la ventana corrediza que daba a la terraza estaba abierta. Me levanté y lo busqué. Escuché que hablaba en italiano y no quise preguntar, solo sé que se veía bastante molesto.

Una vez que cortó la llamada, salí a buscarlo. Lo abracé por la espalda, y enseguida se giró, me cubrió con sus brazos y caminamos para volvernos a meter a la habitación. Sus manos en mi cintura me levantaron, y con ello me cargó hasta la cama. Busqué sus labios enseguida. Nos hacía falta esto. Lo besé necesitadamente, busqué su cuerpo con desespero. Necesitaba su calor, y eso fue lo que me dio.

Poco a poco la ropa nos estorbó. Nuestros besos se fueron intensificando, y mi cuerpo lo anhelaba, lo pedía a gritos. Su maestra lengua arrancó de mí el primer orgasmo, mi cuerpo se rendía ante sus toques, mientras que mi subconsciente me hacía pedirle más.

La mañana nos llegó y no habíamos dormido nada, no habíamos hablado nada, pero eso era lo de menos. Sé que antes de dormirme me dijo cuánto me amaba y que todo estaría bien. Lo dudaba, pero conociéndolo, preferí no seguir pensando y dormirme nuevamente.

– Despierta – escuché y luego sentí besos que iban desde mi bajo vientre hasta mis pechos. – Si no lo haces, seguiré, pero hacia abajo – volvió a hablar, y yo solo me estiré y me giré sobre la cama. – Uff, esto es mejor – canturreó, y yo reí. Pero sentí su erección sobre mi trasero.

Mordí mi labio, y pronto sentí su aliento sobre mi espalda. Sus manos hurgando mis pliegues provocaron que un gemido se escapara de mi boca, y sin previo aviso, su erección se abrió paso en mí, y sus lentas embestidas comenzaron a llevarme en un vaivén que amenazaba con despertarme por completo. Gemí de placer. Iker sabía cómo mi cuerpo le respondía, por eso no perdía el tiempo cuando se trataba de darme placer.

Una de sus manos se fue hasta mi botón de placer, mientras que la otra hacía un recorrido que iba desde mis pechos hasta mi cuello, provocando que las embestidas se sintieran más placenteras. Estimulando mi cuerpo casi por completo. Cuando su ritmo comenzó a ser más rápido y mis gemidos más agudos, afirmó su mano en la cama y con la otra tomó mi cuello, buscando mis labios mientras sus embestidas eran cada vez más profundas.

Un clímax se desató entre los dos. No sabía qué me había excitado más, pero su mano en mi cuello le había dado un toque que extrañamente me fascinó. Poco a poco iba descubriendo nuevas cosas que a estas alturas me estaban matando de placer. Después de que los espasmos musculares pasaron y nuestras respiraciones volvieron a la normalidad, nos pusimos de pie y nos metimos bajo la regadera. Tan pronto estuvimos listos, él llamó a su familia mientras yo llamaba a las chicas. Habíamos acordado pasar lo que restaba de la semana en la casa.

– Segura – escuché cómo las tres estaban cerca y se turnaban para hablar.



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En el texto hay: mafia, matrimonio, diferenciadeedad

Editado: 05.03.2024

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