Piedras Preciosas - Volumen I

Capítulo XXVIII: Problemas de pareja.

Iker Denaro

Un gran ruido en el baño me despertó. Me levanté de inmediato; la regadera sonaba y después la tos ronca de Esmeralda. Esto ya había ocurrido antes, y el pánico se apoderó de mí. Entré rápidamente y la vi. La tomé en brazos y la llevé a la habitación. Con la respiración entrecortada, entendí que su inhalador estaba en su carro. Bajé de inmediato, pero Sarah me dio uno, adelantándose a mi petición. Era rápida y diligente.

Poco a poco volvió a respirar con normalidad. Me di cuenta de que tenía su teléfono al lado, las chicas la estaban llamando y apenas pudo hablar, les contestó. Inquirí sobre el código que tenían para estas situaciones. Ella las calmó y escuché cuando le advertían que apenas llegara a casa, la llevarían a consulta médica.

– ¿Estás bien? – pregunté al colgar la llamada – hace tiempo te digo que no puedes entrar en la ducha sin decirle a nadie, es complicado, el vapor afecta a la calidez del cuerpo, eso puede provocar crisis, de este modo como lo hizo ahora... - la reprendí y noté su silencio avasallador – Esmeralda – la llamé, pero ella solo me observó.

– Dime – respondió fríamente.

– Sé que te ofendí, sé que no es justo. Debería estar pidiéndote perdón de rodillas, pero me gustaría que me entendieras – recordé lo que había mencionado. En realidad, lo lamentaba, pero ella sonrió. No supe qué mencionar, solo sabía que esa sonrisa estaba mal. Ella respiró profundo y luego, semi vestida, caminó hasta una de las sillas que teníamos en la habitación, desde allí levantó la vista y únicamente preguntó…

– ¿Confías en mí? – eso me quitó el aliento - ¿Por qué me pediste que nos diéramos una oportunidad si no confías en mí? ¿Crees que es muy cómodo para todo esto? Empezamos bien, no te negaré que esta relación me gustaba, era idílico, sin embargo, necesito saber – no podía negar nada de lo que dijo. Esto me hería igual que a ella, pero algo había cambiado. Su tono sonaba igual que al principio, frío y sin expresión. Volvió a preguntar - ¿confías en mí? – bajé la mirada, no estaba preparado para esta pregunta. Ella soltó una risa y luego restregó su rostro con sus manos.

– Lo hago – mencioné únicamente.

– ¿A sí? – solté el aire que tenía mi cuerpo – permíteme ponerlo en duda.

– Por favor, no hablemos de esto.

– ¿entonces cuándo? – me senté a los pies de la cama y junté mis manos. Me di cuenta de que ella no tenía sus anillos puestos.

– ¿Por qué no llevas tus anillos? – pregunté y ella solo negó con la cabeza - ¡me pides que confíe en ti y ni llevas nuestros anillos puestos! – no puedo mentirme a mí mismo, solo fue una excusa para poder salir del paso, pero su silencio continuó. Sabía que de esto no saldría - ¿Cómo quieres que confíe en ti, si no nos conocemos? – reconocí.

– Entonces ¿Por qué hacemos esto? – la habitación estaba en total silencio – te das cuenta de que me pediste que planeáramos un futuro juntos – quise refutar lo que había dicho, sin embargo, nada salió – esto es estúpido, le estoy pidiendo explicaciones al hombre que me engañó para casarme con él, en donde su plan contemplaba egoístamente su comodidad ¡no la mía! – se puso de pie y sin más, salió de la habitación.

¿Qué podía hacer? Salir tras ella era mi primera opción, pero sabía que su necedad no dejaría que la detuviera. Lo segundo, y por lo que opté, fue esperar. Esperé a que volviera a la habitación. No podía salir de allí sin las llaves o sin su inhalador.

Escuché cómo bajaba las escaleras y me apresuré a vestirme, asearme un poco y luego bajar. Sin embargo, me di cuenta de que ella ya había salido. Abrí la puerta principal y estaba en la reja de la propiedad. Caminé hasta allí. En su carro no estaban sus pertenencias y de pronto un carro se detuvo para luego partir, y Esmeralda ya no estaba. Inmediatamente, marqué a su teléfono y no contestó, incluso después de un rato comenzó a sonar apagado.

Me senté en las escaleras de nuestra casa y me quedé pensando. Apenas aclaré mi mente, tomé las llaves de mi carro y comencé a buscarla. Fui al restaurante de donde me sacaron por escandaloso, pero allí no estaba. Me fui a la pastelería, pero ninguna de sus amigas estaba allí y ella no se veía por ningún lado.

Pasé la tarde completa yendo de aquí para allá. Luego, estacioné mi carro a las afueras del edificio donde vivía. Allí esperé lo que restaba de tarde. Me rehusaba a irme del lugar. Quería observar y su móvil seguía apagado. Me hervía la sangre al suponer que podía estar en otra parte, con alguien más. Sacudí mi cabeza y traté de sacar esa imagen de mi cabeza. Pronto admiré entrar en fila tres carros al estacionamiento. Supe enseguida que era ella junto a sus amigas.

– ¡Iker! – escuché cómo gritaban mi nombre. No giré a ver y caminé en dirección a la entrada de carros del edificio.

Miré, desde lejos, contemplaba cómo dos hombres acompañaban a las chicas. Uno era el gorila que siempre estaba con ellas, pero al otro no lograba reconocer. Creo no haberlo visto antes. Puede que fuera uno de los chicos que ellas tenían para seguridad.

– ¿Qué haces aquí? – De pronto, la voz de mi hermano me hizo girar. — ¿Por qué no contestas? He tratado de comunicarme contigo durante toda la tarde. Tu gente estaba preocupada y nosotros también. En tu casa no había nadie más que Sarah, y ella no supo decirnos qué había pasado, más que ustedes habían discutido y Esmeralda se había despedido de ella. – Eso detuvo mi respiración.

– ¿Cómo se despidió de ella? – Mi hermano solo asintió.

– ¡No la dejes ir! – Escuché, y luego unas risas retumbaron en el lugar. Los seis jugaban como niños chicos, y el nuevo cargaba a Esmeralda. Eso me hizo hervir.

– ¡ESMERALDA! – Grité mientras caminaba hacia ellos. — ¡BAJA A MI MUJER! – Volví a gritar, y ella se me quedó viendo. Todos se me quedaron observando.

Lo próximo que pasó fue mi aceleración y las ganas que tenía de golpear a aquel hombre que había tocado a mi mujer. Mi lado salvaje me dominó y estrellé mi puño en su cara mientras escuchaba cómo las chicas gritaban que nos detuviéramos, ya que él había devuelto el golpe y comenzamos así un intercambio.



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En el texto hay: mafia, matrimonio, diferenciadeedad

Editado: 05.03.2024

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