Ráfagas de viento volando por todos lugares, no sé dónde estoy, solo puedo ver el cielo, pero no es azul, es marrón, olor a putrefacto, me levanto, a mi alrededor, todo está podrido, muerto, tal vez antes fuera un campo lleno de pasto, de árboles enormes y con muchas ramas y hojas, con animales pequeños y grandes. Pero ahora, pareciere que todo se haya quemado, los arboles solo eran un tronco carbonizado con algunas pocas ramas ya quemadas, el suelo estaba quemado y resquebrajado, hay una gran abertura, como si el suelo se hubiese abierto y de ahí hubiese salido el fuego, también había cadáveres, las moscas y el hedor ya estaban presentes, ni siquiera los animales escaparon.
¿Qué pudo provocar todo aquello?
No dejo de preguntármelo mientras miro toda la extensión de terreno que alcanzo a ver, todo a mi alrededor es igual, el olor es insoportable, veo como un árbol calcinado pierde la batalla y cae sobre el suelo, rompiéndose en varios pedazos y las cenizas volando con el viento que sopla cada vez más fuerte.
Camino y me encuentro en lo que parece un camino, pero al fijar la vista lo veo bien, no es un camino, antes fue el caudal de un río, un río que también ha sucumbido ante el fuego infernal, aún está presente, porque el olor del humo se mezcla con el de putrefacción, una sola palabra se me viene a la cabeza al pensar en todo aquello: Muerte.
¿De dónde vino el fuego?
Entonces el olor del humo me parece demasiado cercano, me giro en todas las direcciones, pero no veo ninguna llama, en ese momento me doy cuenta de que el humo viene en dirección ascendente, miro hacia abajo y grito.
Mi cuerpo está en llamas, pero mi ropa no se consume, miro mis manos incendiadas, sin ninguna quemadura o ampolla, comienzo a llorar y lo comprendo todo, vienen las arcadas que me obligan a arrodillarme.
Yo soy el fuego.
Yo hice toda esta destrucción.
Es mi culpa.
Yo soy la muerte.
Entonces despierto.