Iker Denaro
– No lo vuelvas a decir – imploré – no digas eso jamás, nosotros no somos un error, en ningún momento – la cubrí con mis brazos, no la dejé ir, aunque sabía que lo tendría que hacer ahora o en un rato más – por favor, solo hablemos.
– Está bien, me quedo, solo al desayuno – respondió sin mirarme a los ojos – pero, por favor, suéltame.
La dejé ir y mientras terminaba de vestirme, mi móvil sonó. Contesté de inmediato, y mi padre, por primera vez en años, estaba gritándome del otro lado de la línea, exigiendo mi presencia de inmediato. No sabía qué sucedía y hablé firmemente con él.
– Hijo, no estoy molesto, no es sobre nuestras empresas y lo que anoche hiciste – él ya lo sabía – Milenka está aquí, exige verte, viajó toda la noche desde Italia hasta aquí – maldición, maldición, maldición, mi mente gritaba.
– Dile que estoy en mi casa, que llegaré en un par de horas, invéntale algo sobre el desfase horario o solo dile que recién estoy despertando – susurró un sí y escuché la voz de la que sería la madre de mi hijo – hablamos más tarde, debo solucionar algo primero.
– Dale mis saludos – luego escuché su risa y cortó.
Me apresuré, no quería malentendidos, y apenas salí a la habitación y me senté frente a ella para desayunar, le comenté lo que estaba pasando. Ella quiso salir de la casa enseguida, pero la detuve. Antes que nada, estaba mi esposa; en estos momentos, yo necesitaba hablar con ella, dejarle saber lo que yo sentía. Ya una vez me quedé callado, eso no volvería a suceder; ahora necesitaba confesarle que las semanas anteriores habían sido las peores semanas de mi vida.
Mi infierno estaba comenzando y yo no lo sabía. Las palabras de Esmeralda eran dagas en mi corazón. Si bien yo sabía que ella no venía de una familia muy convencional, jamás creí que fuera tan fuerte su sentimiento hacia un niño que aún no nacía. Eso me hizo preguntarme – ¿Qué estoy haciendo? ¿Por qué a mí no me afecta o me remuerde lo que está pasando en estos momentos con la madre de mi hijo? – me quedé pensando, mientras escuchaba a mi esposa.
– Ella es la madre de tu hijo, Milenka va a estar en tu vida siempre – escuché y salí de mi trance – yo no quiero competir con eso…
– No lo harás – declaré y tomé su mano – tú no tienes por qué competir por nada, yo te amo y sabes que eso no lo cambia un bebé – ella negó con la cabeza – no pienses que soy tan estúpido de no medir lo que todo esto nos está haciendo, tampoco soy tan indiferente a tus sentimientos y los míos hacia nuestra niñez, ninguno de los dos tuvo una niñez muy bonita, por eso quiero proceder con cautela, solo te pido tiempo – la vi morder su labio y eso me tranquilizó, lo estaba pensando.
– No te aproveches de tu tiempo – con eso me dejó claro que tenía una oportunidad.
Tan pronto como terminamos de desayunar, Esmeralda se marchó. Apenas salió su carro de la propiedad, me fui hasta la cocina, allí hablé con mi personal. Necesitaba un lugar en donde hospedar a Milenka y no la quería en esta casa, por lo que rápido conseguí un lugar, uno que mi hermano me había facilitado. Mandé a que lo amoblaran y dos chicos de seguridad acompañaran a nana Sarah a preparar el lugar.
Con eso en mente, me fui hasta nuestro apartamento familiar. Allí encontré a mi padre junto a Roma, una chica de la edad de mi hermano a quien mi padre nos había presentado como una amiga, pero que yo sabía muy bien que era mucho más que solo una amiga.
Milenka estaba furiosa; con suerte me saludó, pero una vez en mi habitación comenzaron los reclamos, los gritos. Respiré profundo y me aguanté las ganas de gritarle algo. Simplemente, me centré en preparar una maleta y luego tomé la de ella y le pedí que me siguiera al carro. Mis intenciones eran traerla hasta Estados Unidos, pero ella me había ahorrado ese viaje, ya que me había seguido hasta aquí.
Aquí sería más fácil practicarle una prueba de ADN al bebé que ella llevaba dentro. Incluso había conseguido una clínica que no se vendería fácilmente, que solo estaría disponible para mí y las necesidades de ella, si es que el bebé resultara ser mío. El viaje se me hizo corto; el hostil silencio solo me llenaba la cabeza con ideas de cómo poder hacer la prueba de ADN lo antes posible. Pero ya un médico me había dicho que se podía hacer desde la semana 16 del embarazo, y era claro que ella había pasado esa fecha hace unas semanas.
Estacioné el carro y entramos en el ascensor que daba directo al apartamento. Allí ya estaba Sarah con todo listo. Ella nos recibió y nos trató como señor y señora. Eso jamás me gustó, pero nana estaba de mi parte y ella haría que Milenka se sintiera cómoda, aunque no fuera de su completo agrado.
– Ella es Milenka – la presenté – Milenka, ella es nana Sarah, es quien se encarga de mis propiedades aquí en Estados Unidos – las dos se saludaron - ¿todo listo?
– Sí, señor – respondió nana en automático – las habitaciones están listas, su despacho limpio e instalado y como había pedido el sistema de seguridad ya instalado – sonreí.
– Gracias Sarah, puede retirarse – ella asintió.
– Señora, señor – se dio la media vuelta y se perdió en la cocina.
– Tu personal es muy amable – musitó Milenka, por primera vez hablando cómodamente, sin un grito de por medio - ¿subimos? – asentí.
– Ok, por aquí – dije mientras caminaba hacia la recámara que había pedido que prepararan para ella y se la estaba mostrando – esta es tu habitación. Pedí que colocaran todo a tu gusto: tienes una cama cómoda, televisión, un juego de sala, las ventanas se abren poco por seguridad, baño personal y un vestidor bastante amplio – le indiqué dónde quedaban la mayoría de las cosas – en este piso quedan dos habitaciones más; no es muy grande el apartamento, pero está bien por ahora – ella se sentó en la cama y se quedó viendo.
– Pensé que me llevarías a tu casa. Tenía entendido que tienes una enorme propiedad aquí en Nueva York – asentí – me gusta la habitación, gracias.