Polos Opuestos

TRICIA

 

—¿Tú? —  exclamamos a la vez.

La sorpresa era mutua por ambas partes, eso o él sabía fingir muy bien.

Encontrar a Khaled era lo último que me esperaba esa tarde, no estaba en mis planes ver a ese descarado, aun así, me sorprendió tanto que por un segundo pensé que se me paraba el corazón. ¿Pero qué bobadas digo? Solo es un idiota más y de esos conozco a muchos.

Además... ¿Cómo es posible que ni por un segundo pensase que fuese su familia a la cual mi tía Mary me enviaba para hacer de canguro?

«Que estúpida soy... O’Ryan... ¿Cómo no lo vi antes? ¿Y ahora cómo salgo de esta si ya me comprometí para hacer de niñera? ¡Voy a matar a la tía Mary cuando salga de aquí!»

—O sea... que tú eres la nueva niñera—  dice Khaled con burla.

Puedo ver la lujuria en sus ojos... ¡Dios, que odiable es!

Le gritaría si no fuera por el hecho de tener a Olivia delante mía, me cae bien y no tiene la culpa de tener un hijo tan insufrible. Para tener a una madre tan genial como la suya era muy imbécil, fijo que ha salido al padre.

Tíos... siempre iguales.

—Liv ¿Te importa si me voy? —  la miro y ella esboza una sonrisa, es tan dócil, me acuerda a mi madre—.  Tengo cosas que hacer... ya tienes mí número, llámame cuando me necesites.

—Claro, Tricia—  Se pone seria de pronto y mira a su hijo —.  Khaled, acompaña a Tricia a la salida. ¿Quieres?

—No...—  empiezo a decir pero me interrumpen.

—Desde luego que sí.

Le fulmino con la mirada, pero no parece hacerme caso.

«¡Idiota!»

Tras lanzarle un beso en el aire a la preciosa Kara, sigo a su hermano fuera de la cocina con el objetivo de irme. Cuando ya estamos lejos de los ojos y oídos de su madre. Le agarro de la camiseta que lleva y mascullo muy seria.

—Ni te atrevas a tomar partido de esto. ¿Me oyes? — Tiro tanto de su camiseta que quedamos a escasos centímetros el uno del otro.

Él sonríe de lado formando una pequeña arruga en la comisura de los labios, suelto su camiseta mientras pongo los ojos en blanco. No hay forma de razonar con este chico, parece que tiene implantado en el cerebro: sólo abierto al sexo.

—Odio los tipos como tú —  mascullo para luego dirigirme a la salida.

—¿Así cómo? —  pregunta él a mis espaldas— ¿Irresistibles?

Me giro hacia él forzando una pícara sonrisa. Él se para en seco y abre ligeramente los labios.

«Mira que eres idiota...»

—Me has pillado—  le guiño un ojo, abro la puerta y me dirijo hacia el BMW descapotable rojo que descansa en la entrada de su casa.

Por el espejo retrovisor observo como Khaled se queda apoyado contra la puerta hasta que desaparezco. Niego con la cabeza disfrutando del viento contra mi cara, si no fuera porque mi tía Mary me lo ha pedido como favor, jamás habría aceptado ser niñera, nada en contra de los niños, obviamente, pero no son mi fuerte. Y ahora al saber que trabajaré precisamente para la familia del nuevo, algo me chirría. Su forma de actuar me incomoda y distrae. No necesito a otro de esos en mí vida, ya tuve suficiente con Gilbert y ni así consigo echarle definitivamente de mi vida.

Estaciono el coche en el aparcamiento del hospital y tomo una gran boconada de aire. Venir a este sitio a diario se ha convertido hace tiempo en una obligación para mí. Hoy parece más lleno de lo normal, entro y saludo a Melissa, una de las enfermeras del turno de tarde.

Hago mi recorrido habitual hacia la habitación de mi madre. Abro la puerta muy despacio por si se está durmiendo y que así no se despierte. Le encuentro despierta y con un libro en mano.

—Hola, mami—  la saludo, ella levanta la vista y sonríe.

Parece estar bien, los últimos días ha estado un poco decaída, pero en su caso es normal. Hace un año más o menos, le detectaron cáncer de pulmón, ese hecho causó gran impacto en nuestra familia, ella siempre había sido la fuerte, la valiente y verla tan débil y sin vida era horrible. Mi madre siempre había sido entre muchas palabras nuestro pilar, y de cierta forma lo sigue siendo, y es por eso que me niego firmemente a creer que ella sea una terminal de cáncer, se ve bien, se ve bonita.

—Hola, bebé.

Deja el libro a un lado y me hace un hueco en la cama con algo de dificultad. Me acerco y me tumbo a su lado, pongo mi cabeza sobre su pecho y escucho los débiles latidos de su corazón.

—¿Cómo te ha ido el día? —  pregunta mientras me acaricia el pelo.

Este es mi momento favorito del día, cuando vengo a visitar a mi madre, le cuento mis cosas y oigo sus consejos. No estábamos tan unidas cuando todavía no sabíamos de su enfermedad, pero ahora era a lo único que me aferraba, quería tener todos los recuerdos posibles con ella. Solo esperaba que los buenos recuerdos remplazaran los malos, no había sido buena siempre, había sido rebelde y muchas veces hemos discutido pero lo que realmente importa es que recuerde estos últimos días con cariño. La echaré muchísimo de menos cuando ya no esté.

—Ayer conocí a un chico, me ayudó a zafarme de Gilbert, pero es un auténtico idiota — le cuento e inmediatamente resoplo.

—Tu padre también era un auténtico idiota cuando le conocí, y mira...—  alzo la vista para mirarla y veo como sus ojos brillan. Es increíble que después de veintidós años juntos sigan tan enamorados—.  resultó ser el amor de mi vida.

Me rio.

—No mamá. Mi padre era un buen tipo, nunca se fue de cama en cama con todas las que pudiera pillar.

Mi madre sonríe de lado, todavía acariciándome el pelo.

—¿Le conoces solo de un día y ya te sabes su historial?

—Me invitó a una fiesta...

—¿Qué le dijiste? —  pregunta intrigada.

—Que no, obviamente.

—¿Por qué? —  su tono es casi de reproche.

—Es de los malos, créeme.




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