La princesa ya no canta
y su voz ya no se escucha,
no saluda con el alba,
con el Sol y con la Luna.
La princesa ya no entona
aquella canción de cuna
que en una noche de ensueño
recitaba con frescura.
Pero no perdió su encanto
y tampoco su hermosura,
la princesa, aunque no canta,
como que ha quedado muda,
tiene sus ojos perfectos,
sus labios y su figura,
y con su rostro de cielo,
con su broche y con su pluma,
va y saluda la inocencia,
y amanece con ternura
la princesa, con su encanto,
su beldad y su lindura.
Ya no canta la princesa,
escondida en su laguna
como una linda sirena
que se encubre en la fisura.
No recita sus poemas
y no narra sus lecturas,
evitando la nostalgia
de amores, penas y dudas.
La princesa no está sola,
ya lo dije, ella está oculta,
en su castillo de arena,
en su palacio de azúcar.
¿Y por qué la ves llorando?,
¿qué será lo que le angustia
a la niña del lucero
con vestidos de gamuza?
Si tienes mirada de oro
tú la ves, pero no escucha,
va mirándose en el suelo,
el amor no le segunda.
La princesa, yo la amaba,
pero no busco una excusa,
el cariño que le tuve
me lo grabé con fortuna.
El mundo quiere su voz,
donde obtiene su tintura,
la princesa está tan triste,
ser hermosa es su tortura.
Editado: 23.09.2018