Cada noche, el diablo se sienta al borde de mi cama, enciende un cigarro y me echa el humo en la cara.
—¿Ya lo pensaste? —me pregunta, como siempre.
Yo niego con la cabeza, y me duermo profundamente. Todavía no sé qué quiere de mí.
Sus ojos arden en la oscuridad, pero nunca sé lo que busca, solo sé que siempre vuelve, como el eco de una duda absurda.
Quizá un día responda su pregunta, quizá me quede sin huir, pero esta noche, como tantas otras, solo niego, y me dejo dormir.
Editado: 07.01.2025