Piedras Preciosas - Volumen I

Capítulo XXXVIII: Mi mujer es Esmeralda.

Íker Denaro

Salía de la consulta con mi terapeuta; había decidido comenzar un régimen hace algunos días. Me di cuenta de que estaba bebiendo demasiado, y esto estaba afectando mi juicio, mis negocios y, sobre todo, mi vida personal.

En la última semana, me había sentido más cómodo, incluso había podido sostener una conversación con Milenka, que estaba igual de chillona que siempre, pero al menos había entendido que no seríamos una pareja, aunque ella había dicho que seguiría intentándolo, según ella: "lucharía por nuestro amor". Rodé los ojos al recordar eso.

Subí hasta mi oficina y me topé con la sorpresa de que mi hermano estaba allí. Traía cara de pocos amigos y mientras me entregaba algunos informes, sacaba a cada rato su móvil. Lo invité a quedarse en mi apartamento, y aceptó.

– Solo estaré algunos días – acotó – quiero volver lo antes posible, tengo algunos asuntos que resolver.

– ¿Tomarás vacaciones? – pregunté, ya que las clases en la universidad habían acabado y la firma en la que trabajaba nunca le negaba nada.

– Desearía hacerlo, incluso tenía planes, pero bueno, no todo sale como quieres – se lamentó y extrañamente sentí que algo atravesó mi corazón. Esa frase se me hacía tan conocida, tan propia.

– Por la noche llegará Franko, ¿te animas a preparar algo? O yo pido y compartimos en el apartamento – sonrió y tomó su maletín.

– Yo cocino, no se preocupen – caminó hasta la puerta – revisa los documentos, yo iré al supermercado, quiero comer carne – salió del lugar dejándome con esa idea mientras me sentaba tras mi escritorio.

Mi día terminó cuando mi primo me avisó que había llegado a la ciudad. Me moví rápido para ir por él al aeropuerto y luego a mi departamento. Allí nos reunimos los tres a comer algo y ver alguna película. Nuestra conversación se movió rápido entre los negocios, mi supuesta paternidad y Esmeralda, y sus amigas.

Me sorprendió que los dos reconocieran su interés por las chicas. Las conocía poco, pero debía reconocer que eran mujeres bellas, con poco podrían conquistar a cualquiera. No eran interesadas, pero sí muy trabajadoras y, para bien o para mal, demasiado reservadas y recelosas de su intimidad.

– Muchachos – dijo a modo de saludo mi padre, entrando al departamento y sentándose a nuestro lado - ¿Este es su escondite? – nos carcajeamos.

– ¿Qué pasó? ¿Por qué te saliste de casa? – pregunté, estaba algo sorprendido.

– Bueno, Milenka es complicada y tu tía muy directa, la tensión es visible en el ambiente. Yo solo quiero estar tranquilo y eso allí no lo lograré – tenía razón, solté un suspiro mientras los demás se mantenían en silencio. - ¡Mierda! – volvió a hablar mi padre mientras sostenía su móvil – definitivamente, necesito estar en NY – sonreía como pocas veces lo había visto hacerlo y tomé valentía para preguntar.

– Padre, ¿estás viendo a alguien? – él apartó la vista del móvil y mi hermano también se le quedó viendo. Los vimos tomar un trago y soltar un suspiro. Era un hombre mayor, pero nosotros también queríamos saber. Teníamos la duda desde aquella noche que llegó con una acompañante hasta la casa.

– Sí, a mí también me intriga, sobre todo después de verte con una mujer tan … - declaró Massimo.

– Cuidado – advirtió mi padre – una mujer tan bella y ya – todos asentimos, ya vi de donde sacamos lo posesivo y celoso – sí, estoy viendo a alguien, pero es complicado, no es la primera vez que nos vemos o hablamos. De hecho, la conozco desde hace mucho tiempo, pero … - dudó unos segundos – ella es mucho menor que yo y la primera vez que nos encontramos, yo la dejé – nadie respiraba.

– ¿Qué? ¿Cómo que la dejaste? – Franko estaba al borde de un colapso. – a una mujer como ella, no se le deja, se le adora, reza y ruegas porque tus huevos duren lo suficiente como para que ella no te deje a ti – soltó un suspiro haciéndonos reír.

– Hace unos diez años atrás, nos conocimos en NY, yo no sabía quién era ella, ni ella quién era yo y aun así me aceptó una invitación. Terminamos pasando un fin de semana juntos y luego de eso me enteré de que era hija de un socio – estábamos todos impactados y algo divertidos – decidí alejarme, y qué mejor que poner distancia entre nosotros. Ella no me buscó, ni yo a ella.

– ¡Dios mío! Jamás pensé escuchar algo así de mi padre – estábamos sorprendidos, yo reía algo nervioso.

– Pero, no entiendo, ¿Por qué no la buscaste? ¿Solo por un socio? – mi padre asintió.

– Más que socio, era un buen amigo, hace algunos años falleció – todos nos lamentamos – cuando lo supe, quise ponerme en contacto con Roma, pero ella no me recibió – quería reírme, pero no sabía si era pertinente – lo dejé pasar y cuando estuvimos en NY, la volví a buscar. Es complicado, ella no quiere nada serio conmigo, pero yo sí. Ahora las cosas han cambiado – soltó un suspiro y se bebió lo que le quedaba en el vaso – me enteré de que la madre la quiere comprometer con un idiota, para poder “salvar la empresa”. Yo no dudaría en darle todo, sin ser necesario un compromiso.

– Invirtamos en su empresa – mi hermano enderezó la espalda y tomó su laptop.

Lo siguiente que pasó fue que entre todos buscamos la empresa de la chica que mi padre quería. No fue difícil ponerse en contacto con la organización. Invertimos en ella e incluso fue beneficioso para nosotros. Ahora le quedaba a mi padre ver qué hacía o si lograba algo con Roma, como él había dicho que se llamaba.

La verdad es que, junto a los chicos, nos gustaba verlo feliz y deseábamos con todo corazón que su situación mejorara, que disfrutara de una relación que nada tuviera que ver con la familia. Incluso nos podríamos hacer cargo de toda la empresa familiar nosotros mismos, solo para darle algo de tiempo y pudiera buscar a su Julieta. El resto de la velada fue cómoda. Al día siguiente tomé valor y fui hasta la casa familiar. Allí me encontré con tía Verona, molesta, deseando que me llevara lejos a Milenka.



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En el texto hay: mafia, matrimonio, diferenciadeedad

Editado: 05.03.2024

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