¿Y si en casa muero, cuando los días no traigan sorpresa u alegría?, devorado por la fiebre, asomado a la ventana, imaginando tus manos sobre mis huesudos hombros, es tú voz la que invade los espacios y tú imagen la que se posa sobre mis cuencas.
Tal grado es esta enfermedad que me hace desear morir de una forma que no pueda volver, de tal manera que mi único castigo sea sobrevivir en recuerdos, sentado frente a la venta a la espera de un milagro.
¿Serán estas las últimas imágenes que se paseen por mi hogar?
¿Será mucho pedir estirar la mano rota para ver si esta única vez, me llevas?