Planeta Eris: durante la paz

CAPÍTULO 23. BÄRNSTEN

En una gran estructura de roca, quizá formada hace miles de años, su base parecía haber sido creada con la colisión de al menos veinte gran rocas y una de ellas, plana en forma de una especie de disco alargado había quedado atrapada entre dos más dejando una saliente que apuntaba hacia un gran río; él estaba sentado justo en la punta del aquella roca, por suerte no le tenía miedo a las alturas ya que la distancia desde su posición hasta la zona de tierra más cercana eran de al menos treinta metros; pero eso no le importaba, le encantaba pasar el tiempo ahí y observar el paisaje, sentir la brisa gélida chocar con su rostro también le fascinaba. Frente a sus ojos grandes montañas se alzaban formando una imponente cordillera que recorría toda su Turf, desde su posición podía ver la nieve que cubría la punta de aquellas montañas mientras las faldas de éstas eran empinadas con manchas verdes y grises, una combinación hermosa entre una cuanta vegetación y roca; acompañando a la cordilla corría un prominente río de agua tan clara que desde donde se encontraba podía el reflejo de la roca en donde se hallaba y del otro lado del río había tan solo unas mesetas en las que se extendían grandes praderas con un camino de tierra en dirección a su aldea. Era feliz, inmensamente feliz, con sus apenas 20 años de edad no había nada que el considerase imposible y su vida no podía ser más grata. Vivía en la Turf Hydra, un territorio independiente desde la última rotación del Planeta Eris, era la Turf más lejana del resto y gracias al cambio de clima se favoreció el aumento en los recursos naturales y a diferencia del resto de las Turf que siempre estaban buscando y compitiendo por territorio, gracias a sus propias defensas naturales Hydra se mantenía fuera de todo conflicto bélico y su población podía gozar de paz, mientras sus Reyes solo se preocupaban de mantener a su población contenta y trabajando, más que conquistar el mundo a base de territorio, los Reyes tenían la idea de hacerlo de manera económica ofreciendo sus productos y materiales a otras Turf.

—Sabía que estarías aquí

Una joven se acercó hacia él, el viento mecía su cabello por lo que usaba una mano para sostenerlo entre sus dedos y así evitar que éste obstaculizara su visión. El chico giró su torso en el momento que escuchó aquella dulce y femenina voz que conocía mejor que nadie, extendió una mano hacia ella invitándola a sentarse a su lado; la joven sonrió y suspiró con una sonrisa tomando su mano y con ayuda de él sentándose en la punta de la roca para deleitar su vista con el hermoso mundo que figuraba en sus ojos.

— ¿Todo bien?

—Sí... Bärnsten, eso me lo acabas de preguntar hace dos horas.

La chica le reprendió con una sonrisa, pero él simplemente no podía evitarlo y sin decir más posó una mano sobre el enorme vientre de su mujer, la cual ya tenía prácticamente 30 semanas de gestación; era maravilloso tocarla y más aún cuando sentía de vez en vez una patadita proveniente de su cachorro –como a él le gustaba llamarlo-. Era una pareja relativamente joven, ella tenía 16 años de edad y él 20. Se conocían desde que ambos tenían memoria y aunque él era un huérfano, nunca estuvo realmente solo ya que la gente de la aldea se encargaba de turnarse para pagar su ropa, alimentación y estudios básicos; gracias a su gran carisma y habilidades con la magia se ganó con facilidad el corazón de las personas y era bien conocido por ser un gran muchacho, así que no tuvo problemas para ser aceptado por los padres de su amada, quienes a pesar de ser una familia adinerada no dudaron en ningún momento en darles su apoyo e incluso sus suegros los alentaron a casarse lo más pronto posible y concebir hijos.

Bärrnsten era un muchacho bien conocido, atractivo y que destacaban a donde sea que fuese, especialmente porque tenía un rasgo bastante único, sus ojos de un color diferente cada uno atraían las miradas de todos aquellos que lo veían por primera vez y eso le encantaba, tener la atención de las personas le parecía divertido y usaba aquello a su favor para soltar frases sin sentido, pero que por alguna razón terminaban sacando una sonrisa a todos. Siendo huérfano aprendió desde pequeño distintas habilidades básicas que fue desarrollando y entre las cuales la construcción siempre fue su preferida; desde muy joven juntaba pequeñas ramitas, palos sueltos y rocas, y con ellos hacia nidos, camas y otras pequeñas madrigueras para animales –los cuales amaba en general-, conforme fue creciendo mejoró tanto que ahora se dedicaba a construir lo que fuese, desde casas hasta templos y lo que sea que la gente le pidiese, pero además se perfeccionó en el arte de la espada ya que en más de una ocasión bandidos se acercaban a su aldea en busca de saquearla y el no dudaba en protegerla. Por si fuera poco, tenía un don especial que demostró desde que inició a caminar y era su extraña afinidad con la magia, no había nadie dentro y fuera de su aldea que lo comparara, de por si la magia era algo extraño, él podía usarla como si fuese otra extensión de sí mismo y gracias a que todo el pueblo estaba maravillado, fue entrenado y alentado por todos para que practicara con ella.



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En el texto hay: magia, nobleza, lgbt lesbian

Editado: 27.05.2019

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