Pintando Partituras

Capítulo 4: Primeras teclas del piano

☆ Benjamin☆

Se abrió la puerta y empezó a entrar gente antes de que pudiera contestar, ni tan solo en mi cabeza, el mensaje de Walter. Intenté deducir quién se sentaría a mi lado fijándome en la mirada de los que bajan por la escalera central. Me extrañé al notar que casi todos ya habían tomado asiento y nadie había mirado hacia esta fila. El primer pensamiento que tuve fue que quien tenía que sentarse a mi lado no había venido. Mentiría si dijera que no me asusté al girarme para mirar a mi derecha. Siendo sincero, no pude evitar el sobresalto. ¿Cómo podía haber llegado tan silencioso? ¿Era un fantasma o qué?

—¡Ostras! —se me escapó en cuanto me percaté de su presencia. Me miraba sin decir nada— Hola... —saludé tratando de parecer normal.

Era un chico joven, pelinegro, con ojos marrones. Llevaba unas gafas colgadas del cuello de su camisa blanca, la cual cubría parcialmente con una chaqueta beige abierta. Traía una mochila negra que había colocado a sus pies. Gracias a que no estaba del todo cerrada, podía ver una parte de su interior. Observé que dentro había una cámara.

El chico se giró hacia mí mientras se colocaba las gafas.

—¡Hola! —respondió con mucha energía, demasiada— Pareces tener más o menos la misma edad de Walter. ¿Vas a su instituto? ¿Es tu amigo? ¿Eres familia suya, quizá? O... —de repente, sus ojos se iluminaron— ¡Ibas a su conservatorio! ¿Tú también eres músico o me equivoco?

Me era imposible seguirle. ¿Qué era esa velocidad al hablar y al formular preguntas? Y yo que no estaba acostumbrado a contestarlas... Apostaría cualquier cosa a que me puse rojo como un tomate. Estaba paralizado. Pero él no parecía notarlo, ni se inmutaba. Solo se quedó mirándome a la vez que pestañeaba de vez en cuando. Sé que esperaba una respuesta. Y yo me esforcé en darla aunque solo recordara dos de sus preguntas.

—No soy músico... —callé unos segundos. No sabía qué decir sobre la segunda pregunta que recordaba. ¿Lo era o no? Bueno, si me había invitado a venir hoy...— Y sí, creo que soy su amigo —musité inseguro.

—Ajá —murmuró mientras decía que "sí" con la cabeza. Su mirada seguía fija en mí aunque ya había acabado. Igual esperaba algo más.

—Y ya está.

Entonces empezó a hablar el otro chico con una alegría destacable, tal como si me conociera de toda la vida.

—Bien. Pues yo soy Daniel —sacó la cámara de la mochila y me la enseñó con orgullo y se la colgó del cuello—. Suelo hacer fotos en los conciertos de Walter para luego escribir algún que otro artículo. Soy aún estudiante de periodismo y fotografía, así que no me conoce mucha gente.

—Pues yo aún no he llegado a la universidad.

Empezó a reírse. ¿Qué le hacía tanta gracia?

—¡Ya se te ve, ya! —contestó.

—¿Por qué?

Su risa se desvaneció.

—¿No es obvio? —negué— Por tu edad.

—Ah, ya... Pero yo no te he dicho mi edad. Ni te había dicho que no iba a la universidad hasta hace un momento.

—Tienes razón, pero pareces tener unos catorce o quince años.

—Podría aparentar esa edad y no tenerla —defendí—. Sin embargo, sí que la tengo —admití con una sonrisa.

Y justó sonó mi teléfono. Me disculpé y me concentré en la pantalla encendida. Otro mensaje de Walter:

Cuando acabe, no te vayas, quédate.

¿Estaba loco? Tecleé una respuesta lo antes posible.

¿Cómo quieres que lo haga? Me echarán.

Su mensaje llegó al instante.

Disimula mirando el móvil o algo. No te echarán

¿Que disimulara yo? Nunca he disimulado. Es sinónimo de actuar y simplemente no sé hacer como algo. Estaba escribiendo cuando llegó una frase nueva a mi vista.

Por favor... Quiero enseñarte algo 🥺

Me congelé delante de esas palabras. Puse el teléfono boca abajo. Me tomé unos momentos para procesar lo recién leído. Al final, suspiré. Había tocado algo dentro de mí que no sabía identificar. Y, por alguna razón, ya no podía decir que no.

De acuerdo, lo intentaré 😒

Tuve que esperar tan solo un par de segundos para recibir su contestación.

☺️

Tengo que salir ya.

Marqué su último mensaje con un corazón, para después apagar y guardar el móvil.

🎨

Se apagaron de golpe todas las luces del teatro. Todo a oscuras. Empecé a observar a todos lados. ¿Y si se había ido la luz? No oí ningún comentario —al contrario, había silencio absoluto— ni nadie parecía moverse preocupado como yo, así que me calmé. Me senté recto y esperé. No tenía ni idea de lo que debía suceder.

De pronto, se encendieron solo las luces del escenario. El silencio se mantenía. Y, entonces, apareció Walter. Traje impoluto. Sin corbata. Muy bien peinado; aseguraría que no había ni un pelo fuera de lugar. Iba centrado, sin mirar al público. Tenía su vista fija en sus manos, que jugueteaban con el botón de la muñeca de la americana. Se tomó su tiempo para llegar hasta el piano. Cada paso que daba dejaba claro que no tenía pensado apresurarse y que aquella no era su primera vez.




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