Capítulo 4. – Reunión en Nydia

– ¿Tierra? ¿Cómo que tierra? – Preguntó Lord Camavaron, apoyando sus manos llenas de anillos en la mesa. – ¿Qué significa eso?

– Lo que he dicho, Milord. – Replicó Chanty, tranquilamente. – Mi hipótesis es que el problema está en la tierra. Ahí es donde reside la magia negra.

– Como los hechizos que les echamos a las cosechas para que crezcan más y mejor, señor. – La ayudó uno de los magos de la corte. – Los hechizos están en la tierra, y cuando las plantas crecen, los absorben, creciendo más y mejor. – Le explicó, como si fuera un niño pequeño. – Luego la gente se la come y le sientan bien.

– Cuidado con ese tonito, Roy… – Lord Camavaron levantó un dedo regordete. – ¡Te recuerdo que soy miembro de la Cámara de los Lores, del Consejo del Rey! ¡Una palabra mía y serás enviado a investigar los brontodontes!

– En ese caso, – Replicó Roy, con una sonrisa burlona. También estaba disfrutando de aquello. – creo que tendré práctica. Después de investigar a su hija…

Lord Camavaron se levantó, golpeando la mesa con las manos. – ¡Te juro que…!

– ¡Basta! – Dijo una voz proveniente de la cabeza de la mesa, cuyo propietario no era ni tan joven como el mago Roy ni tan viejo como Lord Camavaron, y que tenía mucha, mucha más autoridad. El Rey Asdalian I se había levantado de su sillón. – Dejen los dos de comportarse como perros luchando por un trozo de pan. – Ellos parecieron encogerse en su sitio, y el duque se sentó de nuevo. – Roy, si vuelvo a oír un comentario, me ocuparé personalmente de que trasladen el laboratorio de alquimia a la celda de los borrachos. Y, Lord Camavaron… Cierre su suntuoso pico o tendrá que pasarse el resto de su vida trabajando para vivir. Me pregunto si eso le bajaría los humos. 

Los dos se callaron, pidiendo perdón, y el Rey se volvió hacia Chanty. – Señorita, disculpe la interrupción. ¿Decía que la magia estaba en la tierra? Por favor, explíquenos cómo ha llegado a esa conclusión. Pensaba que el problema eran los no muertos.

– Con todos mis respetos, mi señor, pero no es así. – Dijo Chanty, sin mirar al mago ni al duque. – Es horrible y hay que frenarlo, pero solo es la manifestación del problema.

Se había dado cuenta después de lo del cementerio, cuando lo habían pensado y habían visto la distribución de las muertes. La mayoría de los afectados habían muerto después de aprovisionarse en los mercados, donde las muertes se comenzaban a concentrar.

Sacó un tomate, y lo puso encima de la mesa. – Este es el verdadero problema. – Les dijo, mirando a Roy. – Igual que un hechizo de bienestar puede hacer crecer las plantas y fortalecer a la gente, un hechizo de magia negra puede debilitarlos y matarlos.

– ¿Algo invisible que envenena la comida y mata a la gente sin más ni más? – Lord Camavaron se estremeció. – ¡Eso es terrible!

– Sí, se llaman enfermedades, milord. – Sonrió de nuevo Roy, de forma condescendiente. – Afectan a los campesinos desde hace cientos de años.

– ¡Caballeros! – Los cortó el Rey, de nuevo, antes de que volvieran a empezar. – Que no tenga que repetirme. – Sus ojos los atravesaron a ambos con una mirada penetrante.

– E–entonces… – Comenzó otro de los participantes de la reunión, un representante de los administradores de provincias. – ¿Eso quiere decir que hay un mago por ahí envenenando nuestras tierras y convirtiendo a nuestra gente en monstruos? ¿No debería el ejército hacer algo? – Miró al Rey, que a su vez miró a Chanty.

Tras informar de las novedades al gobernador de Lorecia, Leon y Chanty descubrieron que sus preocupaciones habían llegado hasta la Corona, que a su vez había respondido enviando a Roy, un mago superior que propuso realizar una investigación a fondo sobre el tema, reuniendo los reportes que tenían de los enviados a toda la provincia y con la ayuda de todos los cartógrafos, tratando de obtener una visión más global.

Esto fortaleció la hipótesis de Chanty, de que el mal venía de la tierra: Gente que moría tras comer fruta con magia negra, y gente que volvía a la vida. Gente sin enterrar, que absorbía magia negra y volvía convertida en monstruos. No había sido una investigación ni fácil ni agradable, ya que, cuando estaban aún intentando juntar todas las piezas del puzle, supieron que una de las granjas de las que había salido más fruta infectada había enviado un cargamento al mercado de Lorecia, haciéndoles perder un precioso tiempo al provocar una peligrosa plaga oscura que casi acaba con sus vidas.

Pero cuando, por fin, mientras Chanty lideraba al distrito mágico entero y a todos los acólitos de Klynian que pudo reunir para sofocar la plaga, Roy vio el dibujo completo, lo que descubrió resultaba, cuanto menos, alarmante.

– Éste es un plano de la Región de Lorecia. – Explicó el mago, extendiendo un rollo de papel ante el resto de ministros y cortesanos. – Como ya sabrán, está al noroeste del reino, de forma que por el norte hace frontera con el reino elfo Valarys y al este con el mar… – Fue indicando. Una aristócrata le cortó, impaciente.

– Llevamos dándole forma a éste país antes de que tú nacieras, chico… – Le dijo con desdén. La poca amistad que había entre Roy y los consejeros era tema de conversación en muchas tabernas. – Ve a lo importante… ¿Qué es esta mancha roja de por aquí?

– Eso, Lady Myanna, es una representación gráfica simplificada del avance de la plaga oscura. – Le explicó Roy. – Aquí se encuentra Lorecia, no muy lejos del mar, y aquí el Bosque de los Gamos, en el límite de la presencia de magia oscura.

– ¿Qué? – Lord Camavaron miró el mapa con una expresión de desconcierto. – Pero esto parece una mancha de tinta… Pensé que se habían dedicado a contar los muertos. 

– Y eso hemos hecho, Milord. – Se apresuró a decir Chanty, en prevención de otro intercambio de opiniones con el mago. – Tenemos otro mapa en el que marcamos todos los casos, pero tras comprobarlos uno a uno, hemos pensado que la infección se limita a granjas y cementerios dentro de éste área.