A pluma y corazón palpitante
he escrito para ti este poema,
valiéndome de términos rimbombantes
y de sangrante inspiración eterna.
Ante oscura realidad osa resplandecer
el precioso lustro de tu mirada.
Y tus labios, derroche de placer
para aquel que en ellos ve su sed saciada.
Pero que fuera la carne sin la esencia.
Si ha de admirarse aquello
visible en la presencia,
no se puede ignorar lo bello:
la virtud, el valor, la sapiencia.
Quién con vanas intenciones,
quién con criterio carente,
intente expresar sus emociones
por solo buscar lo aparente.
Aléjalo pues, de ti, doncella,
porque si alguien ha de amarte,
no será por tu bella cabellera,
ni por tu rostro osará admirarte.
Será por aquello que solo se encuentra,
en tu verdadero ser, en tu esencia.
Ahí es donde únicamente se presenta
la extensión del arte de tu vivencia.
Más, esa expresión máxima de tu belleza
apreciarla sabrá solamente
un caballero que, con gran nobleza,
te amará infinitamente.
Palabras de amor
volverán tus oídos a escuchar
Y sabrán demostrar
sentido y absoluto querer.
Por ti ha de dar la vida,
aunque la vida se vaya en su espera,
preferirá por ti perderla
que sin ti vivirla entera.