En la penumbra de la noche, tus susurros son cenizas,
ecos de un amor perdido, marchito en mis pupilas.
Tu risa, un suspiro lejano, en la bruma se disuelve,
y en mi pecho, la esperanza en silencio muere.
Te busco en los rincones donde solíamos reír,
en los recuerdos que se niegan a partir.
Cada promesa rota es una espina en mi piel,
cada beso no dado, un lamento cruel.
Tus manos que un día fueron mi refugio,
hoy son sombras que me envuelven en un murmullo.
Tu nombre, un canto de dolor en mis labios,
tu ausencia, un abismo que desgarra mis pasos.
Y en la soledad de esta luna menguante,
mi corazón llora, anhelando ese instante,
en que tu amor era un faro en la tormenta,
y mis sueños se entrelazaban con tu esencia.
Ahora, solo queda el eco de un adiós silencioso,
un vacío en mi alma, profundo y angustioso.
Te fuiste con el viento, dejando atrás el llanto,
y yo, perdida en la tristeza, te sigo amando tanto.