Pintando Partituras

Capítulo 2: Regalos

☆ Benjamin ☆

Acompañé a Ellie hasta la parada del autobús para luego continuar mi propio recorrido. Tenía la posibilidad de volver yo también en transporte público, pero prefería evitarlo, ya que siempre estaba repleto de alumnos, chocándose todos entre ellos y sin tener espacio personal, provocando una calor terrible, es algo muy incómodo e irritable. Antes de irme, quedamos en que al día siguiente le contaría algo importante a la hora del descanso, en específico, que me había contactado una agencia de arte.

De regreso a casa estuve pensando en el dibujo que debía acabar para Walter y en la tarjeta que había recibido. Apunté el nombre de la mujer, Freya Thorn, para que no se me olvidara. Deseaba llamar ya al número que había escrito en el papel, así que en cuanto pudiera le explicaría todo a mi madre, estaba seguro de que ella se alegraría mucho.

El trayecto se me hizo corto, debido a que estaba muy ocupado perdido en mis pensamientos. Cuando abrí la puerta de casa, el olor a macarrones recién hechos inundó mis fosas nasales. Dios... juro que confirmé de nuevo que esa era mi comida favorita. Además, eran receta de mi madre, ¿qué más podía pedir?

Dejé la mochila apoyada en el borde del sofá, para luego ir a la cocina, donde se encontraba mi madre preparando los platos.

—He notado que había macarrones en cuanto he entrado —comenté, mientras abría el cajón de la encimera y cogía unos cuantos cubiertos

Se giró hacia mí, sonriente.

—Sé que te encantan. Pareces contento, ¿ha ido todo bien hoy?

—Pues la verdad es que sí, muy bien. Tengo muchas cosas para explicarte mientras comemos —contesté entusiasmado.

Ella asintió y se giró de nuevo, volviendo a concentrarse en rellenar los platos. De mientras, yo me dediqué a preparar la mesa, coloqué los cubiertos, las servilletas, los vasos, las bebidas... Unos minutos más tarde, ambos estábamos en la mesa del comedor comenzando a comer.

Decidí explicarle todo por orden, así que empecé por el chico nuevo que había conocido: Walter.

—Vino un chico que yo no conocía a ver mi exposición... —procedí a narrar, ella me escuchaba interesada— y me dijo que mis cuadros eran los mejores. Fue muy amable conmigo. Se llama Walter y... bueno... es bastante popular en el instituto.

—¿Bastante popular? —cuestionó con curiosidad.

—Sí, tiene muchos seguidores en instagram. Me ha contado que toca el piano y la guitarra eléctrica. Ha propuesto que él podría enseñarme un poco si yo le ayudo a dibujar mejor.

Intenté no nombrar el hecho de que era alguien tan famoso, ya que no sabía cómo se lo tomaría mi madre y tampoco quería darle mucha relevancia a ese hecho. Creía que lo importante no era su popularidad, sinó que había sido agradable conmigo y que parecía un buen chico.

—¿Tú estás de acuerdo con eso? —preguntó.

—La verdad es que sí, me gusta la idea. Se lo he querido decir, pero justo recibió una llamada y tuvo que marcharse. Espero encontrarlo de nuevo por el instituto.

Contesté unas cuantas preguntas más que hizo sobre Walter antes de cambiar de tema.

—Me alegro mucho, cariño. Parece un gran chico, quién sabe, igual acabais siendo buenos amigos. Y si te sientes a gusto, podrías invitarlo a casa un día —sonrió.

En cuanto ambos acabamos de comer, le ayudé a recoger todo y a llevarlo hacia la cocina. La conversación continuó mientras ella lavaba los platos y yo guardaba los productos que necesitaban frío en la nevera.

—También se acercó una señora a mirar mi exposición. Me dio una tarjeta después de decirme que tengo un gran talento, me explicó que debía dártela para que llamaras. Creo que es de una agencia de arte.

De pronto, mi madre cerró el grifo, dejando el vaso que lavaba dentro del fregadero. Entonces se volteó, prestándome toda su atención, yo pude notar que estaba sorprendida por algo.

—¡Benjamin, hijo, ¿por qué no has empezado por ahí?! —exclamó.— ¿Dónde has dicho que has guardado esa tarjeta?

—Está en mi mochila, en el bolsillo pequeño.

—Corre, ve a por ella.

Hice lo que pedía, fui hasta mi mochila y cogí la tarjeta. Le eché un vistazo rápido para después regresar a la cocina. Mi madre ya tenía el teléfono en la mano.

Me vio aparecer por la puerta y estiró el brazo con la mano extendida. Le di el papel, esperando a ver qué hacía; lo leyó y posteriormente tecleó una secuencia de números en la pantalla de su telefóno, todo muy rápido.

—¿Freya Thorn es el nombre de la mujer? —me preguntó mientras se acercaba el móvil al oído.

Asentí.

🎨

Según el relato de mi madre, la llamada había sido respondida por un asistente de la agencia, quien le había realizado unas cuántas preguntas. Antes de colgar, este comentó que debía hacer un par de consultas a sus superiores y que si todo iba bien, nos llamarían de nuevo en algunos días.

Después de todo eso, me marché en dirección a mi cuarto, llevando conmigo la mochila. Subí las escaleras con rapidez, deseoso de continuar el cuadro que regalaría a Walter. Dejé la mochila al borde de la cama y saqué el lienzo para colocarlo en el caballete de madera de abedul.




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