Piedras Preciosas - Volumen I

Capítulo XLI: Solo una noche más.

 

Esmeralda

– Nos vamos a casar –, dijo mi hermano mientras bebíamos café en Central Park. – Algo pequeño, incluso habíamos pensado en irnos por ahí, casarnos y disfrutar de un viaje para los dos –. Me hacía ilusión que estuviera tan bien, pero sabía lo que se venía. Los médicos habían dicho que tendría una mejora antes de su último momento. 

– ¿Qué piensas, hermanita? Desde que llegamos te veo misteriosa. 

– Me gusta que seas feliz –, tomé su mano y seguimos caminando de esa forma. – Si te hace feliz casarte, hazlo. Si quieres viajar y tener una luna de miel, anda, vete de viaje, sé feliz –. Los dos reímos. – Creo que nos merecemos eso, tú te lo mereces.

– Tú también mereces ser feliz –, y esa frase se me quedó pegada en la cabeza todo el día.

La tarde pasó rápido. Comimos juntos en el restaurante, pero luego nos fuimos a casa. Rubí junto a Zafiro fueron a sus respectivas universidades, Diamante estaba con mi hermano, ellos no se despegaban y los demás estaban en sus labores. No había nadie con quien poder hablar. Tomé mi computadora y comencé a buscar algunas recetas.

Estuve gran parte de la tarde encerrada en mi habitación, pero tan pronto como vi mi móvil, me di cuenta de que tenía varios mensajes de Sarah. Un escalofrío recorrió mi cuerpo y antes de reaccionar, ya estaba tratando de comunicarme con ella. Para mi buena suerte, era algo que tenía que ver con la casa. No dudé en ayudarla; después de todo, esa seguía siendo mi casa.

– ¿Vas a salir? –, preguntó de pronto Vodka, y solo asentí. 

– Cuídate, avísame cualquier cosa. No me gusta que salgan solas, pero necesitas tu espacio –, me quedé viéndolo.

– Gracias –, me acerqué a él y dejé un beso en su mejilla. – Sé que has detenido tu vida por cuidarnos, pero deberías ir tras tus sueños –, asintió. – Poco a poco nos iremos. No quiero que quedes como damisela de pueblo, esperando a que todo llegue a tocar tu puerta –. Nos carcajeamos.

– Lo sé, solo que es complicado –, besó mi frente y me abrazó. – Juro que cuando todas estén en sus lugares, iré tras lo que sea que depare el destino para mí, ¿OK? – asentí y luego él se marchó.

Me abrigué, ya pronto sería de noche y salí en mi carro rumbo hacia la casa. No me costó mucho llegar; el camino se me había hecho demasiado corto para mi gusto. Cuando llegué, sopesé la situación. La casa estaba oscura, no había muchas cortinas abiertas. No me distraje mucho en eso, me fui a la cocina, donde Nana Sarah me esperaba con una gran sonrisa. Me explicó enseguida que había problemas con las instalaciones del gas, y enseguida llamamos a un plomero, que en menos de una hora ya tenía todo listo.

– Está todo muy oscuro –, dije y ella asintió. – ¿No ha venido nadie? – esta vez negó con la cabeza.

– Nadie, señora –, aseguró. – El señor llegó al país, pero solo me envió un carro, algo de seguridad y una tarjeta para llenar la alacena –. Solté un suspiro, porque, aunque me negara a verlo, tenía la esperanza de poder encontrarme con él allí.

– Abramos las cortinas, encendamos algunas luces. No me gusta que la casa parezca morgue –, ella asintió con una gran sonrisa, y nos pusimos en marcha.

Recorrí la casa completamente, encendí algunas luces, abrí algunas cortinas y quité algunos adornos que habían quedado desde la última vez que estuvimos allí. Mi nostalgia me recorrió por completo cuando llegué hasta nuestra habitación, solté un suspiro, la palabra "Nuestras" hoy se me hace tan lejana.

La noche comenzó a caer, y me quise retirar. Me despedí de Sarah y salí a la entrada principal, donde me senté en la escalerilla para ver si mi cabeza se despejaba por un momento. No fue así, menos cuando me di cuenta de que Iker estaba solo a unos pasos de mí.

Sus brazos me cubrieron, y no rechisté. Necesitaba esto, necesitaba tenerlo cerca, estar a su lado y solo disfrutar de un buen momento juntos, sin mucho hablar. Entramos en la casa, tuvimos una buena comida, y luego nos fuimos a dormir juntos. Era algo indispensable e inesperado, pero necesitado.

Yo lo necesitaba. Iker me había demostrado que también anhelaba nuestros momentos y, por lo menos, me daría ese placer antes de seguir con mis planes.

– ¿Cómo te fue en México? –, preguntó, apenas entramos a la habitación. Bien sabía que se enteraría, pero lo directo de su pregunta me encanta. Sonreí y él también lo hizo. – Solo quería saber, hablaste de ello una vez y siempre quisiste ir, pero… – Trató de excusarse, y para salvar el momento le conté.

– Bien y mal –, solté un suspiro mientras buscaba algo que ponerme en mi armario. – Mi hermano estaba muerto, lo tuve que ir a reconocer a una morgue. Él tenía problemas de drogas, jamás había tenido buenas juntas. Lo que me consuela es que le pude dar santa sepultura.

– Lo siento mucho, debí estar a tu lado –, negué con la cabeza.

– No te preocupes, todo está bien –, le resté importancia. Si le reprochara algo como eso en este momento, sería una pérdida de tiempo. – Y bueno, Javier, él estaba en recuperación en una clínica. Su estado de salud no ha mejorado, pero con la perspectiva que le dieron de vida –, solté el aire. – Está tratando de disfrutar sus últimos… – No pude terminar la frase; Iker me abrazó y me llevó a la cama.

Liberé toda esa tristeza que traía dentro; me di la libertad de ser vulnerable, pero solo a su lado. Me sentí mucho mejor cuando le terminé de contar todo. Él se limitó a escucharme y luego de eso suspiró pesadamente y me contó un poco de lo que estaba viviendo. En silencio nos quedamos, mientras mis pensamientos iban a la misma pregunta: ¿Por qué nosotros?

Está bien, nuestra relación no comenzó de la mejor manera. Lógico, él compró mi virginidad; nos casamos sin yo saberlo. Lo busqué, pero mi esposo tenía una novia. Sonreí estúpidamente. Acordamos conocernos y, después de todo, nos dimos una oportunidad. Sus celos nos dieron nuestra primera crisis; la pasión nos mantuvo juntos, luego el amor, si es que lo que vivimos se puede llamar así.



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En el texto hay: mafia, matrimonio, diferenciadeedad

Editado: 05.03.2024

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