Kyle.
Un mes después.
Entré a mi casa con ganas de dormir y descansar. La temporada oficialmente había llegado a su fin, en mi maldito cumpleaños. No era un buen día para celebrar para mí teniendo en cuenta todo lo que el veintinueve de septiembre representaba. Liam estaría cumpliendo treinta igual que yo, y ya no estaba. Por lo general me embriagaba hasta que no sabía ni quien era la persona mirándome en el reflejo, pero ahora, por alguna razón no tenía ganas de hacerlo.
El dolor por la pérdida de mi hermano seguía allí, pero ya no me sentía tan vacío como antes. Ahora, lo que mantenía mi cabeza ocupada, era el hecho de que mi celular no había sonado más que un par de veces hoy. Las únicas personas que habían recordado mi cumpleaños habían sido mis padres y mis hermanas. Lacey y Thomas no se habían quedado atrás este año, incluso Samantha había llamado un par de veces para desearme suerte, pero ni una jodida felicitación de su parte salió. ¿Qué clase de novia se olvidaba del cumpleaños de su pareja?
Desde que se fue hace tres semanas las cosas habían ido de maravilla, pero el tema de un posible regreso no había salido. Sabía que su contrato terminaba en tres meses, pero no había preguntado si tomaría el puesto de jefa de recursos humanos, o si volvería a Boston de manera permanente. Quería que la decisión fuese suya sin mi involucrándome ni ejerciendo presión, y aunque me gustaría que decidiera regresar, también quería que fuese feliz. Haría lo que fuese necesario para estar a su lado, eso lo sabía, pero la sola idea de pensar en dejar a los chicos dolía mucho más de lo que alguien podría imaginar. Eran mi familia.
Una maldita familia que se había olvidado de mi jodido cumpleaños.
Me lo cobraría, sé que a Erick le molestaría que no lo felicitara y me fuese de fiesta para el suyo sin darle el mínimo de atención. Incluso Bradley también se enojaría. Estúpidos, bastardos.
Me metí en la ducha una vez me despojé de mi ropa consciente de que ya nadie llamaría, eran poco más de las ocho, todos se habían ido a celebrar y había preferido escabullirme a mi maldita madriguera para pasar la decepción que me cargaba justo ahora. Cuando vi el pequeño cup cake que Verónica traía esta mañana mientras caminaba en nuestra dirección, una chispa de esperanza se encendió luego de tres horas, pero cuando lo llevó a su boca, quise quitárselo y estampárselo en la cara. Había dicho hace un par de meses que esperaba con ansias mi cumpleaños para ir a celebrarlo. Mi culo.
Estuve fuera en diez minutos, aunque las ganas de permanecer bajo el agua eran demasiadas. Tomé mi celular y aun con la toalla envuelta alrededor de mi cintura entré a mi Instagram. La sonrisa de Samantha iluminó la pantalla cuando su más reciente post apareció.
Mis chicas y yo. A su lado estaba la pelirroja agente de Rick y la pelinegra que había venido hace un par de meses atrás a verla. ¿Estaba de fiesta? ¿Por esto me pidió que no la llamara hasta las diez?
Mis manos se cerraron en puños y aventé mi teléfono a la pared rompiéndolo en pequeños trozos. ¿Muy ocupada? Demonios. Sí que tenía razones de sobra para estar enojado. Los dichosos pequeños detalles importan.
El timbre de la puerta sonó retumbando en mis oídos con insistencia. ¿Quién demonios estaba aquí? Caminé hasta llegar a la entrada y abriendo la puerta con fuerza, los ojos azules de Bradley entrecerrándose en mi dirección cuando notó la mirada molesta y mis facciones endurecidas.
— ¿Qué? —solté al ver que se quedaba allí de pie sin decir palabra alguna.
— Vístete, nos vamos. —entró pasándome y tirándose en mi sofá.
— Lárgate. —hablé quedándome en la puerta y rogándole a Dios que no me hiciera perder los malditos papeles con él. No éramos mejores amigos, pero estábamos bien teniendo en cuenta las diferencias que habíamos tenido en el pasado.
— No me iré. Grand nos está esperando en Dirty Drinks. Celebraremos la victoria, hermano. —rodé los ojos frustrado. —Oh vamos, ¿qué planes tienes? —se puso de pie y caminó hacia mí. —Sam está de noche de chicas con Katy y Hannah, no habrá chat caliente para ti el día de hoy. —dijo riéndose sin saber que estaba tocando fibra sensible para mí.
La decisión se tomó sola ante la mención de mi traicionera novia.
— Dame cinco. —caminé hasta mi habitación bajo la sonriente cara de mi compañero. Samantha se había olvidado de mi cumpleaños y se había ido de fiesta junto con sus amigas, perfecto. Me iría de fiesta junto con los míos y me emborracharía hasta no reconocerme como siempre hacía. y mañana no le contestaría el maldito celular porque ya lo había dado por muerto.
***
El bar estaba a reventar al igual que mis ganas de salir huyendo de aquí. Bradley y Grand tenían a una chica recostada contra ellos y no dudaba que Grand buscara una segunda esta noche, sobre todo por la mirada puesta en la camarera trayéndonos las bebidas.
Tomé el whisky en la mesa y lo llevé de golpe a mi boca. ¿Qué carajos había venido a hacer?
— Vamos a bailar. —ronroneó la mujer junto a Bradley. Mi compañero sonrió de lado y la atrajo hacia él metiendo su lengua hasta su garganta. Grand rió por lo bajo e hizo lo mismo con la pelinegra en su brazo. ¿Era enserio?
Me recosté en la butaca y cerré los ojos frustrado. Mis pensamientos solo girando en torno a una sola persona. La rubia a la que quería poner sobre mis piernas justo ahora y que estaba a kilómetros de mí. No me gustaba mi cumpleaños y no que mis amigos estuvieran haciendo algo para mejorar eso, ni siquiera lo recordaban así que no tenía mucho de donde buscar.
— ¿Por qué tan solo, guapo? —me giré hacia la voz, mi rostro quedando a centímetros de la mujer agachada a mi altura. Sonrió divertida cuando suspiré y me aparté de su lado, tomándolo como una invitación para sentarse a mi lado. Los ojos de Bradley se posaron en mi con su mano en el cuello de la mujer ahora en su regazo. Rodé los ojos y le saqué el dedo del medio. — ¿Me invitas un trago?
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Editado: 11.05.2024