Piedras Preciosas - Volumen I

Capítulo XXXII: Falsa tranquilidad.

Íker Denaro

Mi despacho estaba lleno. Últimamente, mi padre, mi hermano y mi primo se pasaban a mi lado. Había muchos empresarios demandando nuestros servicios. Siendo sincero, mis negocios en Europa eran mucho más beneficiosos que los que mantenía en América, pero aún no quería moverme de aquí. Necesitaba que las cosas con Esmeralda llegaran a un punto en el que me sintiera lo suficientemente seguro como para marcharme o llevarla conmigo.

– Definitivamente, tendremos que asistir a estas reuniones – indicó mi padre. Él era quien sabía, pero al parecer tampoco se le estaba haciendo fácil dejar el país. – Debemos turnarnos. – Mi cabeza estaba en cualquier lado, menos en los documentos que estábamos leyendo.

– ¡Iker! – llamó mi hermano, captando mi atención. Me le quedé viendo.

– Necesito tu atención, hijo – volteé a observar a mi padre. – Debemos turnarnos. Tu hermano no puede moverse de aquí por su contrato como profesor, Franko se encargará de los rusos de ahora en adelante – asentí – pero necesito que tú – me indicó con su dedo – viajes a las oficinas de Italia, yo iré a los países bajos ¿está bien? – solté un suspiro.

– Sí, si no queda otra, eso es lo que tendremos que hacer – acepté.

La junta duró casi todo el día. Solo por la tarde tuve algo de tiempo para meditar todo lo que estaba pasando. Y aunque me encantaría raptar a mi mujer, no lo puedo hacer. No puedo dejar que la situación vuelva a ser tensa entre los dos. Ella jamás me perdonaría algo como eso. Solté el aire y deseé beber hasta poder olvidar mi existencia.

Estaba cansado, asqueado por la situación, me sentía agobiado por lo rápido que estaba pasando el tiempo y aún me veía arrepentido por no haberle podido dar una buena respuesta aquel día que me preguntó si confiaba en ella. Luego de unos minutos de auto culparme, regresé a mi trabajo.

Ni me di cuenta en qué minuto la noche cayó sobre NY, menos el momento en el que mi asistente se fue. Por lo que me sorprendió que la puerta de mi despacho fuera abierta. Me puse de pie al darme cuenta de que se trataba de Don Víctor, el padre de mi peor pesadilla. Él me saludó y luego caminó hasta mi escritorio, se sentó frente a mí y luego de ponernos al día le ofrecí una copa.

– No te procures, muchacho – asentí – no vengo por una copa y realmente en estos momentos no estoy en condiciones – entendí que se trataba de algo personal y por su semblante, no era un tema agradable – creo que sabes por lo que vengo.

– Realmente, no, no sabría responder – acepté – habíamos hablado de los negocios hace unos días, y hace bastante tiempo hablamos sobre Milenka. – sonrió y asintió.

– Bueno, como padre, y espero algún día me entiendas, quería asegurarme de que lo que me habías dicho es verdad – entiendo que, con todo lo que la prensa había sacado, estuviera confundido. – ¿Qué es lo que está pasando, o había pasado, con mi hija? – preguntó.

– Nada, mantengo lo que le había manifestado – puse mis manos sobre el escritorio y solté un suspiro – mantuvimos una relación hace algunos años, jamás la formalizamos, pero ella se encargó de que la prensa a nivel internacional la nombrara mi novia… - relaté toda la historia que había vivido con la rubia.

El hombre parecía comprenderme, entendía que era padre, que Milenka era su hija y que, por encima de cualquier cosa, la defendería, le daría su respaldo. Pero este no era un negocio, esto era la vida, y en mi vida no había otra mujer que Esmeralda. No se lo diría de esa forma, por el respeto infinito que le tengo, pero necesitaba que él me entendiera y se diera cuenta de que su hija estaba dañando mi relación.

Cuando terminé de contarle todo, él parecía intranquilo. Algo lo perturbaba. Le ofrecí un té y eso sí aceptó. Me puse de pie y rápidamente preparé algo para Víctor, quien me comentaba que estaba por volver a Rusia, más que nada por su salud.

– Su madre era igual – soltó luego de beber un poco de la infusión – me persiguió por un largo tiempo, y cuando logró dar conmigo estaba tan roto por dentro, que solo pude darme por vencido y quedarme a su lado – mi corazón se estrujó al escucharlo – antes las cosas no eran como ahora, yo te entiendo, hablaré con mi hija.

– Se lo agradezco, sinceramente – él asintió – es difícil, más con una mujer que tiene un carácter bastante decidido – sonreí – Esmeralda es mucho más de lo que yo podía esperar, pero ahí vamos, tratando, conociéndonos…

Hablamos por algunos minutos. De hecho, ese día salimos juntos desde la oficina. Me dispuse a irme a casa, pero cuando me subí a mi carro tomé el móvil y ella, esa pequeña de ojos hechiceros, por fin me había respondido un mensaje. Enseguida la invité a un café y dócilmente lo aceptó. Se me hizo extraño, pero partí a buscarla antes de que se arrepintiera. Solo que esta vez acordamos vernos en un café cercano al puente de Manhattan.

Cuando llegué, la admiré en una mesa, riendo por algo que estaba en su móvil. Me apresuré a acompañarla, hipnotizado por sus ojos. No me di cuenta de que no estaba sola, solo hasta que llegué a su lado. El chico del que había estado celoso las últimas semanas me saludó, por cortesía se notaba, y luego se despidió de ella con un beso en la mejilla que acepté, por cortesía.

Pedimos algo de café y luego nos pusimos a hablar. En estos momentos, todo se sentía tan normal; éramos como cualquier pareja bebiendo un café, con la diferencia de que nos sentíamos más cómodos dentro de cuatro paredes. Pero la mala suerte nos persigue y cuando, por fin, nuestra conversación había llegado a un punto cómodo, un flash me alertó sobre la prensa.

– Ven – dijo levantándose de la mesa, sonreía y se acercó a una mesera que nos miró y nos pidió que la siguiéramos.

– ¿Dónde vamos? – me atreví a preguntar.

– ¿Confías en mí? – preguntó Esmeralda, con una gran sonrisa. Me acerqué a ella y dejé un beso sobre sus labios.



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En el texto hay: mafia, matrimonio, diferenciadeedad

Editado: 05.03.2024

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