Poderes Saga Poderes #1

En casa

Desperté, me di cuenta de que tenía aparatos y más aparatos conectados en mi cuerpo, un respirador me daba oxigeno artificialmente y un suero intravenoso con medicamento se iba colando a través de mis venas.

Al observarlo, me di cuenta de un par de cosas; la primera: de que el monitor que registraba mi corazón y su pulso funcionaba a la perfección, sin embargo, yo no notaba a mi corazón latiendo, ni a mi sangre correr, no entendía como aquella maquina registraba lo que no existía, parecía ilógico e incluso llegué a pensar que era yo la que se equivocaba todo aquel tiempo y realmente mi corazón latía y bombeaba sangre.

Pero de pronto, al despertar completamente y ser consiente de todo, el monitor comenzó a fallar, la pantalla parpadeo como si una falla le hubiese afectado, las lecturas comenzaron a volverse confusas, de pronto marcaba un pulso normal, después cambiaba y no había signos, para después volver a cambiar y mostrar latidos a veces muy recios, o a veces muy lentos, para que al final, volviera a mostrar un pulso inexistente, antes de apagarse por completo.

Extraño.

La segunda cosa fue menos extraña, algo que después de analizarlo incluso me pareció lógico.

Después de la hora de terapia con Gregory deje de verlo un tiempo, tiempo que aproveche para practicar en solitario, por la noche, comencé a escapar del hospital y echarme a correr hasta que encontré un bosque, me adentre en el hasta dar con un lugar lo suficientemente alejado de cualquier persona.

Me concentre en el agua, ya que era algo que, de algún modo, ahora sabia, o al menos creía saber cómo manejar, intente buscar un arroyo o incluso un largo o una charca, pero no había ninguno cercano, después recordé los libros que había estado leyendo para ver si recordaba, aunque fuera antiguas lecciones escolares; en ellos decía que el cuerpo humano se compone del setenta por ciento de agua, también decía que los arboles eran capaces de absorber el agua de la tierra.

Con una renovada convicción, decidí intentar un par de cosas, la primera fue buscar un árbol, el más grande y robusto que pudiera, cuando lo logre, me coloque justo sobre una de las raíces escarbe un poco y cómodamente metí mis manos en la tierra, supuse que habría llovido hacia poco, porque la tierra estaba suelta y húmeda, deje de pensar demasiado, había descubierto que la concentración no tenía nada que ver con el control, así que me olvide de pensar y deje que las cosas fluyeran solas, pronto, vi como unas delgadas líneas de agua se concentraban a mi alrededor, dejaban el interior del suelo y brotaban hacia la superficie.

Parecía como si la tierra tuviera un sistema nervioso y la sangre fluyera con ganas, parecía que el agua siguiera a mi cuerpo como si de magnetismo se tratara, aunque lo más probable es que fuera así, pero no lograba recordar nada sobre el efecto.

Mientras menos me concentraba y más dejaba fluir todo, más fácil era manejarlo, podía cambiar las direcciones que tomaba y la velocidad con lo que lo hacía, incluso era fácil para mi mover la tierra al mismo tiempo, hacer un nuevo camino para los pequeños arroyos u obstruir el paso de alguno.

Me dejé llevar a tal punto, que de pronto, al abrir los ojos que no sabía había tenido cerrados, vi como a mi alrededor y sobre mi cuerpo encorvado se encontraban dispersas varias hojas y ramas, todas muertas.

Levante la vista al árbol, este había estado secándose rápidamente, parecía que no había estado evocando el agua del subsuelo, sino también del árbol mismo, me levante con trabajo y sacudí la gran capa que me había estado cubriendo, el peso acumulado y la actividad que había estado realizando me dejo agarrotada, comencé a moverme como si calentara para hacer un gran ejercicio, no sabía que iba a hacer, aquel árbol estaba seco, había muerto.

¿Esto es lo que hago? ¿Lo que debería hacer?

Vi el agua en el suelo aun fluyendo y abriéndose paso entre las hojas y ramas, parecía no interesarse en un árbol podrido. Al final esa agua era parte de mí, si a ella no le importaba, significaba que a mí tampoco.

- Cuando conocí a Gregory, hice volar todos sus papeles – pensé en voz alta mientras miraba en agua esforzándose por pasar entre la hojarasca.

Extendí mi mano hacia las hojas más por instinto que por necesidad, aun así, basto para que de pronto un viento apareciera por mi espalda y jugueteara entre el suelo, levantando hojas y ramas, liberando espacio para que una brecha se abriera entre los caudales y yo.

Sabía que no necesitaba mover las manos o hacer gestos con el rostro, pero de algún modo, hacerlo me hacía menos como un fenómeno y más como un personaje de los comics de Audrey, que por supuesto, también eran fenómenos, pero unos más respetados.




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