Esmeralda
El aroma a medicamento inundaba mis fosas nasales; mis ojos luchaban por abrirse, pero la luz no me lo permitía. Escuché a alguien caminando hacia mí. Ese aroma, mi padre. Fue él quien me ayudó a sentarme. Estaba confundida; mi cabeza amenazaba con explotar. Me dolía todo. De pronto, vi la luz que entraba por la ventana.
– Han pasado dos días – dijo Diamante, ella estaba junto a mi hermano de pie en la puerta. – Debes descansar – dijo.
Enseguida recordé. Un accidente, Iker. ¿Dónde estaba Iker? Traté de ponerme de pie, pero enseguida todo se dio vuelta. Mi padre me sostuvo y volvió a ponerme en la cama. Me dolía mucho mi vientre bajo; estaba algo cansada y aún adormilada.
Zafiro junto a Rubí entraron, y mientras me volvía a acomodar, Diamante le pidió a los demás que nos dejaran solas, solo las 4 y Vodka en la puerta.
– Bella – Dijo Rubí mientras se acercaba a mí – debemos hablar, debemos contarte algo que sucedió – mi corazón poco a poco se hundió, mis lágrimas bañaban mi rostro mientras mis amigas tomaban mis manos.
En pocas palabras, el shock de enterarme del accidente de Iker me había dejado indispuesta. Mi problema cardiaco y la descompensación habían abogado para que sufriera una pérdida. Estaba embarazada, ni siquiera lo sabía. Mi mente era un nudo, estaba triste, cansada, preocupada. Aún nadie me decía dónde estaba el italiano, mi italiano.
Mi cuerpo estaba resentido, pero dos horas más tarde ya no tenía lágrimas. Le pedí a Zafiro que me llevara ropa. Quería levantarme, quería salir de ese lugar y buscar a mi esposo. Sabía que seguía vivo, más no cuál era su estado real. No sabía si se había quebrado algo, si estaba en coma, si aún estaba completo.
La francesa no demoró. Con el permiso de un médico y algunas atenciones de las enfermeras, me di un baño y me coloqué ropa, algo apretada para que mi cuerpo no se resintiera. Cuando salí al pasillo, me encontré con algunos hombres de seguridad, ellos eran del equipo de mi esposo. Esto era serio.
– Señora – Dijo Miles, lo había visto antes, era quien dirigía gran parte de las operaciones – Estamos a su disposición. Por lo pronto, le puedo dar informes – Asentí – apenas tuve información sobre su estado, envié hombres aquí. No ha estado sola en ningún momento. El accidente fue grave, el jefe aún no despierta, no hay detalles. La casa y el departamento están cuidados.
– Que las propiedades sigan siendo vigiladas. Necesito el nombre del doctor que lleva el caso de mi esposo, novedades sobre Milenka, y necesito vigilancia las 24 horas para mi esposo – él asintió.
– Señora – se detuvo – la señorita Milenka está desde ayer en el cuarto del señor. No ha querido salir. No quería ser inoportuno, por las relaciones de la familia, pero no se le ha dejado a solas, aunque tampoco se le ha obligado a salir. – Asentí.
– Vamos – escuché a mis amigas reír.
– Me encantas de jefa, amiga – se jactó Zafiro.
– Esto lo quiero ver – Escuché a Diamante y cuando me giré, las tres estaban sacando sus guantes negros. Me ofrecieron un par y los acepté. Esta vez no me iba a contener. – Ella ya tuvo a su bebé, el impacto provocó un parto temprano – y de pronto negó con la cabeza.
– Tan parecido a su padre – comentó Rubí, sonriente – es la viva imagen de Fabrizio – apreté la mandíbula, por fin una buena noticia.
El ascensor se abrió y me dejó el camino libre hasta la sala en donde estaba la familia de mi esposo, mi aún esposo. Él jamás había llevado los documentos ante un juez. Sonreí triunfante. De pronto, Milenka apareció, caminó directo hacia mí. Su rostro estaba rojo de furia. La escuché maldecirme, pero esta vez no habría compasión.
– Eres una maldita arpía, no te bastó con destruir mi relación. Ahora vienes a burlarte de nuestra desgracia – ¿de qué hablaba? Ella estaba desquiciada.
Sin detenerme y con el impulso que llevaba, apreté mi puño y lo impacté en su rostro. Sentí como hundí su nariz. Sabía que había provocado daño cuando trastabilló de inmediato. No fue consciente del momento en que todo ocurrió. Los hombres de su padre se movieron rápido, pero no estábamos solas.
Diamante sacó un arma y apuntó directo al ruso, quien enseguida hizo que sus hombres se retiraran. Ella no titubeó. Eso me dejó impresionada.
– Ni un movimiento – Advirtió, con mi hermano cubriendo sus espaldas. – Debiste criarla mejor – escuché a mi amiga llamar la atención de aquel hombre. Mientras avanzaba hasta una sala, en donde se encontraba el médico.
– Señora, me quedaré aquí – Mile cerró la puerta tras de mí y enseguida el médico me dio noticias.
– Entiendo que usted es su esposa ¿Verdad? – preguntó el doctor y asentí – Me alegra. Es complicada la situación, y aquella chica estaba evidentemente desequilibrada – solté un suspiro – Señora, el estado de su esposo es complicado. Se llevó todo el golpe del choque. Si no fuera por los métodos de seguridad, probablemente no estaríamos aquí. Una lágrima rodó por mi mejilla. No es mucho lo que puedo comentarle, ya que debemos esperar su evolución, que hasta el momento ha sido muy lenta.
– ¿Ahora está en coma, inconsciente o solo duerme? – pregunté, aun guardando la esperanza.
– Inconsciente, con posibilidad de coma absoluto – me quedó mirando – sé que es difícil, pero él necesita que le hable, que le haga saber que está a su lado; puede que eso le dé la fuerza de volver con nosotros.
Me sentí tan pequeña en estos momentos. Salí de la consulta, y mi padre estaba allí. Solo me acompañó. Estaba al borde del colapso, pero solo me senté a sopesar lo que nos estaba sucediendo. Mi suegro y cuñado se acercaron, pero solo evité mirarlos.
– Estaremos aquí – dijo aquel hombre grande – nos haremos cargo de las cosas laborales y también de lo que suceda con Milenka – me reí.
– Eso debería haberlo hecho hace tiempo, antes de que su hijo se volviera tan miserable – me puse de pie – no lo culpo, pero en su manía de mantener la relación, su hijo se hizo una idea equivocada de mantener cerca a quien lo quiere a su lado bajo cualquier costo – me miró.