Poder del Amor

6. MALIBU

Salgo de la cama y me pongo mi bata rosa que ya está medio color salmón o greige debido a que hace tiempo no tengo tiempo de lavar ropa, no entiendo cómo mi hermana podía hacerlo cuando vivía aquí conmigo, es decir, ¡teníamos un montón de obligaciones al tiempo que ella además siempre llevaba varios libros leyendo, hacía desayuno todos los días y se tomaba el tiempo de ver la serie de moda totalmente al día! Admirable, creo que el hecho de que se haya ahora y tenga el ejercicio que tiene laboralmente me haga mirarla de otra manera, ya sin tanto lugar a los celos sino más desde una posición de asimetría. Como que realmente ella es mejor que yo.

Una vez arriba, enciendo la cafetera y me preparo para enfrentar el mundo. Ah, el dulce aroma del café, mi único consuelo en estos momentos. Mientras el café se prepara, reviso mi teléfono y veo un mensaje de Beverly.

Es la fachada del edificio gubernamental donde trabajará ahora en Tallahassee. Me encanta que sea tan entusiasta, pero me manda también una carita como que tiene miedo.

“Eres la mejor y los mejores siempre hacen lo mejor con y para los mejores” le contesto sin dudarlo.

“Te quiero” me dice y parece desaparecerse ya que su estado de “en línea” se borra.

Después de una ducha rápida y un desayuno improvisado (sí, una barra de granola con dos tragos de café cuenta como desayuno, ¿verdad?), estoy lista para salir. Me dirijo a la oficina con una mezcla de entusiasmo y resignación. Ser la hermana de Beverly tiene sus ventajas, pero también me hace sentir como si siempre estuviera a su sombra. No es fácil, pero lo llevo bien. O al menos eso creo. Ella ha dejado su huella en el corto tiempo que ha estado en esta empresa y sé que la gente me preguntará al respecto, fue realmente espectacular el hecho de que se haya ido en el sentido de que montó todo un espectáculo puesto que ese día hicieron una escenita junto a Ridge que es novio. Sí, mantendrán una relación a distancia, eso sí que no me cierra del todo.

Al llegar a la oficina, me encuentro con Gunter, que ya está ahí, listo para comenzar el día. Digamos que si algo tenemos en común es que ambos hemos ubicado una pareja dentro del trabajo, aunque ella se sacó el premio gordo con Ridge. Es decir, Gunter me encanta, pero Ridge además de guapo es el CEO.

—Buenos días, hermosa—dice Gunter, dándome un beso que podría derretir el hielo polar. Gunter es perfecto: alto, rubio y con un acento alemán que podría hacer que la lectura de un comercial publicitario de pantuflas suene sexy. Pero noto algo en sus ojos hoy, podría definirlo como compadecimiento por el hecho de que ahora he quedado sola en la ciudad o será paranoia mía.

—Hey, hola, amor—le digo y recibo su beso para luego seguir adelante con lo mío. Él se ubica también en su lugar que es justamente en el escritorio continuo al que yo estoy, convengamos que en caso de querer ser indiferente con él no es algo que entre precisamente en el catálogo de opciones.

Una vez que enciendo mi computador, recibo la primera misiva de su parte:

—¿Cómo estás? ¿Supiste algo de Bev?

Caray, ¿en serio?

—Pues, no lo sé, apenas lleva unas horas allá.

—Entonces, llegó bien.

—Sí, supongo. Mira.

Le muestro la foto del palacio gubernamental para que no pregunte más.

—Es todo lo que he tenido de su parte.

—Waaaaooo—pone cara de admiración. Conmigo es más comunicativo de lo que suele ser con otros, pero ahora justamente me genera una chispita de celos seguir intentando ser yo misma bajo la sombra que ha dejado mi hermana en esta empresa—. No te puedo creer que haya conseguido todo esto, es asombrosa.

—Sí, es buena en lo suyo, la admiro también.

—¡Es la mejor!

Okay, okay, te hubieras metido con ella si te gustaba tanto.

Le dedico una sonrisa y me levanto.

—Iré por café, ¿quieres?—le propongo.

—Está bien, quizá luego, gracias.

Salgo y me encuentro cara a cara con Ridge pasando de largo hasta su oficina. No es alguien que no salude, solo sigue de largo y ni siquiera repara en que estoy aquí, parece tener la mirada perdida cuando se encierra en su oficina vidriada. Le veo afirmar la frente en las palmas de las manos una vez tras su escritorio y puedo imaginar que la despedida con Bev por la madrugada tuvo que haber sido dolorosa. ¿Todo el mundo la va a añorar tannnnnto? Es decir, la admiro, pero ¿es necesario tanta escenita?

No obstante, al levantar la mirada parece darse cuenta finalmente de que me he quedado clavada al suelo mirando y le dirijo un ligero saludito. Él fuerza una sonrisa que evidencia estar triste y sigo adelante en busca del café.




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