Subo de nuevo a tus noches enamoradas
para emprender el vuelo, aunque,
lo sé, me desflores como ceniza confundida.
Guardo en un pañuelo
la brisa de tu infinita luz, aunque,
lo sé, tus besos me provoquen
grietas en el alma.
Renuncio mil veces a tu escarchada presencia,
pero, quién sabe cómo,
siempre me convierto en estalactita
ante tu floresta iracunda.
Me incorporo, una y otra vez,
pero, quién sabe cómo,
tu sombra enamorada
siempre me deposita en una lejana playa.