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▪Capítulo 8▪

Los verdes ojos de Hayes se encontraron con los míos por el espejo retrovisor. Por un momento creí que me pediría una explicación por la pelea de Merl, pero no dijo nada, ni siquiera me saludó, y yo agradecí internamento eso. Estaba vistiendo una pantaloneta azul oscura y una camiseta gris arrugada. Algo simple, pero que en él lucía tan bien. Su cabello parecía despeinado, como si acabara de levantarse. Eso me resultó extraño.

¿Acaso Hayes no estaba en la fiesta?

Merl subió después de lograr encontrar la puerta y se colocó a mi lado.

En cuanto el auto empezó a moverse, el rubio chocó contra mi hombro. Su cuerpo se tambaleaba mareado.

—Auch —me quejé frotándome el brazo.

—Ponte el cinturón, Merl —demandó Hayes con voz autoritaria.

—¿Ves? Te lo dije. Se comporta como si fuera mi mamá, solo le falta darme unas nalgadas —dijo mientras hacía caso a lo que dijo su amigo—. Eso sería sexy, nena.

—Idiota —contestó él.

Reí por lo bajo, apoyándome en la ventana a mi lado. Mi risa captó la atención de Hayes, pude sentir su mirada sobre mí gran parte del trayecto.

—A todo esto, ¿de qué se conocen ustedes dos? —la pregunta de Merl me tomó por sorpresa. Supuse que Hayes le había contado sobre nosotros.

Hubo un silencio bastante incómodo. No supe responder. ¿Merl también conocía a Asher? Y si era así, ¿sería él capaz de contarle todo? No lo creo. Parece serle tan leal como un perro a su mejor amigo.

—Blair es la novia de mi compañero de apartamento —comentó el castaño antes de que yo pudiera decir algo. Arrugué la cara ante sus palabras. Él sabía perfectamente que odiaba ese termino y aun así lo seguía usando.

—En realidad, no...

—¿De Asher? Él es un tío de puta madre. Me ha ayudado varias veces a hablar con Lily —soltó Merl con la cabeza recostada hacia atrás, como si recordara algo.

—¿Ah, sí? —pregunté con curiosidad. No tenía idea de que se conocían.

—Su cabello es tan loco.

—Sí, se lo tiñió hace unos meses, él...

—No, no, no, yo hablo de Lily. ¿Cómo hace para mantener sus rizos tan brillantes?

Arrugué las cejas con confusión divertida. Alguien en serio estaba mal por una chica que acababa de conocer.

Oh, vaya. ¿A quién me recordaba?

—De hecho, no soy la "novia" de Asher —intervine haciendo énfasis en la palabra novia.

Hubo una risa en la parte delantera del auto y no hace falta recalcar por parte de quién. Me di cuenta por el espejo que sus ojos se cerraban bastante cuando sonreían, y para colmo, su sonrisa era demasiado encantadora y perfecta.

—¿Quieres volver a esa conversación, nena? ¿En serio? —Hayes rió, dándose la vuelta para preguntarme.

—No me llames nena —fue lo único que dije.

—Está bien, está bien, tienes razón —agregó, haciéndome levantar las cejas con sorpresa—. No puedes ser la novia de Asher.

—¿A qué te refieres?

—Me refiero a que la novia de un chico no puede ir por ahí besándose con otros.

—¡Hayes!

Eso era una vil mentira. Él y yo no nos habíamos besado, él era quien me había seducido, había tratado de hacerme perder la razón. Y puede que yo estuviera a punto y decidida a dejarme llevar, pero nada había sucedido realmente.

—Tú trataste de seducirme primero —confesó como si leyera mis pensamientos—. ¿O es que acaso no coqueteaste descaradamente cuando nos conocimos? 

—Sí, lo hice. Lamento si te sentiste herido en algún momento —levanté una ceja, desafiante—. Debí darme cuenta que eras el tipo de chico que se  siente intimidado por una chica.

—¿Qué? —volví a escuchar aquella risa.

—Es la única explicación que encuentro a que saques a relucir el tema tan seguido.

Hubo un silencio bastante largo que me hizo relajarme un poco, Hayes había aprendido la forma de sacarme de quicio en tan poco tiempo. Finalmente cuando creí que se callaría, volví a escuchar su voz socarrona.

—Demonios, Blair —dijo sin mucha expresión. Pude ver como sus manos se tensaron sobre el volante.

¿Qué le ocurría?

—Es increíble como puedes ponerme mal con tan solo un poco de sarcasmo —averigué a lo que se refería cuando sus ojos se encontraron con los míos por el retrovisor, de nuevo.

Mi corazón se aceleró un poco. Sin embargo, estaba decidida a no dejarme caer tan facilmente por su mirada gatuna.

—Deja de hablar de eso delante de...

—¿Quién? ¿El inconsciente?

¿Qué?

No entendía muy bien a lo que se refería hasta que un ronquido bastante fuerte a mi lado me hizo voltear. Merl estaba en el quinto sueño con la boca abierta, los ojos cerrados —uno hinchado— y la baba cayéndole a un lado de la cara. Muy encantador.

Negué con la cabeza, divertida. ¿Desde hace cuánto estaría así? Ahora entendía el por qué Hayes había abierto la boca para decir todo eso. 

Merl se bajó en su casa y el castaño le advirtió que mañana —o de hecho, más tarde— vendría a visitarlo para ver cómo estaba. Yo aproveché que estaba poniéndose sobrio para despedirme amablemente.

—Adiós, borrachito.

Pero en realidad yo no podía dejar de pensar que de ahora en adelante, estaría en un auto sola con Hayes.

Definitivamente esto no iba a salir bien.

Le di mi dirección al conductor para que pudiera llevarme de inmediato a casa. Y lo que creí sería un recorrido tranquilo y pacífico, se vio interrumpido.

—Blair, quiero preguntarte algo.

La vista a la puerta de mi casa estaba cerca y yo no tenía ganas de conversar. Solo tenía que alargar esto un poco, y luego me bajaría del auto con facilidad.

—Ajá —musité con tranquilidad. En realidad, me estaba muriendo de los nervios.

Sin embargo su pregunta no llegó hasta que nos estacionamos frente a mi departamento. Le pedí que apagara las luces delanteras, lo último que quería era llamar la atención de los vecinos más hijos de puta que pueden existir.

Me moví inquietante en el asiento, decidiendo la manera de bajarme sin ser detenida. Entonces cuando estuve a punto de abrir la puerta, la voz de Hayes me detuvo.



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En el texto hay: adolescentes, humor, romancejuvenil

Editado: 10.08.2020

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