Alexander inclinó la cabeza con gracia cuando Melody le entregó un pequeño obsequio. Observó con interés el objeto y, al acercarlo a su nariz, se dejó llevar por el dulce aroma que lo envolvía, un perfume de azúcar que le resultó agradable y acogedor. El nombre "Gomitas" le resultaba desconocido, pero podía suponer que eran de alguna tienda especial. Para él, un hombre adinerado, los dulces eran una rareza; en su mansión, los placeres simples como ese eran escasos.
"Claro, Melody. Me los comeré contigo", respondió con confianza, tomando las Gomitas con la elegancia propia de su condición. Sus labios probaron el dulzor sorprendente de las golosinas, y una chispa de asombro brilló en sus ojos. A través de ese pequeño gesto, se adentraba en un mundo de sabores y experiencias que rara vez había conocido, un mundo que Melody estaba introduciendo en su vida con su generosa amistad.
"Te gusta, ¿verdad?" Melody preguntó con entusiasmo, sus ojos brillando con emoción. "¡Ah, es la última que quedaba de una caja que compré en vacaciones... podrías acompañarme un día a comprarlas si no vivimos tan lejos?" Ofreció una sonrisa amistosa y abierta mientras aguardaba su respuesta.
La pregunta de Melody reflejaba su deseo de compartir momentos y experiencias, la posibilidad de construir una amistad que iba más allá de un simple encuentro casual.
Alexander continuó disfrutando de las gomitas, saboreando su dulzura con deleite. Las pequeñas golosinas habían conquistado su paladar de una manera sorprendente, y su satisfacción era evidente. Cuando escuchó a Melody mencionar la posibilidad de comprarlas en una tienda y la idea de acompañarla si vivían cerca, inclinó la cabeza ligeramente hacia un lado, demostrando su interés.
"¿Estas Gomitas son de una tienda?" Preguntó con un tono de emoción en su voz, suponiendo que ella había afirmado eso anteriormente, aunque su mente no estaba segura de retener todos los detalles. La conversación sobre las gomitas parecía haberse convertido en un hilo que los unía, una excusa para explorar nuevas aventuras y conocerse mejor en su incipiente relación.
"Sí, sí. Una tienda artesanal y bastante grande." Melody respondió con entusiasmo, sus ojos brillando con la emoción de compartir una de sus pequeñas alegrías con Alexander. "¿Te gustan las cosas dulces, Alexander?"
Los labios de Alexander se curvaron en una amplia sonrisa una vez más, revelando su sincero placer.
La sonrisa en los labios de Alexander reflejaba una delicia genuina. Los detalles de la conversación, las gomitas y la conexión con Melody lo habían llevado a experimentar una alegría auténtica y una conexión especial que florecía con cada interacción. En ese momento, un rayo de luz parecía iluminar su mundo.
"Sii?? Me alegra. A mí me gustan las cosas agridulces o ácidas." Melody respondió con entusiasmo, sus ojos reflejando su alegría al descubrir una afinidad de gustos con Alexander.
Ella había notado la sonrisa en los labios de Alexander, una expresión que raramente veía en él, especialmente cuando lo observaba caminar solo, con un semblante serio y melancólico. La alegría de verlo animado llenó su corazón de gratitud, y un sentimiento de calidez se apoderó de ella mientras su relación comenzaba a tomar forma.
Alexander escuchó las palabras de Melody y mantuvo una sonrisa en su rostro. Sin embargo, lentamente, la sonrisa se desvaneció, y una sombra cruzó su semblante. Su mandíbula se tensó y frunció el ceño mientras sus pensamientos lo llevaban a un lugar desconocido. Sus ojos se cerraron con fuerza, como si estuviera luchando con algo en su interior. Luego, con una profunda respiración, sus ojos se abrieron de nuevo, y su expresión volvió a la normalidad. Con una gentileza que irradiaba amabilidad, volvió a sonreír a Melody, asintiendo ligeramente.
"También disfruto de lo agrio y lo dulce, Melody. Creo que son los sabores más exquisitos. Mis frutas favoritas son las mandarinas; son una mezcla perfecta de agrio y dulce."
"En serio??" Melody exclamó con un brillo en sus ojos, su voz llena de sorpresa y alegría. "En mi país, en mi familia, solíamos comer mandarinas en invierno bajo el cálido sol. Ah, qué hermosos recuerdos. "
Las palabras de Melody evocaban imágenes de días soleados y felices en su país de origen, donde los aromas de las mandarinas se mezclaban con el calor del sol y la risa de la familia.
Alexander inclinó la cabeza ligeramente, sumido en sus pensamientos mientras escuchaba a Melody hablar de comer mandarinas en su país durante el invierno. Una curiosidad sincera lo embargó, y deseaba saber más sobre la tierra que ella llamaba hogar. Sus ojos reflejaban un anhelo por comprender el mundo a través de los ojos de Melody, y se preguntaba si las mandarinas sabían igual en diferentes lugares.
"¿Dónde está tu casa, Melody? ¿De qué país vienes, si puedo preguntar? " Alexander preguntó con una voz suave y amable, como un caballero que buscaba conocer más sobre la vida y las experiencias de la mujer que estaba frente a él.
Una sombra de tristeza se reflejó en el rostro de Melody, sabiendo que la distancia entre ellos complicaría cualquier plan futuro de verse en vacaciones. Un sentimiento de decepción cruzó por su mente mientras pensaba que su idea había resultado ser un plan fallido.
"Ah, yo. Pues en Argentina, Buenos Aires por supuesto." Respondió con una voz suave, revelando su lugar de origen.
Alexander inclinó ligeramente la cabeza, reconociendo con serenidad que Buenos Aires estaba a una gran distancia de donde se encontraban. Sin embargo, lo que no se esperaba era la expresión en el rostro de Melody cuando le hizo la pregunta. Comprendía que la distancia entre ellos podía ser una barrera para cualquier futuro encuentro durante las vacaciones, pero eso no menguaba su deseo de conocer más sobre su nueva amiga.
"¿Buenos Aires, Argentina?" Dijo en tono interrogativo, buscando la confirmación de Melody sobre su lugar de origen. La pregunta era un intento de establecer un vínculo más profundo y comprender la historia de la mujer que había entrado en su vida.
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Editado: 28.10.2023