Polos iguales.

Recuerdo amargo

—Kendall no me preocupes así otra vez ¿sí?

 Noto la cara de confusión del profesor; es casi igual a la mía.

—Deberías ir ahora mismo a la enfermería—piensa un poco—después de la herida de tu pierna...-me guiña un ojo. Está bien, ya entendí.

— ¿Estás herida? — se apresura en preguntar el profesor.

—Se lo dije hace un momento ¿no? Si sigue así no le darán ese bono extra, debe aprender a escuchar— yo y mi boca, un simple "si" hubiera bastado.

—La muy torpe se cayó y se lastimo—¡¿Torpe?! Lo mire mal y note como sus labios empezaron a temblar, ¿está aguantando las ganas de reír? —La voy a llevar a la enfermería, no creo que pueda ir sola—mis pies dejaron de tocar el suelo, cuando caí en cuenta me encontraba en los brazos de Larry ¡¿Quién demonios le dio permiso de cargarme?! Además ¿Por qué estilo princesa?

  ¿Enfermería?, ese pequeño detalle podría terminar con nuestro numerito, para nuestra suerte el profesor es nuevo en el liceo, pero eso no tiene nada que ver, es decir, me atrevo a decir que el 99% de los liceos del país carecen de enfermerías.

  Al estar lo suficientemente cerca me acerco a su oreja.

— ¿Qué mosca te pico? —  susurré; para que el profesor no escuchara.

—Cállate—devolvió el susurro.

— ¿Parezco una persona que le gusta ser mandada a callar?

  Como de costumbre prefirió guardar silencio. Patético. Los ojos del profesor se sienten como puñales sobre mi cuerpo, al parecer le molesta que no haya corrido. Sonreí, me salí con la mía.

— ¿A qué se debió todo eso?— intente otra vez.

—Silencio— sonó molesto.

  ¿Cuál es su problema?, es decir, estamos a más de quince metros del profesor ¡no creo que tenga oídos súper desarrollados!... ¿o sí?

  ¡Por supuesto que no! Solo es Larry exagerando.

— ¿Ahora si? Quiero saber a qué santo le prendo la vela.

  Se quedó callado, esto me está molestando. Mucho. Cuando iba a reclamarle chocó con un escalón, instintivamente rodee mis brazos en su cuello.

—Demonios— masculló, por lo menos no caímos.

  Me remuevo un poco incomoda, esto es vergonzoso de muchas formas, mas de las que podría contar ¿Por qué no me suelta ya? El me miró un momento y de la nada me soltó. Tomó mi brazo al ver que casi caigo, perfecto algo nuevo para mí carpeta mental de "cosas vergonzosas".

—Al parecer tus piernas en serio no sirven—murmuró con un deje de burla.

—La próxima avisa ¿sí? —me estabilice.

— ¿Próxima? — repitió burlón.

  ¿Por qué diablos dije próxima? Estúpida.

—Es un decir —rodé los ojos, intentando disimular mi vergüenza, mi cara debe estar roja. Bufé internamente.

  El asintió.

—Aun no respondes mi pregunta.

—Ah... solo no me gusta correr, mucho menos sudar—  se encoge de hombros.

—Me siento usada-dije con tono de indignación—gracias—  finalice.

  Me fui al otro extremo del liceo, literal. No quiero toparme con el profesor, además tampoco quiero ser molestada, quiero dormir, dormir de día es mi único escape de la pesadilla.

  Me senté sobre la grama, no hay nadie alrededor; perfecto para dormir... como se nota que no cambio ¿Por qué soy tan descuidada?, por eso pasó lo que pasó. Me recosté, mirando el cielo, era un día como hoy. Suspire ruidosamente, preparándome psicológicamente para lo que venía.

  Recuerdo que fue a finales de septiembre,  en ese entonces el calor del verano era menos perceptible y el leve fresco del invierno ondeaba en el suelo húmedo por la lluvia, ese día en particular se sentía más frio que de costumbre. Solo tenía diez años, no creo haber merecido eso...

  Esa mañana me preparé para mi primer día de escuela, recuerdo estar emocionada por pasar a quinto grado, mi madre se preparaba para ir al trabajo al igual que mi padre. Me atrevo a decir que éramos el mejor ejemplo de la familia perfecta... éramos felices. Éramos. Bueno, esa mañana mi padre me llevo al colegio, lo despedí con un beso, ese día mi maestra no fue, mientras esperábamos a la suplente la directora nos envió al patio del colegio; allí se encontraba un parque, la directora se fue y quedamos al cuidado de las otras maestras.

  En ese entonces era muy sociable, digo, me llevaba muy bien con casi todos mis compañeros, bajando del tobogán vi a lo lejos como una de mis compañeras salía del terreno del colegio, intente avisarle a un profesor pero se encontraban muy lejos y Emily se estaba alejando. Corrí tras ella y noté que un hombre la estaba llamando y ella iba hacia él, al verlo supe inmediatamente que ese no era padre.

  "Emily" grité. La peor decisión de toda mi vida.

  Como supuse ella se volvió hacia mí y al instante el hombre gritó y corrió hacia nosotras, en cuestión de segundos Emily desapareció, recuerdo que en ese instante pensé que ese hombre se la había llevado, pero era imposible; ya que aquel hombre estaba a escasos metros de mi, cuando mis piernas reaccionaron era demasiado tarde, me alzo y tapó mi boca. Grite, como loca, como si mi vida dependiese de ello. Literal, nadie me escucho... a nadie le importo ¿Cómo no vieron eso?, ¿Cómo no oyeron?, ¿Cómo pudieron dejar que me llevara?...

  Me duele contar esto, cada vez que lo recuerdo se me parte el alma en dos; fui violada, todos los días durante dos semanas, sin compasión, sin derecho a quejas, casi sin derecho a comida. Suplique. Rogué clemencia. Me arrodille. Deje mi orgullo en ese sucio lugar... y el solo se reía, a carcajadas, se burlaba de mi constantemente, me humillaba. La impotencia que sentía en ese entonces me sobrepasaba, por más que gritara y pidiera ayuda nadie me escuchaba, sentía que no existía, que era invisible.

  Dos malditas semanas pasaron y un día en vez de pasar ese infeliz por la oxidada puerta, entraron unos policías; me salvaron, fueron como ángeles. No pude evitar llorar al verlos, me sacaron de allí, me vistieron, me alimentaron y me llevaron a la estación a encontrarme con mis padres. La emoción que sentí ese día no entraba en mi cuerpo "Por fin veré a mis padres", era en lo único que podía pensar. Después de esperar mi padre entró y me abrazó, ese abrazo nunca lo podré olvidar, se sintió frio y distante.




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