Gidens Hill School
Voy a tener que pagar el jarrón que Kenon rompió el día que hicimos de canguro.
¿Me parece justo? Para nada...
Es más, estoy planeando una muerte muy dolorosa a Kenon mientras le veo desayunar gofres con bacón.
Hermanos... todos te joden, pero al final darías la vida por ellos.
Suspiro y niego con la cabeza.
Mi madre está sentada sobre el regazo de mi padre contándole algo al oído mientras él sonríe divertido.
Kara tiene la cara llena de sirope de arce.
Sonrío. Esa niña es mi debilidad.
Ha llegado el día de hacerle frente al instituto más esnob de todo California: Gidens Hill School. Se podría decir que me siento terriblemente insultado por tener que ir a un instituto como éste, aunque a la vez presiento que algo bueno va salir de todo esto.
Las tías ricas son más fáciles de manejar, sobre todo porque al estar rodeadas todo el tiempo de lo que les gusta creen que pueden obtenerlo todo y ahí es cuando entro yo, para enseñarles que a Khaled O’Ryan no se le compra.
Aparco el coche en el recinto privado del colegio y me apeo seguido por Kenon.
¡Ja! Todos los ojos están puestos en nosotros, y dudo mucho que sea solo porque llevemos este uniforme tan hortera, sobre todo, porque todos llevan la misma vestimenta, bueno, las chicas tienen la ventaja de llevar falda.
Creo que este año va a ser «el año».
Kenon y yo esperamos en el estrecho pasillo de dirección. Al parecer no pueden simplemente darnos nuestro horario y listo, sino que tenemos que hablar con el director. Genial, como si tuviera tiempo que perder con un gordo calvo. Vale, quizá no sea no gordo ni calvo, pero eso que más da.
No tuvimos que esperar mucho, poco después, un hombre alto, delgado y con traje nos llamó. Vale, puede que el tipo no fuera gordo, bajo y calvo, pero fijo que era un plasta como todos. Tras una larga charla sobre las normas, el origen del instituto, sus fundadores, y otras mil cosas irrelevantes...
—Señor O’Ryan...
—El señor O’Ryan es mi padre, yo soy Khaled, me llamo Khaled— le corté.
—Bien. Khaled, he visto que tienes un historial académico muy extenso, laborioso y muy interesante.
Me siento recto en la silla esperando a que siga alabándome, me gusta que me hagan la pelota, sienta bien que te suban el ego de vez en cuando. Aunque es cierto, yo soy excelente en todo lo que hago; buenas notas, actitud ejemplar, buen deportista, etc.
—Tenemos un excelente equipo de hockey, estoy seguro de que nos vendrá muy bien sus habilidades, además esto incrementaría su historial académico — Tras decir esto me mira fijamente esperando una respuesta.
Sus ojos castaños son serios, pero noto su nerviosismo. Tampoco creo que sea para tanto, ni siquiera lo estoy mirando para intimidarle.
Ruedo los ojos y suspiro, reclinándome en la silla.
—Si esto es todo, me gustaría irme— contesto sin más.
Él parece de pronto ligeramente irritado, pero suspira y asiente. Me levanto, cojo mi horario escolar, el mapa del instituto y salgo dejando a mi hermano a su suerte, tengo fe en que sepa ingeniárselas solo.
Ya en el pasillo repaso los folios que me ha dejado el director. Según el horario mi próxima clase es biología, y está en el ala sur. Miro a ambos lados del pasillo, sigue vacío, seguramente todos estén ya en clase.
Mejor, así puedo investigar sin que nadie esté viniendo detrás mía sonriendo o pavoneando sus culos reales intentando llamar la atención. No soy creído, pero es lo que pasará. No soy un chico especialmente corriente, destaco allí adonde vaya, y dudo mucho que esto vaya a cambiar. Sigo mi camino hasta el final del pasillo sin prestar mucha atención. Al fondo, empiezo a escuchar murmullos, con cada paso se hacen más perceptibles.
—¡Suéltame! — suplica una voz femenina.
Oír esa voz me deja paralizado unos segundos, luego sin hacer el mínimo ruido me acerco más al borde de la pared.
—No ¿Crees que me vas a dejar así por qué sí?
Espío a hurtadillas la discusión que hay a unos cuantos pasos más allá. Un tipo remilgado retiene a una chica morena contra una de las taquillas, ella hace todo lo posible para empujarlo, pero él es más fuerte que ella. Hay que destacar el hecho de que sea extremamente delgada.
—¡Suéltame! — Vuelve a suplicar con voz llorosa, y es ahí, cuando sin darme cuenta me veo caminando hacia ellos con paso decidido.
Antes de que pueda pararme a mí mismo, ya estoy empujando al tipo lejos de ella e interponiéndome entre ambos, para protegerla.
—¡Eh! — protesta él recuperando la compostura y mirándome furioso.
Le devuelvo la mirada.
—No la vuelvas a tocar.
No puedo evitar utilizar el mismo tono de amenaza que utiliza mi padre cuando está enfadado con Kenon o conmigo.
El individuo me mira sorprendido durante unos segundos, de pronto empieza a reírse como un pirado y da un porrazo a una taquilla cercana para acto seguido alejarse echando leches por el pasillo. Me giro hacia la chica quien está paralizada mirándome con los ojos abiertos. Parece más en shock que aterrorizada.
—¿Te encuentras bien? — pregunto aguantando la ira que ha empezado a nacer en mi interior.
—Yo...— balbucea ella.
La chica tiene unos grandes y profundos ojos color café. Los ojos oscuros nunca me habían resultado atractivos, pero los suyos podían ser una excepción. Sus pestañas son tan largas que lo más seguro es que no necesite rímel ni ninguna de esas tonterías que suelen usar las chicas para estar más guapas. O eso es lo que creen ellas, yo sigo creyendo que la belleza natural es la más atractiva. Nunca me han gustado las chicas que van demasiado pintadas, es como si intentaran ocultar algo, y, a mí, me gusta verlo todo, no me gusta que me oculten nada.
— Sí... Gracias.
Recoge su bolso del suelo y se aleja en dirección contraria sin volverse a mirarme siquiera.
Es más bajita de lo que aparentaba desde lejos, hasta parece una muñeca de porcelana. Niego con la cabeza, vuelvo a mirar los planos del instituto y me dirijo a biología. Encuentro el aula con suma facilidad ya que la estructura del Instituto Gidens es un donut, de alguna forma u otra acabaría encontrándolo.