Cada vez hay menos árboles en el bosque, cada noche, cuando Audrey duerme o se va de guardia yo salgo y me interno en lo más profundo del maldito bosque, aun no domino bien mis habilidades, necesito hacerlo para defenderme de lo que sea que venga.
La gran ventaja de no tener vida es que no hay cansancio ni necesidad de dormir o comer, o cualquier otra necesidad de vivos, por lo que aprovecho para entrenar. Ahora que el miedo a ellos se ha esfumado (o la mayoría del miedo al menos) es como hacer aparecer agua, fuego y los otros elementos, también puedo hacer rayos y formar el desastre que quiera pero aun no tengo tanto control sobre ellos como me gustaría.
Decido dejar los árboles en paz, con el tiempo algún encargado se dará cuenta y tal vez sospeche de alguien que tala ilegalmente o algo por el estilo, justo ahora, utilizo una gran roca como diana y practico mi puntería, en el centro eh marcado una especie de equis para disparar.
Desde que apareció aquel anuncio en TV los nervios no me han dejado de perseguir, ahora, cada vez que enciendo ese aparato o cualquier otro, un nuevo ataque, más desapariciones y secuestros abarrotan la sección de noticias.
Y muerte, sobre todo la muerte.
En todo mundo el pánico es el pan de cada día, ya no se sabe dónde van a atacar, la gente huye desesperada, algo que, para ser sincera, me parece absurdo, ¿huir a dónde? Ellos están por todos lados, no existe un solo lugar seguro en toda la maldita faz de la tierra, tristemente, no hay esperanza inminente.
Lanzo una flecha de aire hacia la roca, se estrella contra esta y logra un gran agujero, pero lo hace lejos del objetivo que marque. Gracias a las clases de química, eh aprendido sobre moléculas y de algún modo, me ha servido bastante para darle forma a lo que puedo hacer, sé que muy probablemente, haya más cosas involucradas, pero me basta con lo que se ahora, un poco de ciencia y un poco de fluidez, con eso basta.
Gregory me advirtió de ser discreta, lo mejor era que nadie se enterase de mis “peculiares habilidades”, algo que se de sobra, quiso que dejase el tema de lado, que viviera como si no tuviera poderes, dejara de entrenar e hiciera como si nada.
Como si eso fuera posible.
Su actitud para protegerme era excesiva, le prometí hacerlo, pero la realidad es que desde entonces no había tomado con más seriedad mis poderes, en especial desde que ella se fue, una guerra se aproxima, me advirtió, y sabía muy en el fondo que esa guerra me involucraba de algún modo.
Lanzo toda clase de arma que se me ocurre, un hacha de agua, cuchillos de fuego, rocas de… bueno, de rocas, lanzas de aire, todas al menos ya se clavan en la roca/blanco, pero muy lejos del objetivo marcado, la frustración puede más conmigo, tironeo mi cabello hacia atrás y en un arranque de furia, lanzo un rayo más grande de lo que planee.
Este sí que da en el blanco y no solo eso, sobrepasa el duro silicio y lo rompe en varios pedazos, el estruendo es tal que estoy segura que se ha escuchado hasta la ciudad vecina, una luz se posa en mi espalda, el pánico se impregna en mí de inmediato.
- ¿Eres uno de ellos? – pregunta una voz tan temblorosa que apenas y se escucha.
Me paralizo sin saber qué hacer, me han descubierto, y no tengo ni idea de que hacer ahora, un clic se escucha tras de mí y por las películas que eh visto con Audrey, ya puedo imaginarme la pistola cargada y apuntándome.
- Date la vuelta lentamente – el temblor de su voz incrementa, haciendo sus palabras menos comprensibles aun.
- No le hare da…
- ¡Date la vuelta! – grita con todas sus fuerzas.
Justo como en las películas, levanto las manos lentamente en seña de rendición y me doy la vuelta despacio, justo como indicó, al girar completamente me topo con unos ojos negros llenos de miedo, el hombre de mediana edad tenía un traje de guardabosques que sinceramente creí que no existían, sus pantalones tienen una mancha difícil de ignorar, pero no lo culpo, supongo que después de lo que ha pasado en las últimas semanas, ver a alguien como yo causaría terror a cualquiera.
- No soy un fundador – le aseguro con voz temblorosa al igual que él – solo quiero que no me encuentren.
- Eres uno de ellos – me responde, claramente, no escucho nada de lo que le dije – eres un monstruo como ellos.
- No, le aseguro que…
- ¡Silencio!
El miedo tiende a hacer locuras, veo al pobre hombre, no solo su voz tiembla, sujeta su arma con ambas anos, pero aun así, el temblor hace que le sea imposible mantenerla fija, todo su cuerpo está envuelto en sudor, lo que me hace sentir aun peor por lo que estoy por hacer.
Pero es la única forma.
- Lo siento mucho señor – le digo sinceramente.