Kyle.
Un mes después.
Repasé la ecografía en mis manos y algo raro se instaló en mi pecho. Un hijo. Mi hijo. No quería hacerme ilusiones porque cabía la posibilidad de que no lo fuera, no confiaba en la palabra de Penélope cuando decía que sí lo era, pero igual el sentimiento estaba allí. La idea me aterraba y al mismo tiempo me alegraba. No era mi sueño ser padre, pero cuando mi relación con Sam evolucionó se convirtió en uno de mis deseos con ella. El hecho de tener un bebé me emocionaba, pero no podía decir lo mismo del hecho de la mujer que era su madre.
— Estuve haciendo cuentas, necesito cierta cantidad para la habitación de nuestro hijo. —asentí mientras caminaba a la salida de su departamento. Le daría lo que mi hijo necesitaba, pero hasta allí llegaba mi obligación con ella. —¿No crees que deberías pensar en comprar un lugar más grande para nosotros, Kyle? —me detuve en seco cuando sus palabras llegaron a mis oídos. Carajo. No me gustaba el camino que la conversación había tomado. —Digo, luego de este bebé vendrán más, entonces es...—me giré fijando mis ojos en ella. Su boca se cerró de golpe cuando vio la mirada incrédula en mis ojos.
— No habrá más bebés aquí. Penélope. —aclaré quedándome en mi lugar. Ella rió y se puso de pie acercándose.
— Ay tontito, sé que tardará un poco, pero luego de que nos casemos...—esta vez fue mi turno de soltar una carcajada. ¿En serio acababa de decir eso? —¿Qué?
— No te armes ideas en la cabeza. No habrá boda ni ninguna mierda que se le parezca. Voy a darte lo que mi hijo necesite, pero en lo que respecta a ti y a mí, solo nos vamos a limitar a ser sus padres. —abrió la boca para refutar, pero levanté mi mano deteniéndola en seco. —No veas algo más en esto. Si pensaste que ese bebé te aseguraba un pase directo a mi cartera y a mi casa, estás equivocada. Me voy a casar, pero tú no eres la mujer con la que lo haré. —sus ojos brillaron con furia mientras a pasos firmes acortaba los metros que nos separaban.
— Esa mujer no va a estar cerca de mi hijo, Kyle. —enarqué una ceja.
— No me interesa lo que tú quieras, si ese niño que esperas es mío, Samantha va a estar en su vida porque es mi novia y mi futura esposa. Me vale mil hectáreas de mierda si tú estás o no de acuerdo con ello.
— Entonces tu tampoco te le acercarás a nuestro hijo. —reí por su osadía.
— ¿Sabes lo que sucede en una batalla legal por la custodia de un niño? —me fulminó. —Creo que tú y yo sabemos perfectamente que no puedes apartarme de mi hijo cuando nazca solo porque eres una perra egoísta que no acepta que el plan de preñarse no le salió como ella quería. —dije en voz baja y firme. —¿Querías amarrarme? Lo siento, ya ese papel lo tomó alguien más incluso desde antes que tu aparecieras en mi vida.
— Te vas a arrepentir, Kyle. —me encogí de hombros.
— Las cosas no siempre salen como uno las planea, Penélope. Acostúmbrate a ello porque si piensas que me vas a mangonear solo porque llevas a mi hijo dentro, te equivocaste de idiota. —solté caminando hacia la puerta y saliendo cerrándola de un portazo.
Que mujer tan exasperante.
Me subí a mi Audi tirando la puerta también, mis manos directo a mi cabello largo mientras pensaba en las distintas maneras en que mi vida podía seguir a partir de aquí. El único que sabía de esta situación era Erick y sus palabras habían sido las mismas que las de Sam, que estaba para mí y que tenía que responder. Nada que no supiera. Debía agradecer que la estúpida de Penélope no había sacado la noticia a los cuatro vientos, su carrera se iría a pique una vez su agente se enterara, y si miraba bien las cosas, su rostro no era el que una mujer veía cuando pensaba en maternidad.
De ella solo emanaba frialdad y dureza, nada que ver con la ternura y amabilidad que una madre debía darle a su hijo, así que ropa de maternidad no iba a modelar.
Me dirigí a casa de Lucas en vez de ir a lo de Nicholas como tenía planeado. Sabía que me diría lo mismo que Erick, y que, en su caso, Emma se le uniría diciéndome lo emocionada que estaba por mí. Ya tenía suficiente con Sam intentando estar allí para mí.
Nuestra relación se había resumido a llamadas por las noches y un par de mensajes durante el día, en donde todo giraba alrededor del pequeño creciendo, e incluso había enviado un par de fotos para la habitación del niño, sería una excelente madre algún día. Teníamos miedo de como irían las cosas, pero estábamos lidiando con ello, mejor de lo que pensé teniendo en cuenta la situación. No podía imaginar ni siquiera si Sam hubiese salido corriendo. Había querido hacer la maldita prueba de ADN antes, pero era demasiado peligroso.
Marqué su número y puse el altavoz mientras conducía. Necesitaba escucharla luego de la mierda con Penélope.
— Hola, hermoso. —sonreí olvidándome de la madre de mi hijo. Esa perra loca me ponía los nervios de punta.
— ¿Qué hay? —hablé deteniéndome en el semáforo en rojo.
— Lo de siempre. Trabajo y más trabajo. Me pidieron prorrogar mi contrato por lo menos dos meses más mientras tomo una decisión. —tragué en seco temiendo lo peor.
— ¿Y qué harás?
— Bueno, independientemente de si me regreso a Boston o no, tengo que dejar todo bien acá. Y además tendría que quedarme a entrenar a la persona que tomará mi lugar en caso que decida volver.
— ¿No pueden arreglárselas sin ti? Te extraño. —su risa llegó a mis oídos.
— Yo también te extraño, pero es lo que sucede cuando tu novio vive en otra ciudad. —un grito se escuchó tras de ella. —Te amo, pero tengo que irme. Hannah está que se saca los ojos con uno de los idiotas que representa.
— ¿Algo malo? —me burlé.
— Al parecer eso de dejar embarazadas a lunáticas está de moda. —rodé los ojos, pero aun así reí.
— ¿Quieres que te deje embarazada a ti también?
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Editado: 11.05.2024