Esmeralda
Somnolienta, con un dolor de cabeza que amenazaba con matarme y mucha sed, desperté, extrañamente cómoda, entre los brazos de mi esposo. Cerré los ojos, analizando la situación. Sonreí al recordar que fui yo quien le pidió que se quedara. Después de reprenderme mentalmente, tomé fuerzas y me levanté sin hacer ruido. Me metí en el baño para darme una corta ducha y asearme, sintiendo que el aroma a alcohol impregnaba todo mi ser.
Apenas salí del baño, me volví a acostar a su lado. Su móvil estaba sobre la mesa de noche; lo tomé y lo encendí, dejándolo en el mismo lugar. Debería haberlo apagado cuando llegamos para que no nos molestaran; bien sabía yo que ese móvil debía estar lleno de llamadas, y no me equivoqué.
En el silencio de la habitación se lograba escuchar. Me puse de pie y caminé hasta el sillón donde había dejado sus cosas. En la pantalla figuraba el nombre de la rubia oxigenada rusa. Todo mi buen humor se esfumó, y desperté a Iker.
– Ten – ofrecí su móvil – toma, te han llamado toda la mañana – espeté de mal humor. Él se incorporó y se quedó viendo su móvil.
– Dime – dijo secamente. Pensé que no contestaría – estoy con mi mujer – respondió y luego apartó el móvil del oído – me colgó. Estaba sorprendida y me sentía algo halagada. Sonreí como estúpida adolescente, pero él solo dejó el móvil a un lado y volvió a acomodarse en la cama. - ¿Me vas a acompañar? – preguntó, y automáticamente me volví a acostar a su lado.
– Vas a tener problemas – canturreé, y él solo pegó su cuerpo al mío.
– Vale la pena cada maldito segundo – sonrió. Sus labios buscaron los míos, y sin mucho preámbulo, estaba sobre él, rozando su evidente erección con mi centro, húmedo, demasiado húmedo. Sus besos subían mi temperatura, mientras que sus maestras manos comenzaban a estimularme por sobre la tela de la poca ropa que tenía puesta. Disfruté de sus labios, sus caricias en las partes correctas, su estimulación y lamidas perfectas.
Me sentí en el cielo cuando entró en mí. Nos fuimos acostumbrando, y las embestidas comenzaron a sentirse más ricas. Poco a poco nos fuimos acostumbrando el uno al otro, y finalmente mi cuerpo sucumbió a sus intensos movimientos.
Pasamos la mañana completamente encerrados en mi habitación, ignorando teléfonos y al resto del mundo, solo los dos entregándonos mutuamente, como solíamos hacerlo cuando nuestra relación era más simple. Pedimos algo de comida, Nana Zola nos la subió hasta la habitación. Se lo agradecí, y ella solo me dijo que estábamos solos. Ninguna de las chicas había llegado; el restaurante había abierto normalmente, y había algunos mensajes en el contestador del despacho, pero nada urgente.
Eso me relajó, y fue con lo que me quedé el resto de la tarde. Después de comer algo y darnos un baño, salimos de la habitación, recorrimos el patio y bebimos café en la terraza. Pronto nos acompañó Vodka, quien llegaba a casa.
– Café – ofrecí, y él tomó mi taza.
– Buenas tardes, parejita – canturreó.
– ¿Noche dura? – preguntó Iker mientras tratábamos de aguantar la risa.
– Ni te imaginas, y tú, ¿qué haces aquí? Intento de marido – la risa de mi esposo se detuvo, y solo negó con la cabeza. Luego de eso, un silencio incómodo. Vodka trató de seguir – discúlpame, no quise incomodarte, pero ya sabes, es difícil no preguntar por todo lo que ha sucedido.
– Entiendo, y también comprendo que su actitud hacia mí solo es por cuidar de Esmeralda – tomó mi mano y entrelazó nuestros dedos en ese momento – deben saber que estoy trabajando en resolver todo. Suspiré, y mi amigo sonrió sin querer. Vodka no se callaba nada.
– Solo ten cuidado – advirtió el musculoso – tu compañera de apartamento no es tan inocente como tú crees.
– ¡Vodka! – negué con la cabeza.
– Bueno, los dejo, debo asearme y relevar a Darío – se puso de pie, tomando la taza de café, y luego se marchó.
– Muy sincero – comentó mi esposo, y yo solo asentí. Luego pasó su brazo por mi espalda y se me quedó viendo – quiero preguntar – dijo y asentí - ¿Rogelio? ¿Es verdad lo que dijo anoche? – se me quedó viendo.
– Sí – respondí enseguida – es verdad, él es mi padre – lo vi abrir los ojos como platos – anoche me lo dijo. Yo sabía que estaba buscando a una mujer con un hijo, pero se dio con una pared cuando la descubrió muerta años atrás, pero un examen dio positivo y vino a contármelo. Me encogí de hombros – la verdad es que lo sospechaba. Nunca quise investigar; no estaba en mis planes encontrar a mi padre, pero se dio. Puso su mano sobre la mía, y sabía que él se preocupaba por cómo me sentía – me agrada que las cosas fueran así. De esa forma no me tacharán de cazafortunas. Le sonreí débilmente, pero esa era mi realidad. No quería que se viera de esa forma, por ello nunca hice una prueba de ADN entre Rogelio y yo.
– Sabes bien que ese hombre es incapaz de tacharte de cazafortunas; él te adora, y ahora que sabe que eres su hija, te lo dará todo, sin reparo alguno – sus palabras eran una verdad a gritos, pero aun así preferiría mantenerlo en silencio.
Me alegré por el cambio de tema; no me gustaba mucho hablar sobre esto, pero él tarde o temprano lo sabría. Por otro lado, fue una distracción épica pasar de ello a hablar sobre la investigación que se había hecho sobre Milenka. No había dejado los mejores resultados; la codicia y la hostilidad iban de la mano en ella. Podía ser una mujer muy grata de conocer o la peor pesadilla de alguien.
Venía de una familia poderosa, con conexiones en ambos mundos y muchos enemigos. Estaba preparada para todo, pero dejaba su lado oscuro tan cubierto por joyas y brillantes que simplemente resplandecía hasta que alguien se ponía en su camino. Aunque esto me hacía temer por la vida de Iker, según lo que decía la bruja, él es el padre de su bebé y eso los mantendrá conectados por el resto de su vida.
Junto a mi esposo, caminamos hasta mi habitación. Allí nos arreglamos; él debía irse, yo lo entendía, y yo debía ir a ver cómo iba el restaurante. Por la noche tendríamos una cena, ya que Diamante y Javier se irían de luna de miel, y nosotros nos despediríamos. Un mensaje de Diamante al grupo de WhatsApp me sacó de mi dulce realidad.