Él era pescador, le encalataba
como el mar mecía su barco
decía que no había manera
más pacífica.
Tomaba el timón
y navegaba aguas eternas
con destino incierto
el corazón lleno de gozo
era su destino el mar, el mar…
Y un día el mar
se lo quedó para sí
en un remolino de algas y corales
entre destellos luminosos
de un mundo mágico
soñando por él…
Se oye siempre al amanecer
la sirena de un barco
pero nadie lo ve.