Kyle.
Miré los ojos de la mujer frente a mí con nada más que desespero y ganas de salir de aquí. Los suyos, estaban puestos en sus uñas mientras pasaba la lima en su mano derecha por ellas.
¿Cómo la encontré soportable en primer lugar?
Fue fácil de manejar al principio, y de no haber aparecido Sam en mi vida de nuevo, habría seguido en la cueva escondido aguantando los caprichos y celos enfermizos de Penélope, los cuales, en primer lugar, nunca debí dejar pasar. Demasiado estrés si los veía ahora.
— Empieza a pedir disculpas por tu comportamiento de ayer, Kyle. —habló con suficiencia como si yo le debiese alguna maldita cosa a ella.
Enarqué una de mis cejas en su dirección a pesar de que no me miraba. ¿En serio no se daba cuenta de lo obvio?
En mi puta vida la palabra perdón saldría de mi boca dirigida a ella. Debía darme las gracias y un jodido premio por haber aguantado sus rabietas durante todos estos meses, otro en mi lugar la habría dejado en plena calle con la palabra en la boca.
— Preferiría hacer esto contigo mirándome para no tener que repetirme, pero ya que insistes en ser indiferente lo diré solo una vez. —se encogió de hombros. Una sonrisa llenó mi rostro. —Se acabó. Te quiero lejos de mi vida por lo que la mierda que teníamos llegó a su fin, Penélope. —sus ojos verdes se encontraron con los míos brillando con furia. Mi sonrisa se amplió. —Ten una buena vida. —dije girándome.
— ¡Detente! —no me inmuté y seguí mi camino a su puerta. —¡Kyle, joder! —rodé los ojos dándole una mirada.
— ¿Qué? —no escondí mi sonrisa.
— No puedes hacerme esto. —me burlé en su rostro sin poder resistirlo. —¡Kyle!
— No me grites. Te escucho a la perfección. —dije eliminando la sonrisa por su voz chillona llenando mis oídos.
— No es justo. Tu y yo somos perfectos juntos. —exclamó. Retrocedí un par de pasos mirando con detenimiento su rostro para corroborar si se trataba de un chiste o no.
¿Estaba hablando en serio?
— Un momento. ¿En qué momento esto se volvió algo más que sexo? —pregunté sin querer una respuesta. —Tu y yo somos perfectos, pero a metros del otro. Te lo he dejado claro, esto para mí no es más que sexo y tú lo sabes. Y no tiene caso seguir con esto cuando ni siquiera siento atracción hacia ti. —terminé por decir.
— Kyle yo te amo. —la miré confundido y una carcajada salió de mi boca cuando la seriedad en su cara era evidente.
— Así como amas al hombre con el que te acostaste hace dos días. —aclaré.
— ¡No significan nada para mí como tú!
— Como mi cartera querrás decir y las oportunidades que obtienes de andar conmigo. —dije sin el más mínimo ápice de broma. Ella no lució arrepentida ni se exaltó por mis palabras, sabía que tenía razón.
— Tal vez al principio sí. —atinó a decir. Rodé los ojos dándome la vuelta y volviendo a mi camino.
Tenía que salir de aquí.
— Kyle. —arremetió contra mi metiéndose entre la puerta y yo. —No lo hagas. Tú y yo conectamos, no necesito títulos, solo te quiero a ti. —puso ojos de cachorro.
— Me voy. Se acabó.
— Si esa mujer no hubiese aparecido tú jamás hubieses sacado esas palabras. —suspiré frustrado.
— Hay tantas cosas falsas y correctas en esa oración. —dije mirándola. —Penélope, eventualmente hubiese terminado las cosas, no pienso ser hiriente contigo porque realmente no está en mí serlo. Y sí, te voy a dar la razón cuando dices que es por Sam. —espeté. Su mandíbula se tensó cuando la mencioné. —La amo y voy a luchar por ella. Es la única mujer que quiero en mi vida, prefiero un minuto con ella a una vida al lado de cualquier otra. —miró hacia otro lado furiosa. —Adiós, Penélope. —su mano se aferró a mi brazo cuando intenté pasarla.
— Kyle, déjame amarte. —me zafé de su agarre sabiendo que esto no era una escena de amor. Era su manera de buscar una vida fácil al lado de alguien que pudiese darle lo que ella quería.
— Se acabó. Déjame en paz.
Salí de su casa antes de que siquiera darle la oportunidad de sostenerme de nuevo. Tenía una mujer hermosa por la cual debía luchar.
***
— Esto te costará una sanción, Kyle. De las grandes. —rodé los ojos con la mano extendida ante las advertencias de Marcus, uno de los técnicos. No me importaba la puta reprimenda que me pudiesen dar.
Agradecía que el entrenador hubiese decidido sacarme a punto de terminar el partido e incluido a Grand. Necesitaba el tiempo. No me importaba si los chicos estaban gritando afuera por la victoria, solo quería el maldito micrófono que el hombre calvo frente a mi tenía miedo de entregarme.
— Marcus, no quieres discutir conmigo. Te aprecio, pero te derribaré si no me das eso, y además de tener una sanción me van a expulsar. —hablé en voz baja.
Demonios. Sam se iría en cualquier momento.
— Yo no te he ayudado con nada. ¿Me entendiste? —aclaró. Solo pude asentir arrebatándole el micrófono de la mano y saliendo rumbo al campo.
Caminé hasta llegar al centro donde los chicos celebraban, Bradley miró el aparato en mis manos y sacudió la cabeza haciéndole señales a todos para que se callaran. Mis compañeros tardaron en reaccionar, pero segundos después me miraban sin comprender.
— Me permiten todos su atención. —los gritos llenaban el lugar. Maldije en silencio por las ganas de hacer que todos cerraran la boca. —¡OIGAN! —escuché la risa de alguno de los chicos tras de mi pero no me importó.
Mis manos sudaban sosteniendo el mango del micrófono y mi corazón latía desbocado en mi pecho. Carajo.
Poco a poco el silencio reinó en el estadio, las personas notoriamente confundidas por la interrupción de su celebración.
— Eso fue rápido. —murmuré por lo bajo con nerviosismo. —Lamento interferir con su alegría, pero tengo algo que decir.
— ¿Qué demonios estás haciendo, Kyle? —me encogí de hombros cuando el entrenador comenzó a caminar en mi dirección. Miré mis alternativas y solo conseguí correr al otro lado del campo.
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Editado: 11.05.2024