Polos Opuestos

KHALED

La niñera

 

No volví a ver a Tricia hasta el día siguiente.

De hecho, si no la hubiera buscando dudo mucho que la hubiese visto en algún momento.

Iba con su tutú rosa y su bolsa de gimnasia.

«¿Cómo alguien tan pequeño puede hacerte sentir el imbécil más grande del mundo?» Era lo único en que pensaba mientras la observaba a través del espejo de doble cara. Estaba en mi hora libre así que me acerqué a ver como ella y sus compañeras entrenaban. Podría estar haciendo lo que fuera, pero allí estaba yo. Esperando para disculparme con una chica que ni conocía.

Había descartado lo de volver a invitarla a la fiesta ya que eso no salió precisamente como yo esperaba.

En casa, ya más calmado, observando como mi padre ponía a mi madre sobre un pedestal siempre que hablaba, me percaté que Tricia se merecía ese respeto que no me veía capaz de dárselo a ninguna otra chica. Ella era distinta y por eso se merecía todo mi respeto, principalmente por decirme que no le gustaba y por hacerme ver lo idiota que había sido.

Su clase termina minutos antes de que suene el timbre de intercambio de clase. Se ve bastante sonriente hoy, lo que me da algo de esperanza.

Sale al lado de una pelirroja, quien recita con gran emoción algún hecho mientras que ella se ríe de ello. La pelirroja es la primera en verme, se calla instintivamente, lo que hace que su compañera se gire y me mire. Tricia le susurra algo por lo bajo a lo que asiente y se va.

Ella se acerca a mí algo arisca.

—Ya te dije que...

Sus ojos reflejan una acusación muda, lo que hace que se despierte la bestia de mi interior.

—No soy ningún hipócrita—  mascullo interrumpiéndole, sintiendo cómo la rabia se extiende por todo mí torrente sanguíneo.

—¿Has venido hasta aquí sólo para decirme que no eres ningún hipócrita? —  pregunta ella fruncido el ceño.

—Sí. No.

—¿Sí o no?

De pronto me siento bastante confuso. Se me había olvidado el motivo por el que había venido hasta aquí. ¿Por qué vine al fin de cuentas? ¿Para disculparme o sólo para oír su voz?

No lo sé. Teniéndola delante, y que encima me mire con esos ojos color café es casi imposible pensar.

«Joder, Khaled, piensa».

—Vine a disculparme.

Ella abre los ojos ligeramente.

—¿Disculparte por el qué?

Sonríe de lado.

—Mira, no me lo hagas difícil ¿quieres? —  Paso la mano por el pelo, incómodo —.  Así que... Lo siento, siento haber sido un idiota integral.

No esperé a ver su reacción, no podía estar cerca de esa chica, esos ojos eran demasiado hipnotizantes como para arriesgarse.

 

★★★

 

 

—¡Ya estoy en casa! —  grita Kenon empujándome a un lado y adentrándose a casa.

Subo las escaleras y me dirijo directamente a mi habitación para deshacerme de este estúpido uniforme. Necesito sudar un poco y sentir como la adrenalina corre por mis venas.

Necesito huir un poco del mundo en estos momentos.

Tras cambiarme voy directamente a la sala de entrenamiento. Mi gran objetivo en esos momentos era el pesado saco de boxeo. Se encuentra justo en medio de la habitación, solitario e implacable.

Me pongo los guantes de boxeo, cierro los ojos y respiro hondo.

El día ha sido agotador, tuve que decidir alejarme de ella, pero su olor y su voz siguen grabados en mi mente.

«Joder. ¿Pero qué me ha hecho la niña esa?» Seguramente sea una bruja. No hay otra explicación.

«Mierda. Necesito un polvo...»

Quizá llame a Kate luego, lleva todo el día insinuándose, además, no tengo nada que perder.

Antes de que me dé cuenta ya estoy golpeando el saco de boxeo con todas mis fuerzas, siento como mis músculos se extienden y se contraen, una y otra vez. Y así, acabo olvidándome de todo, de todo aquello que es irrelevante.

Doscientas abdominales después, cincuenta flexiones, y algo de pesas, decido ir a darme una ducha y ayudar a mí madre con la cena.

Me tardo lo mío en ducharme, mis músculos están agarrotados, hacía mucho que no me esforzaba tanto, aunque debo admitir que valió la pena. El ejercicio sirvió para quitarme todo el estrés de haber estado una hora entera al lado de Tricia, obligándome una y otra vez a no mirarla. Y, de hecho, lo hice muy bien. Bueno, también hay que tener en cuenta que Kate ha sido una buena distracción.

Una que otra vez oí a Tricia bufar debido a mi sexy compañera. Y debo admitir que nunca disfruté tanto en mí vida al intentar poner celosa a una chica.

Me pongo un chándal cualquiera y una camiseta vieja y bajo las escaleras rumbo a la planta inferior. Al pie de las escaleras empiezo oír susurros, risas y algún que otro chillido de Kara.

Me acerco a la cocina, me apoyo en el umbral de la puerta y contemplo a mi madre con Kara en brazos quienes se ríen como locas. Mi madre no tarda en darse cuenta de mi presencia, y cuando lo hace me mira con una sonrisa tan grande que me da miedo. Repaso en mi mente todo lo que he hecho durante el día, buscando cualquier indicio de que haya hecho algo mal... Pero no, nada.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.