Esmeralda
Tomaba sol en el patio de la gran casona que mi padre tenía cerca de Sinaloa. El último mes me había mantenido aquí, sin dar muchas explicaciones, sin necesidad de volver a NY, pero en contacto constante con mis amigas y hermano. Sabía que mi regreso debía ser lento, pero ahora, había asuntos pendientes en cuanto a nuestra sociedad, y mi hermano me necesitaba cerca, como él lo había manifestado.
Por otro lado, mi padre, Rogelio, estaba muy a gusto conmigo en sus dominios. Me cuidaba, me procuraba e incluso se había mantenido a mi lado desde aquel día en que llegué a su puerta, entre lágrimas y contándole mi dolor como una pequeña adolescente a la cual le habían robado su primer amor.
Me levanté, esperaba que este día no llegara, pero al mal tiempo darle prisa. Subí a mi habitación, me di una ducha y luego arreglé mis cosas. Bajé para comer con mi padre para luego ser llevada al aeropuerto. Grande fue mi sorpresa al encontrarme con mis amigas junto a Vodka en el despacho de mi padre. Ellos me saludaron efusivamente y luego se quedaron en silencio. Algo anda mal.
– Hija, necesitamos hablar contigo – mi padre se me acercó, invitándome a sentarme en su silla, mientras los demás se acomodaban cerca – hace un par de días, luego de la última vez que vi a Denaro rondar por aquí y verte de lejos – llevé mis dedos al puente de mi nariz, sonreí, pero me sentía avergonzada – creo que todos sabemos sobre eso – sonreí.
– ¡Sí! – escuché a coro.
– Hice lo que debería haber hecho desde un principio, investigar a Milenka – me quedé viéndolo – y encontré algunas cosas y esto – me dio un documento.
– No es muy diferente a lo que encontré yo – Diamante me hablaba desde el sofá en donde estaba con mi hermano – hay muchas fechas vacías, algunas más largas que otras, muchas veces que luego de un escándalo desaparecido y luego se le veía al lado de su padre, un patrón que se repite muchas veces, pero en la mayoría ella estaba saliendo con alguien o la habían visto con alguien y después se defendía usando a…
– Iker, su supuesta relación junto a Iker – dije casi en un susurro.
– Pero, encontramos algo – Rubí le dio a mi padre una memoria USB y este la conectó a la televisión, allí unas fotografías y luego una grabación en un bar, sin audio, se mostraba – como ves, Milenka no es la blanca paloma que quiere que todos crean, no le fue fiel en cuerpo y espíritu a su amado – solté una risa.
– Puede que en espíritu – Zafiro rodó los ojos.
– ¿Quién es el sujeto? – pregunté.
– Fabrizzio Castañeda, Brasileño, heredero de un pequeño conglomerado de empresas y tiendas de lujo, fueron amigos en los años de estudio – leyó de un documento Vodka, quien se colocó a mi lado – un hombre bastante parecido a tu exesposo, pero moreno – me sonrió – en fin, la grabación que ves es días después de la última vez que se vieron ella e Iker…
– Es mucha coincidencia – dijo, sin titubeos, Rubí – las fechas coinciden, los encuentros coinciden, y misteriosamente, ella ya no le contesta a él – me quedé viéndola.
– ¿Cómo sabes eso? – me sonrió, descaradamente.
– Él nos lo contó – mi padre hablaba esta vez.
En resumen, ellos tenían pruebas que hacían dudar de la supuesta paternidad de Iker. Me quedé un momento sopesando la situación y pedí a mi padre que le hiciera saber esto a su amigo, pero sin nombrarme. Quería mantenerme al margen de lo que sucediera, pero no podía ser totalmente anónima. Bien sabía que una vez pise NY, querría verlo.
Me costaba asumir que necesitaba de los abrazos de ese italiano, celoso, posesivo, pero mi posesivo al fin. Mi conciencia no me permitía mantenerme alejada. Yo estaría allí, para él, con él, pero necesitaba que esto se supiera. No dudé en volver a NY. Hicimos el viaje en silencio, hablábamos lo justo. En mi cabeza había mucho que resolver. Mi padre se encargó de hacer una reunión con sus amigos, quienes nos pidieron espacio para darle la noticia a Iker. Yo decidí esperar noticias en nuestro restaurante.
Luego de casi un mes sin ver este lugar, había vuelto. No como yo quería, no de la mano de aquel hombre que me hacía ver el cielo, pero había vuelto. Traté de mantener mi mente ocupada. Sabía que mis amigas habían estado al pendiente de todo lo que había hecho mi exesposo en este tiempo, pero me costaba preguntar. Por lo que, en silencio, me dediqué a la cocina, toda la mañana. Hice un cambio completo de menú y solo me tomó un par de horas. Parece que cada minuto se me hacía eterno, esto se me haría un infierno. Todo lo que me pedían era tiempo, pero sentía que el tiempo no estaba a mi favor.
Fue Vodka quien me sacó de la cocina. Él sabía sobre mi ansiedad, sabía que necesitaba algo más que trabajo. Subimos hasta la oficina, según él, para que lo ayudara con algunas cosas, pero apenas entré y cerramos la puerta, me pidió que me sentara.
– Sé que necesitas esto – habló dejando una carpeta sobre el mueble, en frente de mí – léelo, sé que es necesario, no es algo que te sorprenda, pero sabrás qué ha hecho desde que se separaron, créeme que él lo sabe, sabe que estuviste donde tu padre – sonreí con lágrimas en los ojos, mientras asentía. – es importante que te sientas bien, para mí es importante que estés segura – le agradecí y luego se fue.
Dejándome sola, mientras leía cómo Iker había manejado la situación, debo decir que no me sorprendió que la primera semana se le viera cabizbajo, casi sin ánimos de seguir. Agradezco a su familia que no lo dejó flaquear; estuvieron allí para él. También agradezco a Hannah, quien se desvivió para que comiera, se bañara y siguiera con su trabajo. Sé que volvió a ser él cuando su primo lo llevó a México para ver lo que yo hacía.
La segunda y tercera semana fueron más fáciles de leer y ver. Él había elegido un camino, y la paz fue lo mejor que pudo hacer. De esa forma, pudo saber cómo estaba el bebé, el tiempo de gestación e incluso el sexo del bebé. Aunque estaba feliz por cómo llevaba las cosas, era difícil ver las fotografías en las que Iker y Milenka se veían buscando cosas para la habitación de su bebé. Aunque él no estuviera entusiasmado, estaba allí, del brazo de ella, acompañándola. Solté un suspiro.