Poder del Amor

7. MALIBU

El resto del día en la oficina transcurre con la eficiencia habitual de un día laboral en Miami, lo que básicamente significa que todo el mundo está recuperándose del fin de semana y tratando de parecer ocupado cuando una buena parte de la población vive en realidad de fin de semana lo que hace que pondere la alegría y las buenas vibras.

Mi teléfono sigue sonando cada tanto con mensajes de Beverly, quien parece estar viviendo su propia versión de "El Diablo Viste de Prada" en Tallahassee, solo que con menos Meryl Streep y más Ethan Harper. Cada vez que veo una de sus fotos, una mezcla de orgullo y un poquito de celos me invade y creo que es normal en una hermana ver algo así.

“¡Mira, Malibu! Esta es la vista desde mi escritorio. ¿No es increíble?” escribe Beverly, enviándome una foto de un paisaje impresionante que es incluso mejor que la vista privilegiada que tiene el mismísimo CEO de la compañía donde trabajo, Ridge, su ex.

Yo miro por la ventana de mi oficina y veo... un muro de ladrillos de un lado y el escritorio de mi novio al otro. “¡Genial, Bev! Me alegra mucho por ti (:” respondo con un emoji de sonrisa que me sale solo en signos, tratando de no dejar que los celos asomen en mis palabras. Ella se lo merece, pero no puedo evitar sentirme un poco pequeña a su sombra, que lo disfrute, en fin.

Llega la hora de salir y me encuentro con Gunter en la entrada de la oficina quien ya me está esperando. Decidimos tomar el tren de vuelta a casa ya que él viene en transporte público y no en su auto cuando es una jornada normal, lo cual siempre es una aventura en sí misma. Subimos al tren ya que acordamos ir a cenar a mi apartamento, aunque justo cuando creo que puedo relajarme, ¿a quién veo? Sí, adivinaste: Jax, el chico de contabilidad. La vida tiene un sentido del humor retorcido cuando piensa en cruzar a tu novio actual y al chico con el que estuviste a punto de terminar alguna vez a los besos tras la máquina de café.

—¡Hey, Malibu!—dice Jax, pero pronto cae en la cuenta de que no estoy sola—. ¡Oh! Gunter, amigo, ¿todo bien?

—Hola, Jax—respondo, tratando de mantener las cosas casuales.

Gunter, de pie junto a mí, se tensa inmediatamente. Puedo sentir sus celos como una nube negra sobre nuestras cabezas porque creo que varios se dieron cuenta en su momento que entre Jax y yo habíamos estado con cierto flirteo.

Jax, sin darse cuenta (o tal vez sí), comienza a hacer pequeños comentarios e indirectas dando charla como cuando quieres hablar de algo con alguien por el solo hecho de hacerle notar que te interesa.

—Sí, bueno, eso fue hace mucho tiempo —respondo, nerviosa, tratando de evadir sus esfuerzos, pese a que es atractivo: ojos verdes, cuerpo atlético, buen gusto para elegir camisa que combine con su mirada y su cabello castaño claro. Miro a Gunter, quien está apretando los dientes a mi lado. ¡Fantástico! Es el equivalente perfecto a cuando un perro se acerca a olerle la comida a otro.

Llegamos a nuestra parada y bajamos del tren. El silencio entre Gunter y yo es más pesado que mi conciencia después de un maratón de Netflix viendo alguna serie atrapante sin moverme del sofá, así que emito un comentario que no sé si sea el mejor:

—¡Qué cool, Jax! Siempre tan mono.

—¿Hay algo que quieras decirme, Malibu?—pregunta Gunter probablemente sacando artillería pesada, con un tono que hace que mi corazón se hunda un poco.

—¿Algo como qué?

—Como que si te gusta Jax.

—¡¿Qué?!

—Está claro que hay cierta conexión ahí.

—¡Caray, no! Solo hablamos a veces en el trabajo, ni siquiera podría catalogarlo como a un amigo.

—Sé que en el pasado ibas a verlo. Bastante seguido.

—¡Solo porque su escritorio está de pasada a la máquina de café!

—Ay, Malibu.

—Gunter, ¿en serio vas a montar una escenita por una charla en el tren?

Suelta un resoplido y admito que se lo ve un poquitín tierno, aunque no sea una conducta precisamente saludable en una relación.

—Es que no puedo evitarlo—dice, con arrepentimiento—. Cada vez que lo veo, parece que está tratando de reconectar contigo, aún sin la decencia de verme ahí contigo—dice Gunter, un poco más suave esta vez.

—Mira, amor, no quiero que esto arruine nuestra relación. Sé que trabajar juntos puede ser complicado, pero estoy contigo porque te amo—intento darle certezas con mi tono y mi gesto, tomando su mano.

Llegamos a mi apartamento, y Gunter se ofrece a hacer la cena para intentar aliviar la tensión. Mientras él se pone a cocinar, decido revisar mi teléfono. Ahí está un mensaje de Ridge que me tiene un poco impactada. “Oye, Beverly dejó algunas cosas en su antiguo apartamento. Michael necesita el espacio para seguir alquilándolo temporalmente. ¿Puedes pasar a recogerlas?”

Qué suerte, creí que iba a darme alguna orden de trabajo o me preguntaría si recuerdo de qué color son los calcetines que llevaba mi hermana la perfecta en el viaje.

—Gunter, Ridge me acaba de escribir. Parece que Beverly dejó algunas cosas en su apartamento, y necesitan que las recoja. ¿Te importa si voy ahora?—le pregunto.

Gunter frunce el ceño, pero asiente.

—Rayos, justo hoy no vine en el auto.

—Descuida, voy en Uber. Si queda algo pendiente lo recogemos mañana en tu coche, ¿te parece?

—Claro, ve. Yo terminaré la cena. No tardes mucho.

Le doy un beso en la mejilla y salgo sonriente porque me siento segura de estar con el hombre perfecto y deseo con todas mis fuerzas no terminar por arruinar las cosas entre él y yo.




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