Polos Opuestos

KHALED

Tricia Reece

 

 

 

Tengo una hora libre pero no me apetece ir a la biblioteca y fingir no aburrirme desmesuradamente, tampoco quiero ir al campo y estar con los demás, así que me decido por pasear un rato por las instalaciones del instituto. ¿Podéis creer que haya un cine en este sitio? Exacto. Según he leído, los viernes a última hora suelen echar una película. La que mayor votos haya obtenido durante la semana es la que exponen. Esta semana toca elegir entre una de comedia y otra de terror, no me paro a ver los nombres, tampoco es que me interesan. Pienso utilizar esa última hora para hacer algo más útil que tener mi culo pegado a una butaca más de una hora y media.

Sigo mi camino hacia el tablero de anuncios. El tablero de anuncios consiste más bien en una pared repleta de folios con distintas actividades y horarios, en mi opinión; un montón de mierda más. Mis ojos se van desplazando entre las noticias hasta detenerse en un folleto, se encuentra algo escondido del resto. Leí con gran interés las letras en mayúsculas: Se busca cantante para los Blue Blood.

Arranco el folleto y lo miro con más detenimiento.

«Una banda... no estaría mal».

No bromeaba cuando le dije a mi madre que me quería meter en una banda, y esto sonaba a tener a todas las chicas loquitas, así que... ¿Por qué no?

Sonrío y sigo dando vueltas por el recinto hasta que de alguna forma me encuentro delante de la clase de ballet. Desde fuera parece mucho más grande de lo que realmente es, aunque sea solo por el efecto del espejo. El espejo es de doble cara, que desde dentro es un espejo y desde fuera una simple pared de cristal.

Desde fuera puedo ver a una mujer alta, de cuerpo delgado y atlético en medio del círculo de alumnas. De entre las alumnas que hay allí no hay ni rastro de la que me interesa. En todo caso. ¿Por qué la estaba buscando a ella? No tengo ni puta idea, pero lo hacía sin pensar.

—¿Me acosas? —  pregunta una voz aterciopelada a mis espaldas. No me hace falta voltearme para saber que es ella, su voz se había incrustado en mi cerebro con fuerza.

—¿Tan pronto te das por aludida? —  se lo pregunto volteándome con una ceja levantada.

Ella pone los ojos en blanco y se cruza de brazos, como alguien que espera una explicación.

«Es tan pequeña y frágil...»

—No he podido agradecerte por lo de esta mañana, Gilbert es un capullo.

Desvía su mirada un segundo hacia sus compañeras y al ver que no contesto me mira a mí.

—No me des las gracias, lo habría hecho por cualquiera — confieso con sinceridad.

Ella sonríe de oreja a oreja y os juro por Dios que mi corazón se detiene una milésima de segundos. ¡Venga ya! ¿se puede ser más cursi? La quiero, y la tendré...

—Deja de mirarme así —  me acusa poniéndose seria de pronto.

—¿Así cómo? —  pregunto confuso, no la miraba de ninguna forma en particular.

Ella suspira.

—Como si quisieras devorarme aquí y ahora.

Me río a carcajada limpia. «Vaya, la chica es lista».

Quizá no me lleve mucho hasta que la tenga en la palma de mi mano. Aunque... algo me dice que esa chica no es como las demás, es más, no lo es. Nunca me habían llamado la atención las chicas de ojos oscuros, así que ahí tiene un punto a su favor.

—¿Qué pasa si así es?

—Pues, que te quedarás con las ganas—  me guiña un ojo, abre la puerta de su clase y entra, haciendo que todos los allí presentes se volteen para mirarla.

La profesa les ordena algo y todas se levantan y empiezan a calentar. Nunca pensé que una chica pudiera estirarse tanto... pero joder. Creo que este año me toca aprender el Kamasutra de cabo a rabo.

 

★★★

 

Después de que se acabara mi hora libre, me dirijo a clase de español con la pechugona de Kate a mi lado sin dejar de parlotear. ¿Es que no se callaba para respirar o qué? Sé que es muy fácil aburrirme, pero esto es un record. No me importa que esté todo el rato detrás mío, toqueteándome y demás, pero de ahí a parlotear tanto hasta el punto en el que no puedo oír ni mi propio pensamiento es demasiado.

Entro a clase de español seguido de la pechugona.

—Khaled, siéntate conmigo honey —  me invita ella con una sonrisa lasciva en los labios.

Repaso el aula con el afán de encontrar a alguien que me quite del estrés que es tener a Kate detrás mía.

Fue entonces cuando la vi sentada al final del aula, sola y con la vista fija en un libro.

Sonreí para mí mismo y fui a ocupar el sitio que se encontraba vacío a su derecha.

—Está ocupado—  musita ella sin mirarme.

Sonrío abiertamente tras sentarme.

—Pues, no veo a nadie aquí—  contradigo y ella levanta la vista hacia mí. Me indaga con la mirada durante unos largos segundo y luego cierra su libro.

—Si te quedas me voy.




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